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Me gustan los avales, segunda parte

Javier_Menezo
Javier Menezo*

Hay un juego que va de decir una palabra y contestar lo primero que se nos ocurra. Juguemos. Digo avales y, la mayoría, contestaría llega ‘Susana Díaz’. Siempre le han gustado, ya lo dijo. Si en el juego participa ella, dices votaciones y su respuesta, inmediata, sería avales.  Después, añadiría: no me mientes primarias que las carga el diablo.

El segundo intento de conquistar Madrid, que inició en cuanto recompuso el gesto, requiere unos previos, dominar su partido en su Andalucía y en cada una de las provincias de su Andalucía. En esto anda ahora. Por ello anda otra vez con los dichosos avales. Exigir porcentajes altos, puede que no impida en todos los casos que haya primarias, pero mira, igual suena la flauta y nos evitamos tan incomodo trámite. Así, en loor de multitud (de avales) se convirtió dos veces en la secretaria general andaluza.

Tras las primarias que ganó Sánchez, la realidad de los avales quedó tan expuesta ante los ciudadanos en general que, ahora, estos ya saben. Saben que exigir muchos para poder presentarse a unas primarias es la manera de impedirlas; saben que hay presiones para avalar, y que luego en la urna las cosas cambian; saben que están los que preferirán no significarse y que los de arriba consiguen más avales que votos. Saben eso, y las razones.

 

Una provincia que se inclinase más hacia Ferraz que hacía Sevilla sería ese hilo que se sale del jersey, tiras y te quedas sin manga.

 

Ahora toca, por tanto, amarrar los secretarios generales provinciales socialistas. Una provincia que se inclinase más hacia Ferraz que hacía Sevilla sería ese hilo que se sale del jersey, tiras y te quedas sin manga. Los nuevos estatutos del PSOE permiten, como excepción y en lo que resta de año, los procesos electorales internos puedan exigir un 20% de avales para ser candidato-nombre, apellidos, DNI (número de calzado no es necesario)-. Como antes dicen. Exacto, como antes cuando no había primarias.

Las nuevas normas requieren, para ser candidato, un 3% mínimo y un 6% máximo y sin nadie alcanza el 50% una segunda vuelta entre dos. Lo otro es una excepción temporal. Sobra preguntar que porcentaje se usará. De los comités provinciales, que debían decidirlo, forma parte una mayoría amplia de cargos orgánicos e institucionales, o ambas cosas, y aspirantes a serlo. Resulta que yo que no soy nada de ello, estoy en uno, aún. El resultado de la votación también es imaginable. A favor de los nuevos estatutos votamos 25 -a mano alzada, claro- 124 eran del 20%.  Bien, fue hermoso ver la democracia en acción.

Lo más interesante de la política es ver como se usa el lenguaje. De Huelva a Almería la defensa de ese 20% no ha sido un: porque así lo ordena quien lo puede ordenar. Lástima, un ejercicio de sinceridad de tal calibre hubiera sido fascinante. No, se defendió, primero, con argumentos contra el voto secreto, hasta el extremo de casi identificarlo con cobardía. Una segunda defensa fue que establecer una barrera a la presentación de candidatos, refuerza la calidad de la democracia interna. Cuanto hubiera disfrutado Frank Underwood. Nos habría repetido que la democracia está sobrevalorada.

 

En su célebre Carta al padre, Kafka comienza: “Me preguntaste una vez porque te tenía miedo y no supe que responderte, quizás por el miedo que te tenía”. Pues lo mismo.

 

Y, en estos Comités se habló del miedo. Nadie debería tener miedo a avalar públicamente. Reclamado, eso si, por quienes avalarán la opción correcta. Más, la referencia era unidireccional, el miedo de los de abajo hacia arriba. Del verdadero temor no se habló.

En su célebre Carta al padre, Kafka comienza: “Me preguntaste una vez porque te tenía miedo y no supe que responderte, quizás por el miedo que te tenía”. Pues lo mismo. Le preguntas por qué no se habló del otro miedo y no saben que responder, quizás por el miedo que la tienen.

El verdadero temor está arriba, es a perder el control del Partido, a dejar una costura que se agrande y termine con el monolítico control del partido. Mejor atajarlo antes. Poner dificultades y, si se superan, saber el nombre de quienes apoyan al candidato erróneo, hacer cálculos. Un miedo que baja en cascada. Si arriba tienen miedo al voto secreto de los de abajo. Los del medio tienen miedo a enfadar a la de arriba ¿Es sólido un liderazgo construido (más bien, continuado, ya que de eso va, de continuar) sobre la desconfianza hacia quienes tienes que liderar? ¿Uno que prefiere imponer a motivar?

En la moderna democracia de audiencia, afirmaba Sartori, el electorado responde a lo que se le presenta en el escenario. Y este escenario la gente lo conoce bien. Conoce que siguen las mismas élites preocupadas de su propia supervivencia. Pedro Sánchez debería reflexionarlo. El desencanto es un sentimiento proporcional a la esperanza que se ha generado. Y ella lo sabe.

 

*Javier Menezo es Abogado. Letrado del SEPE (INEM). Militante de base del PSOE

@javimenezo