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España, espacio Scalambri

A Montesquieu le han mandado quitarse los cordones de los zapatos y el cinturón de los pantalones y anda perdido por los sótanos de los juzgados.

En las ideologías autoritarias no existe el adversario político, ni la misma política, sólo afines o delincuentes. Es una lectura de la vida pública donde la democracia queda reducida a un pretexto o un malentendido. Se trata de avasallar a los adversarios políticos a la manera del comisario Scalambri de la novela “Todo modo” de Leonardo Sciascia que presumía de poder doblegar al Papa y al mismo Dios metiéndoles en una sórdida comisaría y mandándoles quitarse los cordones de los zapatos y el cinturón de los pantalones. Cualquiera, por muy poderoso que sea, -concluía el comisario- se desmorona cuando se le trata como a un ladronzuelo de gallinas. Ello supone extraditar el debate político a los intersticios policiales y judiciales. Hay que malversar los fines de la justicia cuando se trata de criminalizar al Papa o a Dios, sobre todo, si existe la constancia de que ninguno de los dos roba gallinas. Pero cualquiera de ambos sentados en el banquillo los convierte icónicamente en delincuentes. Y esto es posible por la impunidad del comisario Scalambri a quien nadie pedirá responsabilidades ya que lo que hace es perseguir el delito incluso donde no existe.

Si el Papa o Dios castigaran a Scalambri daría la apariencia de que trataban de ocultar algo, de que necesitaban que el comisario dejara de investigar y los creyentes podrían comenzar a tener dudas. Por ello, el comisario Scalambri acabará condenando al Papa y a Dios confundiendo las plumas de los ángeles con las de las gallinas. ¿Es la España actual un espacio Scalambri? Algunos jueces y órganos judiciales superiores están empeñados en que así sea mediante sus actuaciones scalambrianas. Se cita a declarar inmotivadamente nada menos que al presidente del Gobierno al objeto de grabar la declaración y que todo el país vea como un juez le manda al jefe del ejecutivo quitarse los cordones de los zapatos y el cinturón de los pantalones. Hay jueces que sin rubor afirman que tumban leyes y que piensan con sus actuaciones judiciales derribar gobiernos. Otros retuercen las leyes hasta hacerlas irreconocibles de los fines que su tenor literal prescribía.

El espacio Scalambri subvierte las soberanías en las que se fundamenta el Estado democrático, ya que todo acaba sustanciándose en la decisión de unas puñetas ideológicas e intocables. A Montesquieu le han mandado quitarse los cordones de los zapatos y el cinturón de los pantalones y anda perdido por los sótanos de los juzgados. Una justicia que se marca unos objetivos políticos y pone en marcha el sistema judicial al objeto de prospectivamente intentar llegar al objetivo previsto es volver a la metafísica del derecho inquisitorial, inquisitio hereticae pravitatis, en el que el principio in dubio pro reo (en caso de duda se favorece al reo) es sustituido por el de in dubio pro fidei (en caso de duda, se favorece la causa de la fe), es decir, un modelo de justicia punitiva en el que una parte o todo el tribunal  es también parte interesada en el proceso penal, en lugar de una instancia imparcial entre dos partes enfrentadas.

Todo ello conduce a la condena Scalambri, consistente en apartar a ciertos políticos de izquierdas de las instituciones, tratándolos como delincuentes. Así, se puede citar, entre otros, a Podemos, con la macrocausa Neurona; el Sindicato Andaluz de los Trabajadores (SAT), pasando por los Comuns, Ada Colau, Isa Serra, Alberto Rodríguez o Victoria Rosell. La persecución judicial a Podemos, fue un lawfare de libro. Hace unos años, Mónica Oltra anunció su dimisión dejando una reflexión que hoy vuelve a cobrar sentido: “Que nadie se pregunte de aquí a veinte años, de aquí a veinte meses, qué cojones pasó en este país. Porque este país tiene un problema cuando absuelve corruptos, cuando M. Rajoy no es un indicio, y se encausan inocentes. Y pasan Vickys Rosells, y Albertos Rodríguez, y las niñeras. Y este país es un problema cuando no nos defendemos de la extrema derecha. Este país tiene un problema… Este país tiene un problema cuando nos desubicamos. Ganan los malos. Lo que más siento y lo que me gustaría evitar es que nadie piense que no es posible hacer políticas de izquierdas, que no es posible plantarle cara al poder, plantarle cara a la corrupción, plantarle cara a la oligarquía y a los poderosos. Nos están fulminando uno a uno con denuncias falsas, y el día que ustedes quieran reaccionar, les habrán fulminado también”.

Como no recordar el poema de Martin Niemöller:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

El comisario Scalambri siempre está al acecho.