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Entre el acolchamiento y el hartazgo

Y si España está dormida, nuestra querida tierra, Andalucía, que en semana y pico está convocada a las urnas, anda en estado catatónico.

 

-Defíneme con una sola palabra el estado en que se encuentra actualmente España

-¿Hartazgo?

-No. Fíjate en el personal que pasea por las calles de cualquier ciudad española. España está acolchada. Todo el mundo va de uniforme como en la china de Mao. Hombres, mujeres, viejos y niños llevan colocado un chaleco acolchado, azul, rojo, verde o marrón, como si viniesen de jugar un partido de golf en Pineda, Hato Verde o la Cartuja. Actualmente este es un país acolchado, o lo que es lo mismo, adormecido.

 Y si España está dormida, nuestra querida tierra, Andalucía, que en semana y pico está convocada a las urnas, anda en estado catatónico. Parecerá mentira, pero los andaluces vamos a volver a ratificar el próximo 2 de diciembre nuestro mayoritario apoyo a un régimen que, pese a mantenernos a la cabeza del paro y el subdesarrollo, pese a ser protagonista del mayor escándalo de corrupción de nuestra democracia, pese al desastroso estado de la sanidad o la educación, lleva perpetuándose ininterrumpidamente en el poder durante cuarenta años.

 

Parecerá mentira, pero los andaluces vamos a volver a ratificar el próximo 2 de diciembre nuestro mayoritario apoyo a un régimen que, pese a mantenernos a la cabeza del paro y el subdesarrollo…

 

 Hay un meme que circula por whatsapp y por las redes que afirma que el ISIS ha prometido quedarse con Andalucía. “Estos moros -señala- aún no se han enterado de que echar de aquí al PSOE y a Susana, es practicamente imposible”. Y es que si algo han sabido hacer bien los socialistas es dejar “atado y bien atado” el entramado electoral en el que fundamentan sus repetidas victorias. No sólo es el manido PER de los pueblos agrícolas ni la amplia tela de araña urdida con una función pública inflada de enchufismo en la Junta de Andalucía, es también, y sobre todo, un sistema clientelar que abarca desde los parados a los empresarios, pasando por diversos tipos de autónomos, a través de las generosas subvenciones públicas controladas por el poder. Se trata de algo que el PSOE ha ido tejiendo durante muchos años. Como una paciente Penélope, desde Escuredo a Susana, pasando por Borbolla, Chaves y Griñán, todos los dirigentes socialistas han contribuído en los últimos cuarenta años en diseñar una tupida túnica que cubra sus propias necesidades de supervivencia. Y cuando ésta le ha fallado, han sabido apoyarse en partidos necesitados del cariño del poder, como el PA, Izquierda Unida o Ciudadanos, que les han salvado los muebles.

 Todo ello le supone a Susana y al PSOE una fuente de votos en torno al veinte por ciento del electorado andaluz. Lo suficiente como para no tener que esforzarse demasiado y conseguir una mayoría suficiente. Me lo comentaba el otro día un amigo empresario: “Yo a esta gente del PSOE no los voto, pero no me importa que ganen y me sigan dando subvenciones. Al final, gano más que si gobernara la derecha”. No es de extrañar, por lo tanto, la de acolchados (no del rastrillo sino de Burberry) que se ven en los mítines y en las intervenciones públicas de Susana, donde la pregunta “¿Qué hay de lo mío, presidenta?” está a la órden del día.

 

Como una paciente Penélope, desde Escuredo a Susana, pasando por Borbolla, Chaves y Griñán, todos los dirigentes socialistas han contribuído en los últimos cuarenta años en diseñar una tupida túnica que cubra sus propias necesidades de supervivencia.

 

 A dos semanas escasas de la cita electoral andaluza, una especie de primarias nacionales en toda regla, lo único que está claro es que ganará Susana y que el PP-A y Ciudadanos, uno en caída libre y otro en ascenso progresivo, deberán arañar votos de debajo de las piedras para conseguir esos escaños de los restos y poder arrebatarle el poder a un PSOE que tendrá que acudir a la íntima enemiga de Susana, la podemita Teresa Rodríguez, para poder gobernar sin agobios. También parece medianamente claro que Susana no quiere saber nada con su jefe Pedro Sánchez (¡lagarto, lagarto!) y ha renunciado incluso a sus siglas partidistas en unos carteles electorales que más que un eslógan al uso, parecen la marca de una conocida cadena de supermecados, ya saben, “Más Andalucía”, con excelentes ofertas navideñas del dos por uno.

 En todo este lío, hay algo que deberían conocer muchos de los electores de derechas que han decidido cambiar su voto por su hartazgo hacia el PP del periodo “rajoyniano”. La atomización del electorado de centro derecha y su reparto entre PP, Ciudadanos y Vox, va a beneficiar y mucho a algún partido de la izquierda. Son varios los escaños que se juegan en diversas provincias por algo más de un centenar de votos y esos restos, dispersos, van a ser cruciales a la hora de conseguir mayorías. Ya sé que eso del “voto útil” es una seña de identidad de algunas fuerzas políticas que, como ocurre con el actual PP, han ido perdiendo paulatinos apoyos en favor de grupos minoritarios, pero hay que dejar constancia de ello para que, posteriormente, nadie se rasgue las vestiduras si, por una docena de votos, su partido ha perdido un escaño clave en Sevilla, Cádiz o Málaga.

 

La atomización del electorado de centro derecha y su reparto entre PP, Ciudadanos y Vox, va a beneficiar y mucho a algún partido de la izquierda.

 

 De momento, todos jugamos con las mismas reglas, aunque algunos tengan en su poder ciertas cartas marcadas facilitadas por las administraciones públicas ( la RTVA, Canal Sur y sus afines) que les pueden dar un plus clave para lograr sus propósitos. El caso es que seguramente será Susana quien encabezará la celebración, en 2020, del XL aniversario de la llegada del PSOE a la Junta. Es lo que hay y lo que los andaluces, pese a lo que pese, han decidido y volverán a decidir. Dicen, pese a que la historia lo contradiga en muchas ocasiones, que el pueblo nunca se equivoca. Pues, nada, hija, enhorabuena y a seguir cuatro años más en San Telmo.