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Del ‘califato’ al Emirato

Esta monarquía corrupta ha durado y durará porque la mayoría de los españoles tenemos la misma moral hipócrita que el rey emérito

 

Anatole France escribió que “la oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia”.

El señor Aznar, de feliz recordación, antiguo presidente del gobierno de este hermoso país, aparece en República, diario virtual que edita Pablo Sebastián, haciendo notar que si don Juan Carlos I, que representa la institución monárquica, no cree en ella, ¿por qué van a creer los demás? Tiene razón y hay que reconocérsela. Ocurre que lo que ocurre está ocurriendo, ha ocurrido y no debería haber ocurrido, pero ocurrió. Dice Charles Dickens que una llave muy pequeña puede abrir una puerta muy pesada. Una amante del rey constitucional, y la pérdida de sentido de las realidades mostrencas por su pasión obcecada hacia ella, fue la llave pequeña que ha permitido a los ciudadanos abrir la pesada puerta de lo que ha ocultado la estructura del poder.

La actuación de personas como Torcuato Fernández Miranda y otras procedentes de la organización del extinto Movimiento Nacional, especialmente Adolfo Suarez, permitió dar pasos hacia formas democráticas liberales sin tocar los controles reales que dominarían, hasta hace unos pocos años, la nueva forma de la monarquía constitucional con un parlamento, un poder ejecutivo y otro judicial, que velis nolis ha permitido recorrer sin demasiados terrores los últimos cuarenta años.

La colaboración de las formaciones políticas conservadoras con las izquierdas, reforzadas por el Partido Comunista con Santiago Carillo en la dirección, permitió mantener cerrada, o intermitentemente entreabierta para algunos, la pesada puerta de la estructura real del poder.

Durante al menos veinte de estos pasados años las Fuerzas Armadas (comprensivas de las de orden público y los servicios de inteligencia) garantizaron que la pesada puerta permaneciera cerrada y dentro se posicionó el rey constitucional con su doble moral personal y como jefe de la Familia Real borbónica. Doble moral que tanto las izquierdas como los conservadores que han gobernado el Estado, incluidos los nacionalistas vascos y catalanes, se han cuidado muy mucho de no desbaratar con el miserable apoyo de periodistas y tertulianos que ahora se las dan de avispados debeladores del rey que se ha llevado el califato al emirato.

Los poderes financieros, la riqueza de la tierra, los productos de la burguesía enriquecida de la escopeta nacional, de derechas y socialistas, han permitido que la intuición y herencia del Generalísimo mantuvieran cerrada la pesada puerta.

No han sido sólo los desprecios infames a doña Sofia de Grecia materializados por su esposo. Ha sido crear desde la institución monárquica un entramado de acumulación de bienes inmateriales y dinerarios, de comisiones sobre la actuación del Estado, de beneficios personales y de familiares varios que ha detraído del bien común español sustanciosas cantidades e impedido el ejercicio de la verdad pública oculta por elefantes muertos, bribones a la mar, amantes cambiadas y princesas de vodevil de tres al cuarto a las que se ha enriquecido sin pudor, mientras las pensiones no contributivas de millones de españolas pobres permanecían aherrojadas por los sucesivos gobiernos con el silencio culpable, mezquino y deshonesto con el que han cerrado en el Congreso y en las campañas electorales la pesada puerta.

También los nacionalismos vasco y catalán. También las izquierdas y las derechas que han ocupado el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo y que han establecido un complejo político y administrativo de poderes territoriales con amplias nomenclaturas costeadas por la succión de riqueza pública vía impuestos y gabelas. Y los ciudadanos españoles que hemos acudido a votar a lo largo de los años a quienes tenían sujeta la pesada puerta, sin exigir que fuera abierta.

¿Derecho de libertad de expresión y de manifestación? ¿Cuándo? ¿Para qué? Ahora que hay un malaje cantante de rap preso conforme a las leyes aprobadas en su día en el Congreso, ¿nos hemos caído de un guindo? Y las tropelías reales del rey de España ¿qué hemos hecho con ellas? Y los silencios de las castas políticas varias y sucesivas que han permitido al rey hacer lo que ha hecho, sabiéndolo y consintiéndolo, ¿quién lo repara?, ¿quién lo condena?, ¿un tribunal presidido por el magistrado Marchena?, o ¿por el señor Lesmes que ha ocupado cargos políticos, como Marlaska, Robles, Zoido, Garzón y tantos otros togados con puñetas que ha estado, y siguen estando,  empujando desde dentro hacia fuera la pesada puerta?

Don Francisco duró en el poder porque la mayoría de los españoles (incluidos vascos y catalanes) no tenían maldita la gana de meterse en líos. Esta monarquía corrupta ha durado y durará porque la mayoría de los españoles tenemos la misma moral hipócrita que el rey emérito de España. Moral hipócrita que, como la covid19, corroe la salud pública. Ni el conde de Floridablanca.

Jean Jacques Sempé, dibujante conocido internacionalmente, contestaba en una entrevista en 2016: “Los fuertes aplastan a los débiles y casi no existe la piedad. Lo llevo mal, porque esa brutalidad no me gusta”. A mi tampoco.