A veces hasta dan pena. Sí, especialmente cuando el personaje responsable del nombramiento del trincón de turno, pillado in fraganti por la Justicia, decide cultivar la conmiseración, “fíjese ha traicionado mi confianza, me ha salido rana, estoy muy triste”. Aquí lágrimas de atrezzo.
Los periodistas podríamos contar infinidad de situaciones vividas en estos años pasados cuando un responsable político era alertado sobre el mal olor que se detectaba en éste o aquel departamento de su gobierno.
Aún recuerdo cuando a un recién elegido Secretario General del PSOE-A, Carlos Sanjuan de la Rocha, le comentamos que se rumoreaba que el hermano de Alfonso Guerra tenia montado un chiringuito de influencias en un despacho oficial de la Torre Norte de Plaza España, sede de la Delegación del Gobierno en Andalucía. Sanjuán, junto a Amparo Rubiales, negaron la mayor y recordaron que Fali Delgado (Secretario de Alfonso Guerra en el edificio Semillas de Moncloa) controlaba muy bien las andanzas de Juan Guerra en Sevilla.
Pasarían pocos días para que el periodista de ABC de Sevilla en Jerez, Antonio Castro, publicase la primera información – Puerto Plata en Barbate- de la saga de artículos que a millones produjo el “Caso Juan Guerra” en todos los medios y que acabaría derivando en el “Caso Guerra” por el que tuvo que dimitir el número dos del gobierno.
No sé muy bien si los dirigentes políticos que nos venden lastimeramente los “casos aislados” de corrupción, son conscientes de que los ciudadanos no son tontos.
Lo que inicialmente parece la infame traición de un ladrón a un político honrado, sorprendido en su buena fe, en la mayoría de los casos no es cierto. Es una pose, una actitud defensiva que se resume en la frase que Guillermo Galeote le dijo a Juan Guerra cuando le encomendó ser “recaudador” para la caja federal frente a la tesorería de Pepote Borbolla que se quedaba en Sevilla. “Si te pillan, te sentirás muy solo y abandonado, huirán de tí como de la peste”. Y así sucedió.
No sé muy bien si los dirigentes políticos que nos venden lastimeramente los “casos aislados” de corrupción, son conscientes de que los ciudadanos no son tontos y difícilmente se pueden tragar ese quitarse las pulgas tan fácilmente con más descaro que un chucho callejero.
Alguien es capaz de creerse que un presidente de un gobierno, al nivel que sea, no se entera de las andanzas de quienes le rodean, de sus contactos, tren de vida, amistades. No, no es creíble y si fuese cierto ¡cuanto incapaz al frente de la gobernanza pública!
Habrá que concluir por tanto que quienes se defienden echando balones fuera – “yo no sé nada” – la mayoría miente con descaro
Unos gobernantes que, con dinero público, encargan alegremente trabajos detectivescos sobre sus adversarios o enemigos incómodos, pero que no son capaces de ordenar una investigación patrimonial de aquellos sobre los que siempre se rumoreó que se estaban haciendo de oro, gozando de su patrocinio y sustento .
Pero no siempre usar el desmarque -paso pelota- tiene que ver con un intento de salvar el prestigio de las siglas del partido de turno. Se dan también casos en los que el trincón también roba para quien le nombró y le mantuvo en el puesto. Son los más peligrosos e insaciables. O puede que tenga constancia de que por arriba se roban cantidades mucho más considerables y que todo el monte es orégano. Este tipo de situaciones se han vivido en muchos ayuntamientos andaluces donde la acción de la Justicia nos está enseñando que la corrupción alcanza a los funcionarios de primer nivel porque los responsables políticos también están en “sus cosas”.
Habrá que concluir por tanto que quienes se defienden de los corruptos de su entorno echando balones fuera – “yo no sé nada” – la mayoría miente con descaro; en realidad han sido unos incapaces y cómplices por omisión de los latrocinios que a diario nos presenta la cruda actualidad española.
*Pepe Fernández es Periodista.
Editor y Director de Confidencial Andaluz.