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Susana, a la espera de un batacazo de Sánchez

Sánchez se enfrenta a un nuevo reto en el alambre: la misión imposible de una investidura.

 

Si vamos a elecciones en Noviembre, malo. Casi tan malo como si no vamos. Pedro Sánchez está en su peor encrucijada, aunque aguantando el tipo aparentemente y dando imagen de tío seguro al que siempre le acompaña la suerte. Como decían de Franco en el Marruecos colonial: ese tío tiene baraka. Hasta ahora sí, pero ¿le durará siempre?

Intentar liquidar electoralmente a Podemos aparece en el fondo de la cuestión como el motivo principal del desencuentro en la izquierda española. Muy simplificado, es triste pero así es. Miren la derecha como se une con unos estómagos y gañotes así de grandes que lo tragan todo. El pez grande socialista quiere quitar de en medio al mediano podemita y cree que así recuperará un caladero que se les fue hastiado y cansado por tanta doble moral y tanta corrupción, entre otras muchas cosas como gobernar con tics de la derecha económica.

El panorama, analizado por quienes en la Villa y Corten saben de estas cosas, se le presenta muy complicado a Pedro Sánchez ya que se tiene la sensación de que todo lo tiene cogido con alfileres, aunque se haya venido de vacaciones a Doñana – como han hecho todos los presientes, conste- algo que invita a pensar que vamos de cabeza nuevamente a las urnas en noviembre, por enésima vez y en muy pocos años.

Ir a nuevas elecciones, qué pesadez, es una opción perfectamente legal pero políticamente infumable, es tanto como lanzar una moneda al aire y esperar que salga cara, que es lo que tú has pedido. Pero cuidado, siempre saldrá o cara o cruz, o gana el bloque de la derecha o el de la izquierda, no hay más vuelta de hoja. Sánchez, en ese caso, jaleado por los sondeos, cree que se comerá en las urnas lo que queda de Pablo Iglesias, aumentando sus 123 escaños actuales, aunque olvida lo más importante. Que es muy probable que la correlación de fuerzas parlamentarias resultante de una nueva consulta sea prácticamente la misma que la que tenemos actualmente. Más gasto. O cara o cruz. Con una particularidad, PP y Cs le han perdido la vergüenza a las camas redondas con los ultramontanos y ya van a las casas de los papás a merendolas o fiestas de pijama. (A los que conocimos y padecimos a los guerrilleros de Fuerza Nueva o los de Cristo Rey nos cuesta trabajo llamarles a estos de Vox  ‘extrema derecha’, en serio. Habría que llamarles simplemente ‘antiguos’, más que las bolitas de alcanfor).

 

Una loba herida acecha y espera paciente desde el sur

 

Todo este espectáculo del ferragosto madrileño debe de estar siendo observado por una loba herida que habita en el sur, con los oropeles perdidos pero sigue con los colmillos perfectamente afilados. Es lo que le toca a Susana Díaz, sonreír, aparentar ser dulce, observar, medir, calcular y no meter la pata esperando que sea el otro el que la meta primero. Así debe de estar Susana Díaz viendo cómo, en política, es muy fácil subirse a un alambre y Pedro Sánchez lo ha hecho de nuevo solito. Ella también sabe de equilibrismos en la cuerda. ¿Se caerá Pedro? ¿Hay red suficientemente fuerte como para aguantar un nada descartable pan como unas tortas?

Conociendo a Susana es fácil suponer que ha optado por el “si no puedes con tu enemigo, alíate con él” sin perder de vista los caminos más resbaladizos por los que transita el PSOE y el otoño que se presenta será tela de resbaladizo. Con dos sentencias en el horno, la del ‘procés’ y la de los Eres, ambas con repercusiones políticas en los dos grandes partidos, algo que nos traerá nuevos temblores en los aniversarios esperpénticos  de la frustrada ruptura catalana. Recuérdese que el PSOE tiene en el bombo de la sentencia de los Eres andaluces a dos expresidentes federales del partido, el mismo PSOE que fundó Pablo Iglesias Posse. Y el independentismo tiene a casi todos sus dirigentes en la cárcel desde hace mucho tiempo y sin pinta de que la sentencia final no hable de penas definitivas de prisión para casi todos.

La dirigente socialista andaluza Susana Díaz ha perdido los brillantes del poder heredado de sus abuelos Plácido, Rafael, Pepote, Manolo y Pepe, cierto, pero orgánicamente mantiene resortes muy influyentes desde el partido como Secretaria General. No conviene olvidar que estamos hablando del partido más votado por los andaluces, aunque no lograra formar gobierno en la Junta frente a las tres derechas. Quiere esto decir que Susana Díaz no es todavía un cadáver político, aunque hayan sido heridas de pronóstico reservado las que le propinó el electorado que pasó del PSOE y de ella el dos de diciembre del 18, invalidándola en cierta medida como cartel electoral socialista para el lejano año 22. Pero ahí está en plena actividad, volviendo a colocar a los presidentes de diputaciones socialistas y sin ningún reproche desde Madrid que la está dejando hacer, de momento. Ahí la hemos visto después, en la tribuna del Congreso, arropando y aplaudiendo a rabiar al líder del que solo hace dos años decía “A este lo quiero muerto hoy”. Esa es Susana, ese es el susanismo.

El animal político que lleva dentro Susana Díaz le impide tirar la toalla y posiblemente nunca la tire, aunque no logre sus objetivos, cosa rara porque ella ha ido logrando siempre todo lo que pretendía en cada momento hasta llegar a donde ha llegado. Es persistente, aplicada en la escalada y no olvida. Ella, como todos, está hoy acomodada en su saloncito de El Tardón viendo como Sánchez solito se sube en el alambre y se la quiere volver a jugar. A los espectadores solo nos resta comprar un gran cartucho de palomitas. ¿A Susana? esperar un batacazo a ser posible con UCI móvil de por medio.