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Tras el 20D: La batalla de Granada

Jesús Mª Cascón / Opinion del lector.- Si alguien se fue a la cama antes de la 1 de la madrugada, se puso a dormir con Granada pintada de rojo. Al levantarse habrá descubierto el cambio al color azul, ya que la provincia resultó ser feudo de los populares al final del recuento de votos por un margen muy estrecho. Un esprint final que otorgó al PP el tercer diputado por sólo 743 papeletas de diferencia. El bipartidismo se pegó tortas por coger un diputado más que su oponente mientras, por abajo pero con mirada desafiante, observaban dos partidos emergentes, con un diputado cada uno, estrenando plaza en el Congreso. Podemos y Ciudadanos le arrebataron un diputado a cada uno de los dos partidos tradicionales.
Si miramos los datos de 2011, los dos partidos «de toda la vida» se han pegado un batacazo, como era de esperar. El desgaste del PP se traduce en casi 80.000 votos y el del PSOE en algo más de 15.000.

Traduzco: los populares pierden un 15 % de electores y los socialistas se dejan un 5 %. Esto indica lo que indica, pero a pocos metros de la recta final del escrutinio, el varapalo del PP era mucho mayor. Estuvo a punto de ceder el tercer diputado al PSOE (o, como prefieran, darle el diputado 91 a Pedro Sánchez) pero al final, ambos han perdido un escaño. En Granada hubo paridad: Ciudadanos le quitó un diputado al PP y Podemos otro al PSOE; sin más. Izquierda Unida, que ha hecho una campaña para quitarse el sombrero, se vuelve a quedar sin representación parlamentaria.

[blockquote style=»1″]Bofetadas de madrugada para conseguir diputados, despedida de la mayoría absoluta e incógnita total para un nuevo gobierno que podría salir en segunda votación… o repitiendo elecciones. El pueblo ha decidido que haya múltiples voces, y ahora toca entenderse[/blockquote]

 

Evidentemente, como en una final de fútbol, el pitido final otorgó más alegría a unos que a otros, y en este sentido, a pesar del retroceso en votos, el PP tiene más argumentos para sonreír. Con la que está cayendo, sólo perdió un representante. Y empatan a Senadores, con dos cada uno. En este apartado, José Martínez Olmos derrotó a Sebastián Pérez por tres mil votos, aunque durante la noche, Luis González le daba al PP el tercer senador, cosa que al final no se produjo, de todas formas la lucha por el Senado merece un artículo aparte. Nunca en la historia de nuestra reciente democracia el partido ganador había perdido uno de los tres senadores que le corresponderían como lista más votada y eso merece un análisis en profundidad…. Todos estos datos se traducen en el evidente retroceso de ambos partidos que, con todo, se siguen repartiendo el pastel electoral.

Todo esto pasó en Granada en una noche de locura, de correrías en pasillos, de idas y venidas, sonrisas y lágrimas y un claro sabor de boca agridulce. Más bien diría con sabor rancio, pero con la indudable sensación de no saber qué va a pasar a continuación. El patio otorga la victoria electoral a Rajoy, pero no el gobierno de la nación. No habrá mayoría absoluta en ningún caso, y no se podrá formar gobierno de coalición, ni uniendo a las fuerzas de centro derecha ni a las de centro izquierda. Todo pinta a una segunda votación en la investidura en la que podría salir un gobierno de minorías si se reciben más «síes» que «noes». Y hasta en eso los analistas se están partiendo la cabeza.
 
Antes de desgranar los resultados de los partidos, quisiera dejar claro algo que no puede ocultarse: el mensaje que más ha calado entre los electores es, sorprendentemente, el de Podemos con el referéndum de Cataluña. La decisión del partido violeta de decidir el futuro de la autonomía por la vía de la consulta popular ha provocado su victoria en ese feudo, así como en otros feudos autonómicos de parecido pelaje, como por ejemplo el País Vasco. Es exactamente la estrategia contraria a la del PP, que se ha creado múltiples enemigos independentistas durante esta legislatura, y ahora los va a tener en el hemiciclo con bastantes más escaños de lo que se podía pensar a priori. Muy llamativo.

PP

Los populares se dejan 62 diputados en el camino. Así se traduce el caso Bárcenas, la trama Gürtel y la reforma del mercado laboral, el IVA y demás episodios de cuatro años de gobierno. Pudo ser peor, porque si miramos las tendencias de voto antes de estas elecciones, Ciudadanos estuvo más y mejor colocada para arrebatarle aún más escaños a los populares, pero ciertas declaraciones durante la campaña le han restado fuelle a esa amenaza. Ahora deben preocuparse por formar gobierno; no les van a dejar, eso es evidente, por lo que sospecho que Rajoy va a tender una mano soto boche para sacarse algún aliado inesperado de la manga.


 PSOE

Aunque suene injusto, porque los dos partidos tradicionales se han enfrentado a más rivales que en ninguna otra cita electoral, Pedro Sánchez ha conseguido los peores resultados de la historia, obteniendo incluso menos diputados que Joaquín Almunia, y eso ya es mucho decir. Si al PP le han clavado un puñal en forma de votos hacia Ciudadanos, el sangrado de Podemos al PSOE ha sido aún mayor. Y con un dato divergente: Pedro Sánchez ha sacado cuatrocientos mil votos más que Pablo Iglesias. Una diferencia muy estrecha. Tanto que evidencia que el voto de la izquierda está completamente disgregado. Por tanto, el PSOE no lidera el cambio, no es la mejor opción de progreso aunque haya sido la primera opción. Y ha conseguido lo que ha conseguido gracias a Andalucía, un feudo que le ha otorgado casi un tercio de lo obtenido al final de la noche. Pobres cifras.


Podemos

Es el gran triunfador de la noche. Ha conseguido en dos semanas de campaña exactamente lo que se proponía: mantener el viento de cola, aumentar el número de adeptos y no meter la pata. Discursos carentes de inquina, tranquilidad y mesura en las declaraciones y una evidente estrategia de cargarse el poder establecido, no casarse con nadie y liderar el cambio desde abajo. El mensaje ha calado en el veinte por ciento de la población con derecho a voto. Pase lo que pase, hay que pasar por el partido de los emergentes para formar gobierno. Y se puede estar más o menos de acuerdo o más o menos en contra de sus políticas, pretensiones o percepciones, pero con respecto a su campaña, ha sido casi impoluta, y se ha notado.


Ciudadanos

El partido del globo deshinchado. Era la opción de centro, la muleta en la que se tenía que sostener un pacto de gobierno con los populares, y ni siquiera han llegado a eso. No nos engañemos: presentarse por vez primera y conseguir 40 diputados es una pasada, pero tampoco debemos olvidar que, hace dos meses, las encuestas les otorgaban el doble de diputados. Y el motivo de ese bajón hay que encontrarlo en la campaña electoral. No sabían si iban o venían, si subían o bajaban, junto con el significativo dato de la ley de violencia de género que (a la vista está) terminó por cabrear a muchos votantes potenciales. Y para colmo, la frase del último día de campaña de Albert Rivera, que remató el desastre. Abstenerse para favorecer el gobierno de la lista más votada es decirle a los electores que su voto puede servir para que gobiernen otros, así, en plan incógnita. Debió callarse eso, y otros de su partido debieron cerrar la boca con la violencia machista. Puro batacazo.


Izquierda Unida

Es una lástima el resultado final de Alberto Garzón, porque ha hecho una campaña heroica sin el apoyo de las cadenas de televisión, expulsado de los debates. Se ha pateado la calle, ha congregado a muchos fieles en las plazas y ha triunfado indiscutiblemente en redes sociales. Pero este esfuerzo sólo le ha permitido no desaparecer del todo y quedarse con dos parlamentarios, y los dos por Madrid. Podemos le ha fagocitado porque en España no hay tantos votantes de izquierda como para dar apoyos abrumadores a tres opciones políticas. IU tendrá que diluirse en un parlamento ya de por sí fragmentado, pero eso no impide que tengamos que aplaudir, necesariamente, una campaña sensacional, sin estridencias, sin confrontación y con las ideas muy claras.

En resumen, que esta aparente jaula de grillos es lo que se esperaba, más o menos. Adiós al bipartidismo, pero con los dos de siempre en las dos primeras plazas. Y ahora toca dialogar, crearse aliados, proponer leyes que te las pueden tumbar o que otros propongan leyes que tienes que aprobar porque, si no lo haces, la tuya del mes que viene te la fulminan. Así es la política del diálogo y los acuerdos. El patio se anima y se presume apasionante en los próximos meses.