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Paco Baena ha muerto

Los civiles de los juzgados de instrucción tienen las gargantas cogidas con un pellizco al saber que don Francisco no les sonreirá como si no hubiera nadie más en el mundo que ellos que lo saludan.

La toga con la medalla de la Abogacía cubre esta noche la camiseta bética, mientras resuenan en el Triunfo de la Inmaculada  los trastes de una guitarra de una capa que echa en falta a un alumno de la Fábrica de Tabacos de la promoción de 1966 que acaba de expirar suspirando por poder prender una de sus cintas  en la nube de la media luna que sostiene a Nuestra Señora de la madrugada de cada siete de diciembre en Sevilla. 

Los civiles de los juzgados de instrucción y los del Palacio de Justicia, la seguridad  privada, los escáneres y las mujeres de la limpieza tienen las gargantas cogidas con un pellizco al saber que don Francisco no les sonreirá como si no hubiera nadie más en el mundo que ellos que lo saludan.

Los camareros de las barras del Nuria y de la Hostería , parte de la Justicia sevillana, los que rodean la Villa de París en el Madrid del Supremo y de la  Audiencia Nacional se pasan en silencio la noticia: don Francisco Baena no vendrá el lunes a una vista en la Sala Segunda. Tiene una citación inexcusable ante un tribunal que no condena nunca, porque el defensor siempre gana.

Esta noche sevillana las monjas rezan en el convento de Santa Rita donde la hermana tornera, con bulanicos en la cabeza, gira el torno y oye el Ave Maria  de don Francisco Baena que va comprar dulces de calabaza para su Último Cliente el que va a platicar ya mismo. 

!Ay querido Paco que pena mas grande!.