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El ejército catalán

Acabamos de salir de ETA con sus serpientes para entrar en otra historia tal vez igual de miserable o más.

 

En su día, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) publicó la creación de su futuro ejército. Lo consideraba necesario para ser respetada Cataluña por la comunidad internacional. Destacaba la necesidad de un control sobre sus aguas territoriales y espacio aéreo.

Este ejército actuaría en territorio catalán y en cualquier parte del mundo para rescatar a los catalanes secuestrados por motivos ideológicos, económicos o ser evacuados por un desastre natural. Contaría con militaresvoluntarios y reservistas preparados en caso de conflicto bélico o de invasión. Formaría a guerrilleros  para acciones de sabotaje, emboscadas y desgaste del enemigo.

La Cataluña independiente ―dijeron sus diseñadores― estaría bajo el amparo de la UE y la OTAN y por ello descartaban futuros conflictos. Las armas pesadas serían helicópteros polivalentes, aviones de transportes, barcos de asalto anfibios o corbetas. La fuerza naval contará con unos 2.000 efectivos dada la amplitud de sus costas.

 

Este ejército actuaría en territorio catalán y en cualquier parte del mundo para rescatar a los catalanes secuestrados por motivos ideológicos, económicos o ser evacuados por un desastre natural.

 

Para mi sorpresa y la de muchos, supongo, no leí reacción alguna por el gobierno. Dada la euforia, prietas las filas para aupar el orgullo nacionalista, acaso con colectas, entregas de oro y joyas para adquirir, posiblemente, bombas atómicas estratégicas de saldo, bendecidas por el nacionalista abad de Monserrat, Josep María Soler i Canals, capellán honorario del carro independentista desde hace años. También existía y existe una significativa parte del clero alentando desde la teología el separatismo. No quedó muy atrás el papa al tirar por una callejuela con paso rápido y sacudidas de manos: «En el tema de las independencias cada caso es diferente…».

Ahora, el panorama se oscurece por momentos, algo muy previsible hasta por los más optimistas del lugar, ennegrecido por un gobierno socialista empeñado en permanecer impávido ante su evidente debilidad. El panorama, al margen de muchas otras consideraciones económicas, sociológicas y sentimentales, resulta desolador. La estrategia separatista se fortalece ante sus masas realimentadas por los inherentes condimentos de un nacionalismo de catón.

El próximo viernes, día 21, veremos qué pasa. En cualquier caso resulta patético el envío de miles de policías para proteger al gobierno de una nación en su propio territorio. El calificado por muchos ‘el cáncer del nacionalismo’ amplía sus metástasis carcomiendo entrañas. Solo falta ─y ojalá no ocurra─ muertes para obtener mártires y canonizarlos, nada imposible en un inframundo empeñado en el error.

 

También existía y existe una significativa parte del clero alentando desde la teología el separatismo.

 

Más le valdría a don Felipe VI aviar las maletas porque a él, último garante de la unidad como jefe supremo de las fuerzas armadas, le quedan corridas de muy altos riesgos en el ruedo ibérico, cada vez más reducido y con menos burladeros.

Tenía unos doce años cuando un tío me hizo observar el firmamento en los aledaños de Alájar, el bello pueblo onubense. Desde entonces se produjo en mí una catarsis al darme cuenta de nuestra pequeñez, al tiempo quedé vacunado contra los nacionalismos y parentelas.  Los detesto.

Los españolitos podríamos quedar ‘emparedados’ por nuestros ancestrales africanos, los monos gibraltareños con alguna mosca cojonera británica llegada a bordo de un submarino nuclear y los rabiosos separatistas norteños. Ahora, con unos líderes catalanistas dándonos por donde más duele con sus rambos estelados preparados para los sabotajes.  Acabamos de salir de ETA con sus serpientes para entrar, quizá, en otra historia tal vez igual de miserable o más.  Al socaire, el enigma de unos 17.000 mossos d’esquadra sujetos por ley a la Constitución en un marco legal, como tantos encuadres teóricos hechos trizas ante el asombrado ciudadano.