Susana y Rivera se la juegan a Sánchez adelantando en Andalucía
Los andaluces asistimos, por segunda vez en cuatro años, a la representación de la misma obra teatral, solo que con algunos actores secundarios cambiados.
Analizando lo sucedido en las últimas semanas en el escenario político andaluz podríamos concluir, sin temor a equivocarnos, que Susana Díaz hace tiempo que tenía claro lo de adelantar las elecciones previstas estatutariamente para marzo de 2019.
Cuando se entrevistó con Pedro Sánchez en Moncloa Susana salió pletórica. No era para menos, a todo lo que llevaba en la lista de peticiones, su viejo y odiado enemigo le añadía “y dos huevos duros”.
De tal forma que la presidenta andaluza volvía en el Ave de Madrid a Sevilla como unas castañuelas. Entre otras minucias, promesas y compromisos había arrancado una buena partida de millones para, vía ayuntamientos, dar trabajo temporal a parados mayores de 45-50 años, los grandes olvidados que nadie escucha ni atiende. Esta semana ya se han empezado a repartir los millones. Eso se suele traducir en votos.
Sánchez aparcó sus deseos de venganza contra Díaz en aras del interés general del gobierno y del partido. Basta observar el perfil técnico (plano) de los subdelegados del gobierno nombrados en las provincias andaluzas, cuyo protagonismo se limita en dar cuenta de rescates de migrantes, sucesos y catástrofes; pura gestión y nada de política, actividad reservada a las delegaciones periféricas de la Junta. Política como tal, muy medida y discretita, la hace solo el Delegado del Gobierno Alfonso Rodríguez Gómez de Celis.
En aquella reunión de Moncloa, según Susana Díaz, no se habló de la fecha de las elecciones andaluzas y generales. Cuesta trabajo creerse, una vez más, a una presidenta capaz de pasar del blanco al negro sin parpadear. Ahí está su larga biografía militante, donde aprendió que en política las mentiras son siempre piadosas. Pues claro que hablaron, sin concretar nada, pero dejando sobre la mesa una idea fundamental de la sevillana: las elecciones no pueden ser conjuntas.
No a las elecciones conjuntas
Ciudadanos, tal y como hicieron en su día los andalucistas del PA de Antonio Ortega o la IU de Diego Valderas, abrieron en verano su proceso urgente de “descontaminación” por apoyar al mismo PSOE que volverían a votar llegado el caso.
Nunca el PSOE, en sus tres décadas y media de gobierno en Andalucía, ha tenido a un socio más leal, más cómodo, más sumiso y cómplice que en esta legislatura con la formación de Albert Rivera.
Como les conté aquí mismo la pasada semana, visto el panorama desde el PSOE, la sentencia del Caso Eres y la Comisión de Investigación sobre la FAFFE son dos misiles de largo alcance amenazantes apuntando para la sede socialista de la calle San Vicente. Un desgaste que Susana no está dispuesta a admitir, como tampoco uno del que ya le han rumoreado que le afecta más personalmente y del que se hablará pronto en sede parlamentaria de la mano de PP y Podemos. Por no hablar del inesperado giro en Navantia, con miles de puestos de trabajo gaditanos en peligro por una decisión de Sánchez.
El PSOE, que se oponía a la comisión de investigación de la FAFFE, el jueves retiraba su veto para no quedar en evidencia. Para la oposición fue la confirmación clara de que el adelanto era una realidad y que se daba luz verde desde el PSOE a una comisión que nunca llegará a crearse en esta legislatura ni probablemente en la siguiente.
Rivera toma el mando total de Cs-Andalucía
Previamente el líder de Ciudadanos Albert Rivera era quien tomaba pública y visiblemente las riendas de las decisiones de su grupo en Andalucía y optaba por anunciar un examen al grado de cumplimiento del “Pacto de Investidura” con el PSOE, todo ello tras haber exigido Juan Marín lo de eliminar los aforados y el cambio de la Ley Electoral para apoyar presupuestos; imposible hacer en seis meses lo que no se ha hecho en treinta y seis. Esta vez se atrevieron incluso a imponer un plazo de 48 horas para una respuesta del PSOE que de antemano conocian. Para muchos un paripé, una pelea en broma.
El viernes pasado Juan Marín comunicaba al PSOE, formalmente, la ruptura del pacto. Tic tac, tic tac, comenzaba la cuenta atrás y Susana tenía la palabra y firma en el BOJA.
Los andaluces asistimos, por segunda vez en cuatro años, a la representación de la misma obra teatral, solo que con algunos actores secundarios cambiados.
Fue en la legislatura que ganó Javier Arenas y el PP en 2012 pero no sumó
Así que, a finales de noviembre principios de diciembre, es más que probable que los andaluces acudamos a las urnas para decidir quién gobernará la Junta, por lo menos hasta el otoño de 2022.
Todo lo que ha sucedido tras las bambalinas en estas semanas invita a no creer en las casualidades ni en el guion teatral que unos y otros han representado sin el más mínimo pudor ante la opinión pública.
Conclusión: ganan Susana y Rivera, pierde Sánchez
Albert Rivera se dejará acompañar en su periplo andaluz por la jerezana Inés Arrimadas, una dirigente que goza de gran simpatía en Andalucía, ganada por su actitud valiente y firme frente al separatismo. En Cs tienen claro – es su arma secreta– que la cuestión catalana va a pesar mucho en la campaña andaluza donde, recuérdese, ni a Rivera ni a Susana les interesa demasiado el debate de gestión de estos cuatro años en Andalucía donde ambos han gobernado.
Por su parte Susana Díaz se aprovecha del tirón que ha obtenido el PSOE de Sánchez en las encuestas, irá en solitario, les hipoteca con la campaña las agendas a los ministros del gobierno y al propio presidente Sánchez, ha logrado mantener su férreo control de la RTVA a cuyo consejo nunca entraron ni Cs ni Podemos, y está convencida de que revalidará la victoria que, incluso, puede ser superior en número de votos a las anteriores.
Este artículo se publicó ayer lunes en VozPopuli