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Política de pactos. Pactos de política

Pactar lleva implícito el que cada parte ha de renunciar a elementos de su propio compromiso político.

Asistimos, y seguiremos asistiendo, a una tormenta de enredos, acusaciones, ofertas, desmentidos, cambios de criterios, etc., sobre el panorama político actual. Y queremos dar alguna idea, por si puede servir.
En primer lugar, no puede ser que los ciudadanos defendamos que no haya mayorías absolutas, que nos parezca bien una diversidad de partidos en el Congreso (o en cualquier otro ámbito de representación) y, a la vez, denostemos, como algo profundamente reprochable, el que un partido hable con otro. Si algo viene diciendo el cuerpo electoral, y lo seguirá diciendo en el futuro, es que no quiere mayorías absolutas, y eso lleva implícito la necesidad de que varias fuerzas políticas pacten. Y presupone que las fuerzas, necesariamente distintas, tienen que hablar. “Hablar” no significa ni claudicar, ni imponer, ni ninguna connotación negativa. Muy al contrario, significa darle pleno valor a la esencia de la política, y a la esencia de los “parlamentos”; por eso, cuando alguien critica que fulanito está hablando con menganito, no podemos por menos que sorprendernos y contestar: “¡pues naturalmente!, lo importante no es con quién se hable sino lo que se pacte». Ahí está la esencia, y si están hablando dos partidos que divergen, no tendríamos que sorprendernos, es lo esperable y lo más habitual. Dos partidos que piensen esencialmente lo mismo, solo tendrían que sumar sus programas y sus escaños para unificar la oferta. Por tanto,  decir, por ejemplo, que Pedro Sánchez habla con los independentistas, o con el PP, o con Revilla, es algo que debemos saludar positivamente y no utilizarlo como arma arrojadiza.

 

Por otro lado, pactar lleva implícito el que cada parte ha de renunciar a elementos de su propio compromiso político, de su propio programa electoral.

 

 

Tampoco esto debería sorprender. Cualquier otra cosa se llamaría claudicación y no pacto entre partes. Es imposible el acuerdo sin renuncias de todos  y sin coincidencias en lo fundamental. Difícil ecuación pero posible.
Pues bien, una vez conseguido un pacto entre dos o más fuerzas políticas, la tarea ni mucho menos ha acabado: por una parte, requerirá la validación de los órganos políticos que cada parte tenga en su organización interna. Y por otra, y no menos importante, es imprescindible un mecanismo de seguimiento y evaluación, que garantice el cumplimiento de lo pactado o permita, en su caso, la reorientación futura de aquellos puntos que, por distintos motivos, no se puedan llevar a término conforme a lo pactado. Mecanismo de seguimiento, de control y, por tanto, de garantías de que el contenido es para cumplirlo, y no un mero canto al sol..
Tenemos numerosos ejemplos, como el pacto de Ciudadanos con el PSOE en Andalucía o de Colau con el PSC, donde no se cumplieron parte de algunos elementos esenciales, o el pacto de M. Rajoy con Ciudadanos donde tampoco se respetaron los acuerdos alcanzados. Y actualmente, el “residuo” Vox que espera, infructuosamente, que el gobierno de Andalucía le eche cuenta a lo que habían acordado con éste…
A título de ejemplo, creemos que los elementos más importantes se deberían de acompañar de un cronograma de cumplimiento, y que por ejemplo, cada seis meses, hubiera necesariamente una evaluación pública, explicando el cumplimiento de lo previsto en el calendario para ese período, o las razones de no haberlo podido cumplir en algún aspecto…
Y finalmente, Y NO AL PRINCIPIO, hay que situar (¿de común acuerdo?) en los puestos de responsabilidad a las personas idóneas, para que todo lo anterior tenga pleno sentido ( y no para que sea la “tapadera “ para “colocar a los míos “…).
Por ello, y como de la experiencia se aprende, creemos, en resumen, que tan importante como el contenido de un pacto es el mecanismo de seguimiento, evaluación y gestión de lo pactado.

Rafael M. de Agar y Francisco Pérez Moreno
Militantes socialistas.