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El jengibre acelera el metabolismo cerebral

Quienes elijan asumir la realidad de la existencia según veía la vida el hijo de María, tienen horizonte despejado para sorprenderse.

 

En 354, el Papa Liberio establece el día 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesús de Nazaret. Con cierto retraso sobre la realidad del parto de María. Y en 1223 Francisco de Asís construye el primer pesebre de la historia. Una señora escribe en un digital ayer , día de Navidad, que en unas decenas de años el número de creyentes en España habrá descendido tanto que los no creyentes podrán celebrar la Navidad sin Dios. Sin Dios ya la celebramos todo el mundo desde el día del parto de María. Porque el Dios en el que confiaba Jesús Nazareno, no era , como pone de manifiesto Berta Ares Yáñez en su magnífico libro sobre Joseph Roth, publicado en Acantilado, el que Kant derrotó en Europa con el viejo orden teocrático y con el orden deista al demostrar la imposibilidad de su existencia a través de la razón y al rebatir los modos de probar argumentando la existencia de Dios.

Heine, poeta, advirtió esa expulsión del ámbito de la razón especulativa y teorética. A ese Dios se refiere el descreimiento europeo y español al que invoca con alegría la autora que leía ayer. Pero el Dios que animaba al muchacho y al hombre de María era un Dios que llevaba en el corazón, que deseaba en el corazón y que quiso transmitir con su voz, con sus acciones y con su vida. En “La peregrinación de Childe Harold”, lord Byron dice que “el corazón se quebrará, pero aún quebrado pervivirá “. Pues la expulsión de aquel teocrático y deista ente no posible de probar por la razón kantiana  no ha resuelto el hecho mostrenco de que la libertad lograda por los seres humanos liberados de aquella cadena del poder no esté irremediablemente sometida al curso de una causalidad ajena que les puede ser contraria a sus proyectos y a su libertad. Y que muy a menudo así es y así es percibida y padecida por miles de humanos. Y de la cual no se puede blasfemar porque no existe receptor que oiga. Ya Giambatista Vico había dividido el ciclo de la acción creadora de los seres humanos en fases: teocrática, aristocrática y democrática. Estamos, con permiso de lo atado y bien atado made in don Torcuato Fernandez Miranda preceptor que fuera de del rey Juan Carlos I, en esta última fase. Ya los vivientes en esta país podrán ostentar el título de no creyentes sub auspiciis imperatoris. Quienes elijan asumir la realidad de la existencia según veía la vida el hijo de María, tienen horizonte despejado para sorprenderse.