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El ilegítimo lo urgente y lo importante

Acoso y derribo contra Isabel Díaz Ayuso, creando, además, un clima de odio y lucha de clases de tufo inconfundiblemente comunista.

 

Lo urgente es la lucha contra el COVID-19. Un combate repuesto como prioritario porque se planteó tardíamente, se proclamó falsamente victorioso y se  desatendió dolosamente la segunda oleada. Hay que recordar ―que hay demasiados desmemoriados―, aquel jolgorio del 8-M, en Madrid, ya con cadáveres sobre la mesa, cuando los  cánticos feministas y los saltitos  de culitos respingones gubernamentales potenciaron la explosión de la pandemia. O cómo, a finales de mayo, Pedro el ilegítimo se jactaba: “hemos salido y, además, hemos salido más fuertes”. O, el 4 de Julio, que voceaba: “hay que salir a la calle, hay que disfrutar de la nueva normalidad recuperada”. Y, al día siguiente, en Bilbao, su escatológico: “hemos derrotado al virus”.

 

Aburridos estamos de tantas milongas calandrianas. Al coronavirus, ni lo derrotamos antes, ni lo estamos derrotando ahora. El combate contra el virus es temporal y de mera contención, hasta la llegada de una vacuna efectiva y generalizada. Traspasar toda la responsabilidad a las comunidades autónomas es una excusa de mal pagador. Es el caso de la campaña de acoso y derribo contra la presidenta de la C.A. de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, creando, además, un clima de odio y lucha de clases de tufo inconfundiblemente comunista. Pero que nadie se engañe: las transferencias en Sanidad no excluyen la responsabilidad del Gobierno en la salud pública general. Nuestro Estado es autonómico y no federal.

 

Lo importante se está escaqueando bajo la manta pandémica, en busca de votos para los PGE-21. Es obvio que el Estado necesita unos nuevos Presupuestos. Pero no lo es menos que negociar las cuentas en base a dejaciones políticas no es de recibo. No son materias homogéneas. Además, es indecente que, desde el Gobierno, se blanquee la subversión. Así lo hacía recientemente la ministra portavoz, María Jesús Montero, al calificar a Bildu, ERC y PNV como “los que aman a España”. O el ministro del interior Grande-Marlaska, perdiendo el culo para acelerar el acercamiento de los presos etarras al País Vasco. O el propio ilegítimo voceando, en sede parlamentaria, su “sentimiento profundo” por el suicidio del etarra Igor González.

 

El peloteo a los independentistas catalanes (ERC) es infame. El anuncio de la vicepresidenta, Carmen Calvo, de que antes de final de año estará lista la reforma del delito de sedición no es de recibo. Es un indulto encubierto para poner en la calle a los secesionistas del “procés”. Agobia ver la terrible “normalidad” con la que actúa un Gobierno caracterizado por falsear todo lo que toca. Nada extrañaría que, si le diera tiempo, acabase condecorando a los sediciosos con la Encomienda de la OIC (Orden Imperial del Caganer) que, quizás, ya esté diseñándose.

 

No obstante, en escenario tan perverso, se oye un cántico a la esperanza: hoy, 20 de septiembre, la Legión celebra un siglo de infatigable servicio a España y los españoles: ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!