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Calvo y Celaá derrapan al hablar de libertad de expresión

Que sí, que el acoso es mucho, que el bombardeo por tierra, mar y aire es constante ¿Y qué? Pues a aguantarse tocan, señora vicepresidenta.


Cien días en el poder y ya empieza a estorbarles la prensa. ¡Uy, uy, uy, peligro, peligro! Hace unos días, Carmen Calvo no pudo evitarlo y, con la coartada de los fake news, durante la inauguración de unas jornadas de la Asociación de Periodistas Europeos, pronunció la palabra maldita: regulación. “La libertad de expresión, dijo, no lo resiste todo, no lo acoge todo. Es el momento, añadió, de empezar a reconsiderar la situación saliendo del dilema regulación o autorregulación». Y yo lo siento mucho, pero cuando escucho la palabra regulación en boca de alguien con poder, inmediatamente desenfundo. ¡Lagarto, lagarto! Que sí, que el acoso es mucho, que el bombardeo por tierra, mar y aire es constante ¿Y qué? Pues a aguantarse tocan, señora vicepresidenta ¿No tiene usted a nadie cerca que se lo recuerde? ¿acaso están ya sus asesores haciendo dejación de funciones y diciéndole solo lo que usted quiere oír para no poner en peligro sus puestos de trabajo? Demasiado pronto, ¿no?

 

Los pelos de punta se me pusieron también este lunes cuando escuché en la Ser a Isabel Celaá continuar por el mismo camino: “Cada viernes, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, le dijo la ministra a Pepa Bueno, me encuentro con preguntas que son de entrada condenatorias cual sentencia de tribunales y esto, obviamente, arrolla la libertad de expresión y toda presunción de inocencia». Puede ser, pero… ¿y qué?

 

¿Nadie le ha dicho a la responsable de las relaciones del gobierno con los medios de comunicación que tiene que aprender a tragar, poner buena cara y contestar las preguntas con el mejor temple posible por mucho que le molesten? 

 

Sí, señora ministra, a mí tampoco me gustan según que compañeros de profesión y tengo dejada cada clara constancia de lo mucho que me avergüenzan algunas primeras páginas de diarios o la amoralidad manifiesta de según qué tertulianos. Pero que la actitud impresentable de este tipo de personajes le sirvan a usted y a la vicepresidenta para insinuar algún tipo de control, eso ni en broma. Eso no autoriza a ningún ministro ni ministra de ningún gobierno a pontificar como hizo usted este lunes: “Yo creo, añadió, que hace falta hacer una reflexión conjunta, juntamente con los medios de comunicación para deslindar la verdad de la posverdad. Estamos sufriendo mucha moda extranjera casi, desde Estados Unidos (fake news…) que estorba muchísimo lo que es la verdad periodística que debe ser una verdad basada en datos y contrastada. Y hacer una reflexión con los medios de comunicación es importante.”

 

Uf! Cómo se le vio el plumero, señora Celaá. ¿Qué reflexión, con qué medios, con qué objetivos? ¡Uy, uy,uy! Luego remató afirmando que “la libertad de prensa es fundamental para sostener una democracia”. Si de verdad cree esto último, ¿a qué vienen según qué insinuaciones? Ni en broma, señoras ministras, alusiones sobre posible control de los medios, ni una, ¿está claro? La libertad de expresión tiene sus servidumbres y ampara a muchos miserables. Es una putada, sí, pero es así, y ahí el poder no tiene nada que decir. Y si lo tiene, malo.

 

El intento de Carmen Calvo de dotarse de autoridad moral recurriendo a otros países de Europa resultó inquietante:

 

«Están tomando –dijo la vicepresidenta- decisiones sobre regulación, es decir, de intervenir; se lo están planteando Francia, Alemania, Reino Unido e Italia, que están abandonando el famoso eje de que la mejor ley que regula el ámbito de la libertad de expresión y del derecho a la información es la que no existe». ¿Cómooooo? ¡Nos está diciendo la vicepresidenta de un gobierno de cambio y progreso que hay que regular? Pues eso parece, sobre todo cuando añadió: “La UE tendrá que empezar a revisar de forma conjunta la legislación sobre este asunto porque los países miembros necesitan «seguridad».

 

Estas tentaciones, de las que no parece librarse nadie apenas toca poder, hay que denunciarlas bien alto y muchas veces, porque no son una anécdota ni mucho menos. La libertad de prensa les molesta, les toca soberanamente las narices por mucho que cuenten hasta cien antes de hablar. “Hay medios de comunicación muy exquisitos, derrapó  Celaá para rematar este lunes en la Ser, que a veces amplifican la primera toma de contacto del gobierno con respecto a un tema, donde puede producirse alguna disfunción, y se alejan del resultado final, cuando el Ejecutivo ya ha sido capaz de hacer una buena gestión” Traducción: (sé que no hace falta, pero por si acaso) “Jo, es que son muy malos los medios, cuando nos equivocamos hacen sangre sin piedad y cuando rectificamos van y se callan.»

 

Puede ser, señora portavoz, pero si así fuera, ¿qué pasa? ¿dónde está el problema? Que sí, que les doy la razón, a usted y a Calvo, que hay mucho impresentable dirigiendo medios y no digamos ya entre los empresarios de prensa. Pero esas son las reglas del juego. Métanselo bien en la cabeza, por favor. No jueguen con las cosas de comer y tengamos la fiesta en paz.

 

Ustedes a gobernar y la prensa a molestar, que es su trabajo. Que algunos colegas míos se pasen mil pueblos no les autoriza a ustedes a derrapar ni un solo centímetro. 

 

Lo tengo escrito ya en otras ocasiones: la información no es como el algodón, el trigo o la leche. Cuando nos referimos a información, nunca –y cuando digo nunca es NUNCA- deben emplearse los términos regulación ni control. Esa película jamás acaba bien. Como periodista no quiero que nadie me proteja para tener libertad. Porque no hay protección sin precio.