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La vida se nos ha vuelto del revés

Mientras tanto ellos viven bastante bien. no sólo los del Gobierno, sino a toda una clase política a la que no parece afectarle una crisis

 

Cuando sólo acaba de cumplirse un año de las últimas elecciones generales y de la formación del denominado “Gobierno progresista” de Sánchez e Iglesias, uno echa la vista atrás y sólo observa desolación y miseria, dolor y rabia, miedo y muerte. Caos, ruína total, falta de esperanza en el futuro y ochenta mil muertos, la mayoría de ellos pertenecientes a la generación que vivió los últimos coletazos de la dictadura franquista y que se dejaron la piel por lograr un Estado democrático y de derecho que olvidase el guerracivilismo que dividía a los españoles. Ahí queda eso como balance de un año nefasto que puede ser superado por lo que ocurra éste que acabamos de empezar. Pues como dice el aforismo, es muy posible “lo peor esté por llegar”. Y no es que el dúo del progreso sociocomunista sea el culpable de todo, pero sí del progresivo deterioro de las instituciones que nos habíamos dado los españoles hace cuarenta años y que supusieron un desarrollo social, político y democrático envidiado por muchos paises. No le voy a echar a ellos la culpa de la puta pandemia del coronavirus, sólo faltaría eso, pero sí de la nefasta gestión de la crisis sanitaria, política y económica que nos ha llevado a dónde ahora estamos. Culpar a la oposición de la falta de colaboración para aunar voluntades en el combate diario no es sino una estratagema falaz que ya no engaña a nadie. Son ellos quienes gobiernan y es a ellos y no al lucero del alba a quien hay que pedirle responsabilidades.

 

Y no nos dejemos engañar. La táctica diseñada por Ivan Redondo y su equipo de asesores (sinceramente creo que el jefe del Gabinete de la Presidencia de Sánchez es uno de los individuos que más daño le ha hecho al Estado de Derecho en el que aún nos movemos) es lanzar continuamente globos sonda, macguffins, cortinas de humo que, amplificadas hasta la saciedad por los medios de comunicación y las redes sociales de la cuerda (que son casi todos), impiden que la ciudadanía centre su atención en lo que de verdad importa y se dedique a discutir sobre el sexo de los ángeles o la pelea de los Pantoja. Por eso, cuando el excelentísimo señor vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, concede una entrevista a su amigo “El follonero” y compara a fugado Puigdemont con los exiliados de la guerra civil, no se equivoca. Sabe muy bien lo que dice y sabe que ello provocará una semana de debates, réplicas, contrarréplicas, polémicas y discusiones sobre su gilipollez histórica y su memez intelectual mientras se cierran cientos de negocios en todo el país, se llenan las UCIS y se mueren miles de españoles en los hospitales. Es la táctica que les está dando un magnífico resultado y a ella se dedian en cuerpo y alma Sánchez y sus socios. Por eso lo mejor que haríamos los ciudadanos ante estas pamplinas dialécticas es hacer oídos sordos para ni seguir bailándole el agua a sus diferentes “goebbels” expertos en comunicación de masas. En el escaso mes que llevamos de este 2021 han lanzado  y reproducirdo hasta la saciedad globos sonda como lo que ellos llaman el “exilio del Rey”, la sempiterna pelea con la Comunidad de Madrid y de paso con las autonomias que ellos no gobiernan, la nevada histórica de Filomena y sus consecuencias, las vacunas, revacunas y falta de vacunas en todos los rincones de España, la culpa de esta tercera ola del coronavirus por habernos reunido familiarmente en Navidades y en nada ya verán como se inventan cualquier otra historia para tener entretenido al personal. Ahora vendrá la amenaza del recorte de pensiones.Al tiempo.

 

Porque, claro, mientras tanto ellos viven bastante bien. Y no me refiero sólo a los del Gobierno, que también, sino a toda una clase política a la que no parece afectarle una crisis que está dejando en la más absoluta indigencia a buena parte de los españoles que alucinan cuando ven los chalés de Pablo e Irene, el falcon de Sánchez y los sueldos de la mayoría de los políticos, diputados, senadores, Gobiernos y parlamentarios autonómicos, presidentes de diputaciones y cabildos, altos cargos, asesores, alcaldes y toda la retahila de personajes que medran del Estado, mientras al currito de a pie, que ya está tiritando económicamente debido a la falta de trabajo y a los impuestos, le sube la luz un treinta por ciento en plena ola de frío polar, le sube el gas, el diésel y lo que te rondaré morena. Si, ya lo sé. Diran que todo ésto es pura demagogia. De acuerdo, pero habrán de reconocer que el una demagogia que se basa en verdades del barquero, mientras que la demagogia esgrimada estos últimos años tanto por los dirigentes socialistas como los líderes de Podemos está basada en mentiras flagrantes. Sólo basta con echar un vistazo a las hemerotecas para contemplar los que decía hace tan solo un año Pedro Sánchez sobre su socio de Ejecutivo, o lo que afirmaba Pablo Iglesias sobre su actual jefe. Y dejemos a un lado la pandemia del coronavirus con Illa, Simon and company porque entonces acabaríamos aburriéndonos. Por menos de ésto tuvo que dimitir Nixon. Aquí, pase lo que pase, no dimite nadie. Y no sólo eso, sino que no son capaces ni de reconocer que se equivocaron. Todavía estoy esperando que Sánchez e Iglesias, tan modernos, progresistas y sociales que dicen ser, den explicaciones a los usuarios sobre, por ejemplo, la subida de la electricidad o sobre el inminente indulto que le van a conceder proximamente a los presos que dieron el golpe de Estado en Cataluña. Se lo aseguro, sus explicaciones ni están ni se le esperan. Al tiempo.