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Periodista, profesión de riesgo

Que miembros de UGT Andalucía se crean con capacidad de influir o tratar de limitar la libertad de expresión de un periodista es una evidencia de lo podrido que está el sistema que habitamos.

 

La persecución contra periodistas desde gobiernos, periodistas a sueldo de poderosos, partidos políticos o sindicatos no es nada nuevo. Hace pocas semanas lo comprobamos en Andalucía con el ataque desde UGT a Pepe Fernández, editor de este medio Confidencial Andaluz.

 

Quedan muchas cloacas, políticas, sindicales y de todo tipo que destapar y no hay mejor medalla para un periodista que ser atacado por aquellos que se ven afectados por sus informaciones. Que miembros de UGT Andalucía, con lo que ha llovido sobre ellos en estos años de democracia, con el desprestigio al que han llevado la defensa de la clase trabajadora, su implicación en casos como las tarjetas Black de Bankia, en los cursos de formación en Andalucía, o ese que tenía dinero para asar una vaca, se crean con capacidad de influir o tratar de limitar la libertad de expresión de un periodista es una evidencia de lo podrido que está el sistema que habitamos.

 

UGT debería plantearse seriamente si disolverse y permitir que nazcan nuevas organizaciones, autofinanciadas, centradas en la defensa de los trabajadores, con líderes que cobren y vivan como los trabajadores a los que defienden y no empeñados en hacerse ricos a cualquier precio. Porque la que era o debía ser la última trinchera democrática de un régimen democrático, los sindicatos de trabajadores, se han convertido en herramientas implicadas en la podredumbre del sistema.

 

Garantizar la independencia del periodismo, de los periodistas y los medios de comunicación no es una quimera. Muchos de ellos sobreviven con los ingresos de publicidad institucional que quienes ostentan el poder distribuyen con su libre criterio, en función de que el medio en cuestión sea más o menos incómodo con sus crónicas y opiniones sobre el Gobierno que concede las mismas. A más servilismo más publicidad, a más crítica, menos o ninguna. Es necesario, para garantizar la autonomía e independencia de los periodistas y los medios de comunicación, crear el organismo que controle toda la publicidad institucional, pública, y que la misma se reparta con justicia entre los medios sean afines o críticos. Con ello tendríamos más libertad en el periodismo y una democracia de mayor calidad, si es que esta lo es.

 

También de esto podría escribir un libro Pepe Fernández, siempre instalado en la verdad de los hechos sin atender a conveniencias de los gobiernos de turno sean del PSOE o del PP, ni escribiendo al dictado de poderosos personajes que se instalaron en fundaciones que una vez fueron púbicas y pasaron a ser privadas, en un procedimiento nunca suficientemente claro porque la ley no lo permitía. Mientras unos periodistas son marginados, apartados, ignorados porque su independencia y opiniones no están en venta, otros tenían un salario de casi 5.000 euros mensuales de una fundación dependiente de la Junta, además de las numerosas tertulias (incluido Canal Sur) en las que participaba. Está de moda tomar partido en las trincheras ideológicas y políticas del país, y quienes no están en ellas sino en la trinchera periodística de la verdad y los hechos suelen recibir fuego graneado por ambos bandos.

 

En un país donde no se elige a los diputados sino a los partidos, en listas cerradas, cuyos líderes políticos han hecho las listas que la ciudadanía debe votar si o sí según su capricho o afinidad personal, un Estado infectado por el partidismo en el que tres o cuatro líderes controlan cada uno su partido, entre dos o tres el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial, la manipulación de los medios de comunicación es una piedra más del dique que contiene los derechos de ciudadanía propios de una democracia sin permitir su ejercicio, mientras la casta política y empresarial usa y abusa del poder del sistema que crearon simulando una democracia, pero que no lo es.

 

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