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Los jueces no se tocan, nene

Los tribunales de justicia aplican las leyes. No siempre lo hacen acertadamente y por ello hay escalas de recursos a órganos jerárquicamente superiores.

 

Rafael Azcona escribió una novela con el título “Los muertos no se tocan, nene”, situada en 1959 en Logroño. Después en 2011, se hizo una película basada en aquel texto.  Bien, 1959 queda muy atrás en el tiempo y el Logroño de aquel tiempo, para los que gozamos de la placidez de su discurrir, desapareció ha mucho. Lo que no han desaparecido, y casi no han cambiado, han sido los jueces. 

Un grupo político que forma en el patio de armas de Moncloa incluyó en su programa introducir en el ordenamiento legal español un texto modificador del Código penal para garantizar la exigibilidad del consentimiento expreso a la hora de tener un crhus,  una relación sexual. Exigir ese consentimiento para garantizar la libertad, la intimidad, la dignidad y el respeto debido a las mujeres a quienes hombres educados en el dominio sobre ellas y convencidos de su poder vienen sometiendo a vejaciones, abusos y violaciones a un número alto de ellas, era una excelente decisión . Exigir el consentimiento expreso era una defensa legal con penología adecuada de las mujeres agredidas.

La técnica redaccional de nuevas leyes exige sabiduría, reflexión, tiempo de revisiones y matizaciones, borradores sujetos a cambios, consultas a órganos constitucionales,  escucha de opiniones de tendencias variadas. Aún así no se pueden garantizar perfectos textos legales que no produzcan, antes o después, daños no previstos y, menos aún, buscados de propósito. 

Ocurre ahora que una de las leyes impulsada por aquel grupo político al que mencionaba antes, en la que la ministra responsable apostó con ánimo esforzado en defensa de mujeres vilmente abusadas y agredidas por indeseables creídos de que eran de su uso y propiedad, produce alarmantes revisiones de condenas que rebajan las penas de convictos penados en firme. Con el escándalo y alarma social esperables.

Los tribunales de justicia aplican las leyes. No siempre lo hacen acertadamente y por ello hay escalas de recursos a órganos jerárquicamente superiores y uno en la cúspide de la Administración de Justicia que unifica y confirma doctrinalmente las interpretaciones.

Que la ministra impulsora política de la ley aprobada por el Ejecutivo se dedique con desfachatez y desparpajo adolescentes a poner a apear de un burro a los tribunales que la hacen descender a la realidad cotidiana de prisiones, condenados, abogados , tribunales y salas de justicia de uno u otro escalón recursivo, no solamente dice mucho de su poca elegancia política y humana sino, lo que es peor, invita a un choque entre poderes del Estado que, unidos a otros descarrilamientos de estos días, pueden confirmar más pronto que tarde una salida de las vías en las que el gobierno de coalición desaparezca en el sumidero de la historia. Los jueces no se tocan, nena. Ni nene.