
He leído, como suele suceder, en una red social, que luego te conduce al original, que los que son tiquismiquis con la ortografía ajena suelen tener mala milk. Lo de milk va dedicado a toda esa cohorte que espolvorea en su discurso unas pocas palabras en inglés para que sepamos que domina (sólo a ratos) la lengua de la Gran Bretaña.
Resulta que la Universidad de Michigan ha dictaminado dos conductas antagónicas con sólo 83 voluntarios. ¿Y qué son 83 voluntarios ortográficos americanos comparados con la cantidad de voluntarios corruptos españoles que podrían salir a poco que dieran la voz de hacer un estudio científico? A lo mejor es por eso por lo que han salido tantos.
Así que la Universidad con esa escueta muestra ha dado su veredicto y se ha quedado tan pancha. Se ha quedado tan pancha porque en esas universidades tienen tanto tiempo y tanto dinero que investigan lo que se les ponga a tiro. Aquí, por ejemplo, el que quiere dar una ponencia para engordar su currículo universitario debe pasar por caja. O sea, que encima de trabajar como un negro en los campos de algodón tiene que soltar la mosca. Pero esto es España y no Michigan. En Michigan, aunque cueste creerlo, no atan los perros con longaniza. Los deben atar con voluntarios a los distintos estudios científicos de sus potentes universidades.
El estudio de marras viene a decir que los que hacen la vista gorda ante las faltas de ortografía y gramaticales son más amables y extravertidos (bueno, ellos escriben extrovertidos, qué le vamos a hacer) porque los rasgos de personalidad se correlacionan con las actitudes en el lenguaje. Y, por tanto, los implacables, los que no pasan ni una, están en las antípodas de los anteriores, para abreviar.
Sí, pero, si usted, un poner, es amable y extravertido y se sienta un día tranquilamente a leer su periódico favorito, supongamos que ese que abarca más geografía que el otro, y de pronto se encuentra con esto: “la bandera ondeaba a media hasta”, de entrada pega un brinco. Un brinco porque lee la firma y la firma es de solera. Ya se sabe que la bandera a media asta no es un plato de gusto para nadie, hasta (preposición) que por motivos externos o internos se iza como Dios manda.
Si usted continúa su periplo lector y tropieza, por ejemplo, en el rotativo de título geográfico menos pretencioso que el anteriormente nombrado, con unas declaraciones recogidas a pie de calle en las que se escribe orguyo de esta guisa, no piensa que el periodista, esta vez de la fiel infantería, ha reproducido demasiado textualmente las palabras del interfecto. Pero usted ya empieza a removerse en el sofá. Hay que tener en cuenta que usted es lector (el lector) pero no por eso deja de ser humano.
Esas amabilidad y extraversión de las que hablan en el estudio se van debilitando cuando se da de bruces en el periódico de las letras del alfabeto con una interperie. La intemperie siempre ha sido dura como una roca, pero llevarla a esos extremos es excesivo.
Claro que si quiere mantenerse firme y prevenir los alifafes, evite entrar en las redes sociales. Para ese cometido no hay que ser amable, sino tener una voluntad de hierro para no pasarse al enemigo. O sencillamente ser un ácrata ortográfico, al estilo de Juan Ramón Jiménez, pero sólo al estilo, porque el padre de Platero sólo era un obseso de las jotas y poco más.
No, ni se asome. En todo caso que vengan de la Universidad de Michigan y hagan otro estudio científico y luego, para enredar, lo cuenten en las redes.