Sepulcros blanqueados (Del Evangelio de Mateo, capítulo 23)
Hay que quitar del santoral a los pontifices de ese periodo a quienes se ha canonizado sin tener en cuenta sus criminales complicidades.
¿Indemnizar a las víctimas?. Por supuesto. ¿Denunciar ante la jurisdicción penal a los abusadores vivos y con aval probatorio suficiente, respetado que sea su derecho a la presunción de inocencia?. Desde luego. Y el resto de las 45 medidas que propone la comisión de 22 miembros que ha confeccionado el informe también. Pero no sólo. Creo que hay que hacerse una pregunta decisiva: ¿qué jerarcas de nivel medio, medio alto, alto y altísimo, han creado, tolerado, consentido, callado y utilizado el siniestro método de conducirse que ha llevado a esta catastrofe humana y moral?.
Entre 1950 y 2020 han gobernado como monarcas absolutos los siguientes papas: 1950 a 1958 Eugenio Pacelli, Pio XII; 1958 a 1963 Angelo Roncalli, Juan XXIII; 1963 a 1978 Giovanni Battista Montini, Pablo VI; 1978, Albino Lucianni, 33 días, Juan Pablo I; 1978 a 2005 Karol Wojtyla, Juan Pablo II; 2005 a 2013 Joseph Ratzinger, Benedicto XVI; 2013 y sigue Jorge Mario Bergoglio, Francisco. El sistema legal y de gobierno ordinario relacionado con los crimenes de pedofilia del clero catolico ha estado vigente con todos ellos hasta los meses finales de Benedicto XVI, pero no ha sido hasta con el actual pontífice cuando ha sido desmontado. Quiere decirse que los autores individuales responsables de esos delitos han contado con la cobertura y el silencio complice y el encubrimiento de sus obispos diocesanos, de los nuncios y del aparato pontificio. La responsabilidad última de ese sistema reside en los monarcas absolutos que tenian obligación de saber los que ocurria, que contaban con el sistema de información más extenso y secreto del mundo, que podían y no quisieron destruir el sistema. Un sistema, un ordenamiento amparado en el secreto pontificio del quien se echaba mano para seguir consintiendo los delitos sin tener misericordia de las victimas, ni exigir justicia para ellas. Estos hombres, y sus adjuntos y sus obispos por el mundo, son los responsables de un sistema de HIPOCRESIA SAGRADA PARA MANTENER LA SANTIDAD VISIBLE Y EL PODER REAL DERIVADO DE ELLA, ENCUBRIENDO CUANDO FUERE MENESTER DELITOS Y OCULTAR SUS VICTIMAS. Esa es la verdad para quien honestamente examina los hechos y sus trastiendas.
Ese régimen de ocultamiento se ha empleado con eficacia en el uso del dinero de la sede petrina, de los donativos de los fieles, de la administración del Obolo de San Pedro. Ahi está el proceso en el que se juzga entre otros al cardenal Becciu que está deteriorando seriamente la propia imagen del actual pontífice. Ese regimen de ocultamiento inmisericorde se ha empleado con los sacerdotes solicitantes de dispensas o directamente solicitantes de pasar al estado laical. Durante el pontificado de Wojtyla se pospusieron en aras de la propaganda y las estadisticas, la firma de las dispensas prefiriendo provocar situaciones moralmente dolorosas a vivir con los fieles en la libertad, la alegria y la honestidad que el evangelio exige. Tanto Ratzinger, como Bergoglio, eran cardenales y podian haber exigido otra conducta papal. O haber renunciado. Callaron. No nos dejemos engañar. La imagen de Wojtila bendiciendo, abrazando y besando al delincuente fundador de los Legionarios de Cristo que han ocultado mllones de euros en paraisos fiscales mientras asienten devotamente a las llamadas en pro de los pobres del Papa, es un sarcasmo hipocrita que deberia hacer callar por años a este Pontifice que lo elevó a los altares. ¿Vergüenza?. Sí, como mínimo.
¿Hora de la vergüenza?. No sólo. Hay que quitar del santoral a los pontifices de ese periodo a quienes se ha canonizado sin tener en cuenta sus criminales complicidades de encubridores de los delincuentes y de despreciadores de sus victimas. Solo así, pero no solo así, podra mostrarse a los fieles que la presentación de vidas ejemplares de hombres que fueron declarados santos estuvo tarada, viciada, miserablemente decidida a mantener la hipocresia sagrada que entontece a los católicos del común y permite un andamiaje que consolida el prestigio humano, el respeto institucional, el dinero y la influencia. Hasta que el fuego del infierno del Dante rompe los sepulcros blanqueados deja esparcidas las siniestras actividades que ahora el informe pone de manifiesto gracias a un sistema construido desde el secreto y la mentira. El párroco de Chapelle-en-Vercors, el abate Vinon, en Drôme, que fue el primero en pedir la dimisión del cardenal Barbarin, arzobspo de Lyon, juzgado por ocultar los crimenes sexuales con menores de uno de sus clérigos, ha dicho al conocer el informe: «Me hubiera gustado que los obispos (de Francia, afectados por el informe) renunciaran, eso hubiera tenido garbo».