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El incendio que vimos antes

Localizamos actas, lotes y actores de un “Grupo” que aprendió a no competir para ganar siempre. No se trataba de insinuar, sino de documentar.

El ‘Cártel del Fuego’ se fundó en 2001 en Palma del Río

 

En Andalucía costó mirar el Cartel del Fuego sin eufemismos y con nombres propios. En esta casa lo hicimos pronto y desde aquí: territorio, BOJA y mesas de contratación. No fue un golpe de suerte; fue método. Los años —y las resoluciones— han ido poniendo cada pieza en su sitio.

 

Andalucía, punto de partida

Cuando casi todo se narraba desde otros focos, situamos el epicentro en Palma del Río (Córdoba) y en el año 2001. Allí, según la investigación judicial, se selló el reparto de mercado que marcó una década larga de concursos. Localizamos actas, lotes y actores de un “Grupo” que aprendió a no competir para ganar siempre. No se trataba de insinuar, sino de documentar.

 

La capa institucional que nadie quería leer

Mirar el Cartel del Fuego desde Andalucía exigía entrar en las mesas del INFOCA, en los diarios de sesiones y en la letra pequeña del BOJA. Lo hicimos. No fue cómodo subrayar que todo esto transcurrió con gobiernos del PSOE en la Junta, ni recordar que hubo advertencias internas sobre “clara colusión” que no prosperaron. Pero era lo honesto con el lector andaluz.

 

La cronología ha sido tozuda

La instrucción terminó por describir lo mismo que aquí contamos pronto: repartos territoriales, concursos amañados y una red estable con epicentro andaluz. Afuera también llegó el eco: Chile sancionó conductas calcadas en licitaciones aéreas de su agencia forestal. No es una medalla; es una constatación: el tiempo nos dio la razón en lo esencial.

 

El coste humano: un funcionario bajo presión

Hubo valientes. Un técnico de Medio Ambiente dio el paso de denunciar con nombres y fechas. La respuesta administrativa fue una carrera de expedientes, suspensiones y señalamiento que terminaron en los juzgados. Sucedía bajo gobiernos socialistas. También eso lo contamos desde el principio, y conviene recordarlo porque explica por qué tardó tanto en emerger una trama que muchos conocían de oídas.

 

Lo que aportó mirar desde aquí

  • Geografía y contexto. Pusimos a Andalucía en el mapa de un caso que muchos reducían a “una guerra de helicópteros”. No era un asunto sectorial: era contratación pública, competencia y dinero de emergencias.
  • Documentos y precisión. No hablamos de “sospechas”; trabajamos con autos, actas, pliegos y cronologías. El lector encontró fechas, importes y cargos.
  • Continuidad editorial. No nos conformamos con el primer titular. Acompañamos la causa y las reacciones políticas, aquí y fuera, hasta ver resoluciones firmes.

 

Elegir el tono justo

Este no es un ejercicio de vanidad. Es un recordatorio de qué periodismo intentamos hacer: incómodo, preciso y local cuando conviene serlo. Si hoy muchas de aquellas piezas resisten la prueba del tiempo, no es por adivinar el futuro, sino por leer bien los papeles y mirar donde otros no miraban.

 

Epílogo

El Cartel del Fuego enseñó varias cosas: que los cárteles existen también en los contratos de emergencia; que la política tiende a mirar hacia otro lado cuando la incomodidad le cae cerca; y que la verdad tarda, pero llega cuando se la documenta sin miedo. Esa ha sido —y será— la ambición de Confidencial Andaluz: alumbrar lo que arde bajo las cenizas, sin aspavientos y con oficio.