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Jorge Mario Bergoglio ha muerto

Jorge Bergoglio, químico, porteño, jesuita, de genio fuerte, potente y ejerciente del poder, ha sido luminoso, gracias al sol.

 

Ochenta y ocho años, un balcón para bendecir, un coche eléctrico para pasear entre las gentes que lo quieren,  un niño que llora al acariciarlo, un domingo radiante de Resurrección, una maldición para los que desprecian a los emigrantes, una duración asignada para su vida, una muerte, la suya, en pleno ejercicio de la función papal. Lo poetizó Salvatore di Giacomo: “Y no es de oro / porque el oro es nada / y sin el sol no sería luminoso”. Pero Jorge Bergoglio, químico, porteño, jesuita, de genio fuerte, potente y ejerciente del poder, ha sido luminoso, gracias al sol.

Ha tenido, y tiene, enemigos entre sus funcionarios y entre sus supuestos pastoreados, ha sido atacado y vilipendiado por los poderosos y los aspirantes a algo que no tendrán jamás, más Amós el profeta que cultivaba higos y cuidaba ovejas ya le advirtió, y nos advirtió: “Como salva el pastor de la boca del león dos patas o la punta de una oreja, así serán salvados los hijos de Israel” (Am 3, 12). Este hijo de Israel, que como el rabí Abbahu sabía que cuando alguien te diga “Yo soy Dios”, miente; y si te dice “Y soy Hijo del Hombre”, al final lo lamentará y si dice “Yo subiré al cielo”, lo dice pero no puede cumplirlo, ha muerto como su Señor, rodeado de mujeres y hombres y niños, con una tableta en la frente “rex cristianorum”. Con el poder de bendecir y advertir del mal y de la guerra hasta el ultimo aliento.

Como su Señor, el Galileo, Jesús de Nazaret, Jorge Mario del barrio de las Flores, “mi Buenos Aires querido”, ha dejado suficientes enigmas para oscurecer a los listos que diseccionan a los hombres y sus vidas. Como las de Jesús, sus intenciones y sus acciones, sus proyectos y sus anhelos seguirán siendo un enigma. Ha muerto un hombre que ha repetido tres veces, “Sí, Señor, tu sabes que te amo”. Ese es su balance. El Único balance que cuenta en esta Pascua Florida. Augurí, Santo Padre.