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Susana Díaz tiene fuerzas para seguir en el polvorín del PSOE-A

Las máculas del currículo político de Díaz no pueden ser más onerosas y graves, tupidas de asperezas sediciosas, tumultuosas y conspirativas.

 

«Tengo fuerzas para continuar, y después de consultar con muchísima gente, dentro y fuera de mi partido, me dice que debo continuar», ha afirmado Susana Díaz Pacheco en esa lucha que mantiene contra la realidad y contra la razón ignorando que la política, como la física, posee leyes que no se pueden vulnerar, o al menos, vulnerar impunemente. Una ley de la termodinámica política siempre alerta de la imposibilidad manifiesta de diluir un efecto abundando en la causa. Las máculas del currículo político de Díaz no pueden ser más onerosas y graves, tupidas de asperezas sediciosas, tumultuosas y conspirativas. El contundente rechazo de la militancia a Díaz en las primarias era una muestra incontestable de la insolvencia de su liderazgo excesivamente escorado al fariseazo y la impostura. El rimero de deslealtades, asalto a los órganos del partido, intrigas, incompetencia política, chabacanería intelectual, desautorización de los electores, militantes y simpatizantes socialistas a su liderazgo, las múltiples derrotas en comicios internos y externos, componen un bagaje que arrastra Díaz lo suficientemente definitorio de una poco lucida carrera política, que a estas alturas requiere algo más que la interesada se pregunte si tiene fuerzas para continuar o que unos anónimos admiradores la animen a seguir por una camino políticamente tan poco brillante.

El fracaso del susanismo, muy escaso de altura política y exceso de trapisonda –Ortega hablaba de plabeyismo político, que nunca llegó al nivel pedestre del susanismo-, ha sido de una naturaleza de tan largo aliento, que no puede sino resultar contraproducente y sumamente extravagante ese encono resistente de la ex presidenta por mantener el cada vez más reducido poder que le queda y que no tiene otra causa que la de no tener ningún sitio a dónde ir ya que siempre ha contado con un salario público y desconoce absolutamente el trabajo en la empresa privada. El cabildeo, el clientelismo, son los trebejos del político desideologizado para colmar sus expectativas ególatras de estatus social y material, muy singularmente, si extramuros de la vida pública no tiene alféizar donde apoyarse. Es por ello, que la política se convierte  en el don de la oportunidad, en el arte de desplegar las velas al barlovento de cada ocasión.

Empero, políticamente las trincheras no son el mejor sitio para medrar. La decadencia del susanismo y la falta de liderazgos claros del sanchismo, está propiciando la erupción de un sector crítico que, como el magma, se va extendiendo por el territorio andaluz, como respuesta a un estado de cosas bastante extemporáneo y que supone las excrecencias de todas las disfunciones caciquiles y clientelares que había acumulado el PSOE de Andalucía y que con la lideresa del Tardón habían adquirido absoluta supremacía.

En este contexto, la situación del socialismo andaluz no puede ser más crítica, singularmente por la falta de racionalidad en el ámbito de una situación inestable por su propia subjetividad orgánica. Dar continuidad al fracaso, sólo puede producir frustración. Los andaluces se reconocían en el PSOE, los treinta y seis años de gobierno no han sido una casualidad ni una anécdota histórica, pero no pueden reconocerse en Susana Díaz, en sus intereses personales, en su morbosa ambición de poder, en su soberbia, en su conspiración permanente contra el propio PSOE, en su autoritarismo, en su red clientelar con reparto de canonjías y prebendas o en la carencia de modelo ideológico. Es el rechazo a Susana Díaz, incluso por los mismos votantes del PSOE, por lo que el socialismo andaluz ha perdido influencia y el gobierno de la comunidad. Es el gran drama del PSOE de Andalucía: si no se va Susana Díaz, puede que se vaya el socialismo meridional, no es posible la compatibilidad ya que el susanismo sobrevive a costa de la aniquilación ideológica del Partido Socialista.

Pero lo más preocupante es la incapacidad del sanchismo de generar nuevos liderazgos lo que hace del PSOE-A un auténtico polvorín.