The news is by your side.

Ojos para ver, oídos para oír, cerebros para actuar

“El hombre no toma conciencia de su ser más que en las situaciones límite”

 

7 de febrero de 1957. Facultad de Derecho de la Universidad Central. Madrid. Metro de Noviciado. Bocatas de calamares. Calle de San Bernardo. 11 de la mañana. Aula de la primera planta, dedicada al primer curso de carrera. A esa hora clase de Derecho Romano. Explica don Juan Iglesias, catedrático. Terno gris, chaqueta cruzada, habla reposadamente, acento salmantino, sin mirar una sola nota. Un griterío altisonante en la escalera, las puertas del aula se abren sobre las bisagras rotas y a punto de caer. Unos sesenta energúmenos con camisas azules bordadas en rojo ayer, con porras y calcetines llenos de arena comienzan a pegarnos para obligarnos a salir del aula. Gritos, insultos, porrazos de defensa de aquellos salvajes. Allí están de alumnos Álvarez del Manzano, Eduardo Pina, Pueyes, Nicolas Sartorius, Víctor Manuel Perez Diaz. Y un servidor con 16 años recién cumplidos, uno de los más jovenes del curso.

 

Cuando conseguimos salir, después de recibir unos cuantos porrazos, a la calle de San Bernardo, nos encontramos con un escuadrón de grises a caballo, con vergajos largos, de cuero, que nos rodearon y nos dieron otra tunda de vergajazos inolvidables. A todo esto, sin comerlo ni beberlo y sin saber a santo de qué venían los golpes. Venían porque en las facultades había ya un maremoto silencioso de hacer variar de estructura y tumbar a la organización de los estudiantes universitarios. Frente al SEU de Martin Villa, las cámaras sindicales.  Falangistas, porras, guardias a caballo, vergajos. Era la libertad, ¡carajo!

 

Escribe hoy, 24 festividad de María Auxiliadora, Fernando Onega en La Vanguardia: “Lo grave es cómo Milei califica a los adversarios, expresión de violencia verbal, anticipo de la física. Lo muy grave es ver cómo le aplauden frases tan hirientes como esta: “La justicia social es aberrante”. Y lo alarmante es comprobar cómo quienes aplauden esa barbaridad ganan elecciones y suben en las encuestas de intención de voto. Esa es, por ello, la nueva e inquietante revolución que se está gestando ante nuestra inocente contemplación.”

 

Sí, eso es lo grave. En mi última columna aquí dije algo parecido, porque no podemos, no debemos, bajar la guardia. Con los abascales, mileis, lepenes, adefes, melonis, trumpistas, valles, y la catalana de Ripoll están, siempre, agazapados o firmes en su fe, los de las camisas azules bordadas en rojo ayer, o negras, o marrones, pero con calcetines de arena o porras o gestapos o torturas carcelarias o asesinados en los paredones de los cementerios. Lo advirtió Karl Jaspers: “El hombre no toma conciencia de su ser más que en las situaciones límite”. En Europa, sordos y ciegos, ahítos de euros y ansiando más poder como sea, estamos en un limite situacional del que hay que tomar conciencia. Y hacerle frente.