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Elena, la Junta y el ruido de nueces

La Junta de Andalucía se inventa programas que financia con fondos europeos que, a la postre, defraudan a ciudadanos como Elena

Opinión / CONCHI RUIZ ALONSO.- Cada mañana cogía mi coche y atravesaba la carretera de Las Alpujarras hacia mi lugar de trabajo. Tardaba una hora en llegar a la oficina, allí soltaba el ordenador portátil sobre mi mesa y me iba rápidamente hacia el bar de la Plaza para tomar un café. Me sentaba siempre en un taburete junto a la barra y antes de que dijera buenos días ya estaba el dueño del bar preparándome una manchada en vaso de caña, como a mí me gustaba.

Antes de dar el primer sorbo hacía su irrupción en el bar Elena. Ella siempre iba con prisas, pero cada mañana se asomaba a ese bar por si yo estaba para contarme sus andanzas con su negocio. Elena era una emprendedora, sí, de esas con las que a los políticos les gusta hacerse la foto cuando vienen en las campañas electorales a ver a los de los pueblos, y a Elena le gustaba alardear de ello, que si había conocido a una directora general o a un delegado de la Junta de Andalucía, que si la habían agregado a Facebook… Te hablaba de ellos como si fueran sus amigos personales y hasta se llegaba a creer que la iban a ayudar con las promesas que estos le hacían.

Aunque todas y cada una de estas entidades de la Junta y trabajadores que por ellas hemos pasado lo hubiéramos hecho bien, ninguno hemos sido capaces de ayudar a Elena

A Elena la conocía porque le tramitamos en mi oficina una subvención para que montara su negocio, pero de nada sirvió esa ayuda, ni de nada sirvieron esas fotos con los políticos para mantener a flote su empresa. Ella asistía a todas las reuniones que las distintas entidades dependientes de la Junta de Andalucía organizaban: seminarios para mujeres emprendedoras, foros para el desarrollo rural, mesas sectoriales, jornadas de empoderamiento, talleres de asociacionismo… Creía que acudiendo a todos esos eventos podría aprender a ser empresaria o podrían ayudarla a mantenerse a flote.

Entre sorbo y sorbo de café me contaba con su acelero habitual sus nuevas ideas: «He pensado hacer una web de mi negocio para vender online, porque el otro día fui a una charla sobre marketing que organizaban los del Foro del Parque y nos dijeron que ese es el futuro para que podamos vender nuestros productos los de las zonas rurales. Voy a certificar mi negocio con la Marca de Empresas Sostenibles de las Zonas Rurales Andaluzas porque con ese sello apareceré en la web de la Junta de Andalucía, que me lo comentó la subdirectora de Promoción Turística cuando estuvo en mi tienda en las fiestas del pueblo…». Cuando acababa de exponerme su nueva idea de ese día, yo la frenaba, a veces reconozco que fui brusca con ella, pero la veía demasiado inquieta y dispuesta a hacer cada cosa que le contaba el charlatán de turno. Supongo que su desesperación por salvar su negocio la llevaba a ser así de impulsiva y creerse todo lo que le contaban personas que no conocían la realidad de los pueblos de La Alpujarra.  

La última vez que hablé con Elena me dijo entre lágrimas que había cerrado su negocio y que ahora dependía de que la llamasen para hacer mantecados en una panadería del pueblo.

He conocido a muchas Elenas durante los once años que trabajé como técnica de desarrollo rural, aunque el caso de ella fue el más sorprendente para mí, porque nunca conocí a ninguna emprendedora tan activa como ella, tan participativa, o más bien, tan fan y seguidora de todas las políticas que ponían en marcha las distintas organizaciones que la Junta de Andalucía dispuso por todo el territorio rural andaluz.[ot-caption title=»Detalle de Las Alpujarras» url=»https://confidencialandaluz.com/wp-content/uploads/2015/10/alpujarra-almeriense1-e1446053247904.jpg»]

¿Qué falló entonces? ¿Fracasó Elena o lo hizo la Junta?

Con todo el respeto y aprecio que le tengo a muchos antiguos compañeros con los que trabajé y colaboré en esto que llamamos Desarrollo Rural Andaluz, debo decirles desde la tranquilidad que da el no trabajar ya bajo la presión del político de turno, que fuimos cómplices del fracaso de Elena y, sobre todo que fuimos cómplices del fracaso de la Junta de Andalucía desde el cortijo que nos puso a nuestro pies.

Con distintas formas jurídicas, bien sea como Asociaciones, Consorcios, Organizaciones o Fundaciones, surgieron en todo el territorio rural andaluz, e incluso en las capitales de provincia, todo un entramado de entidades de nombres complejos y confusos para, en resumen, ayudar a los emprendedores rurales. Nombres como las llamadas Asociaciones de Desarrollo Rural (ADRs), las Unidades Territoriales de Empleo y Desarrollo Local y Tecnológico (UTEDLTs), los Centros de Apoyo al Desarrollo Empresarial (CADEs), la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía (IDEA), los Agentes Locales de Promoción del Empleo (ALPEs), los Nuevos Yacimientos de Empleo (NYEs), los Grupos de Desarrollo Pesquero (GDPs), todos ellos con un nexo común, la Junta de Andalucía, que los ha nutrido y nutre con fondos públicos de la propia Junta, de la Unión Europea o del Estado.

Estos organismos dependientes directa o indirectamente de la Junta de Andalucía están conformados por empleados que no son funcionarios públicos, es decir, que no han estudiado un temario relacionado con el cargo de gerente, director, técnico o administrativo que iban a desempeñar, y que en el mejor de los casos han hecho una entrevista o han concursado rellenando un examen tipo test de lo más light, sin atreverme aquí a pronunciarme si en el caso de las entrevistas o examencillos había o no dedo, ya que no puedo demostrarlo, eso lo dejo a la libre opinión de cada uno. Pero no se alarmen, esto es legal, yo en mi caso trabajé para una ADR, que es una asociación privada, por lo que no es obligatorio pasar un examen previo para entrar ahí, aunque mi nómina saliera de fondos públicos.

Así funciona la Junta de Andalucía, en lugar de convocar oposiciones para cubrir los diferentes puestos necesarios para ayudar al llamado Mundo Rural, se vio más conveniente, y está claro que se sigue viendo más conveniente, crear y mantener un sinfín de entidades, con el enorme gasto económico que ello conlleva, para manejar desde esas estructuras ajenas a la Junta el dinero público. En algunos casos habrá funcionado la fórmula pero en otros muchos no, habrá personas serias y responsables pero también las habrá que no, las habrá preparadas y con formación adecuada y también las habrá que no, habrá intereses políticos y empresariales en unos casos y en otros no, pero aunque todas y cada una de estas entidades y trabajadores que por ellas hemos pasado lo hubiéramos hecho bien, ninguno hemos sido capaces de ayudar a Elena.