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Lo que la DANA se llevó

Y hay algo más que la DANA se ha llevado y que va a ser difícilmente recuperable, al menos a corto o medio plazos.

 

Lo más grave, lo más duro que se ha llevado esta DANA ha sido la vida de más de doscientos ciudadanos, junto a muchas viviendas, muchas infraestructuras, muchas empresas, muchos empleos, muchas formas y proyectos de vida. Pero, salvo lo primero, lo demás es recuperable.

Y hay algo más que la DANA se ha llevado y que va a ser difícilmente recuperable, al menos a corto o medio plazos. Y ello es la esperanza que albergábamos muchos españoles de que nuestra clase (¿?) política recuperase, al menos en estas duras vicisitudes pasadas, un atisbo de la cordura y el nivel que a todos los actores políticos debemos exigirles. Y, desgraciadamente, nada más lejos de la realidad observarse puede.

Algunos pensábamos que, después del 28 de mayo y el 23 de julio del año pasado, la búsqueda de acuerdos para esos temas otrora llamados de estado, ante las dificultades de mayorías parlamentarias, iba a necesitar de un entendimiento lógico y razonable entre los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP.

Sin embargo, frente a ese optimismo, y ante necesidades reales y apremiantes que reclaman algunos de esos temas de estado, la pendiente real por la que se ha ido deslizando la política española desde entonces, no ha hecho sino ahondar el foso y ensanchar la trinchera que cada vez más separa a aquellos partidos que así se calificaban. Y no es mi intención entrar en un repartir culpas, de sentenciar y condenar a uno más que a otro, que también, sino de analizar realmente a dónde nos lleva este despropósito de polarización rampante en la que se está sumergiendo a la política española.

Con ocasión de los catastróficos efectos de la DANA pasada, se ha querido poner el acento en que el problema es el modelo de gestión de crisis; que falta un mejor desarrollo constitucional de este estado cuasifederal de reparto de competencias. Y no falta cierta verdad en ello, pero las medias verdades son las peores mentiras. Es verdad que después de las experiencias de la pandemia y su gestión, podría haberse legislado en orden a esa articulación de los distintos actores políticos y administrativos del Título VIII de la Constitución, cuyas costuras de relación se comprimieron y estallaron en algunas ocasiones durante aquellos dramáticos meses.

Pero siendo cierto lo anterior, ésa sería la media verdad y peor mentira a la que atenderíamos. Modestamente, creo que no, que no es ésa la causa. Ciertamente hay que desarrollar muchas de las cuestiones que plantea nuestro modelo constitucional para avanzar en un estado federal , que no confedera l al que nos quieren arrastrar los nacionalismos excluyentes que forman ahora esa pretendida mayoría de progreso que apoya al Gobierno de España en las Cortes Generales, con silentes o cómplices actuaciones desde el Consejo de Ministros o sus terminales parlamentarias.Pero no es ése el problema. El problema a mi modesto entender no es el modelo, con sus defectos y mejoras, sino, en gran medida, los comportamientos de los actores encargados de hacer lo que las urnas les han encomendado.

Nuestro modelo constitucional, como es propio a los estados compuestos basa la relación entre las partes del todo y ese todo, en principios tan claros como los de unidad, autonomía, integración, solidaridad, cooperación, complementariedad, concurrencia y otros similares más. Pero para todo ello hace falta que los actores políticos, TODOS, partan del respeto a esos principios y no sólo en los discursos, sino, sobre todo, en la práctica política diaria.

Desde esas citadas fechas del año pasado, de elecciones locales, autonómicas y generales, y más tarde aún, de las europeas, ha faltado junto a esos principios de inspiración reseñados y necesarios en la relación entre administraciones y poderes, ha faltado, sobre todo, y además, lealtad constitucional.

Más allá de los bulos de redes sociales, desde la Comunidad Valenciana y desde la calle Génova, se ha hecho un mantra de que el Estado no ha dado la información suficiente para adoptar medidas a tiempo, o que no ha ayudado bastante. Pero eso, según qué días y qué actores. Mientras, siguen en al aire tantas y tantas explicaciones que deben ser explicitadas desde allí.

A la par, desde el Gobierno de España, eso sí con más tacto y cierta prudencia, pero también, y según días y horas y qué portavoz, las culpas se han ido trasladando hacia la administración autonómica y a la ¿leal? oposición, pero sin tampoco explicar seria y verazmente por qué no se adoptó la declaración de emergencia nacional, el no acudir ab initio los resortes de la UE y lo que de todo ello pudiera haberse derivado.

Súmense además y las tardías explicaciones en las Cortes Generales y en las valencianas. El Presidente Sánchez no fue a Budapest a la Cumbre Informal de la UE, ni va a Ecuador a la Cumbre Iberoamericana, por estar a pie de obra. Sí fue a Bakú a una poco útil Cumbre del Clima. Pero no ha ido a la Carrera de San Jerónimo.

Y mientras, e in crescendo, y sin fin, dardos de un lado a otro de la trinchera y más profundidad en el foso. Deberían leerse nuestros actores políticos las prácticas de otras democracias más experimentadas en el parlamentarismo y atender, por ejemplo, a los británicos conceptos y modos de la accountabilit y , (que tal vez podríamos traducir por dación de cuentas en sede parlamentaria), y la responsibility por el mal desempeño de la función política, como estos días recordaba mi admirado Virgilio Zapatero (El Español, 14.11.2024). Cada una de estas cosas tiene su tiempo.

Teresa Freixas, el mismo día (The Objective) en uno de sus habituales y sesudos comentarios, aludía a que nos ha faltado, también en esto, coordinación/colaboración/cooperación entre entes federales y entes federados; es decir, entre el Gobierno y las comunidades autónomas.

Yo añado la falta de lealtad constitucional como colofón a todo ello. El estrambote final de los despropósitos de esta forma del quehacer político se fue a Bruselas donde, de nuevo, la patriótica leal oposición saca a pasear lo que no sabe hacer en casa. Y en forma faltona y gritona y emulando y queriendo superar a la extremísima derecha voxiana , ataca a nuestra candidata a Comisaria y Vicepresidenta Ejecutiva de la Comisión, a una compatriota, en su Audiencia de Confirmación ante el Parlamento Europeo, aprovechando que el Pisuerga no sé ya por dónde pasa. Ella resulta que es la culpable última de los efectos de la DANA. Mire usted.

Y, a la par, el pretendido líder de los populares europeos, el señor Manfred, Herr Weber, en alianza con el Señor Feijóo, don Alberto, aprovecha que el alemán río Spree pasa por allí también, y aprovecha la cuita de los populares españoles y le sirve para zancadillear a su conmilitona Úrsula von der Leyen, poniéndole al cobro facturas domésticas de la Alemania de ambos que, por cierto, se enfrenta a unas complicadas elecciones generales en febrero con una más que ascendente extrema derecha. Falta de respeto y menosprecio a las instituciones europeas es poco para definir esto. Y además lo hacen en una edificio que recuerda a Altiero Spinelli. Si él y los demás padres fundadores de la UE levantaran la cabeza y vieran a estos herederos de su democracia cristiana y de su Europa federal, como mínimo, al cuello se les echarían.

Convendría reflexionar sobre una de las cosas dichas por S.M. el Rey, que sigue siendo Jefe del Estado, felizmente, a pesar de algunos de esos progres de salón que padecemos, cuando vestido de traje de faena y en visita a quienes están dando la cara como ciudadanos de uniforme en Valencia, habló de que en estos momentos debemos ser “c onscientes de que cada uno debemos estar en nuestro sitio .

” Repase cada uno en qué lugar ha estado y si era el que debía ocupar y de ellos se esperaba. La Constitución que llena la boca a tantos voceros de los partidos de estado, y que celebraremos de nuevo en breve, no se defiende en mejor forma que haciéndola patente en el quehacer político diario: unidad, autonomía, integración, solidaridad, cooperación, complementariedad, concurrencia y lealtad constitucional. De todo ello ha faltado en los actores políticos en su quehacer.

¡Cuántas cosas se ha llevado la DANA!

Y el 20 de Enero, Trump y sus secuaces en la Casa Blanca, con mayorías holgadas en el Congreso y el Senado norteamericanos. Y con mando en plaza en su Tribunal Supremo. No pasa nada.