Vacantes en el Tribunal de Orden Público
La buena educación, que no siempre gastan en estrados sus señorías, se muestra inane en las puertas de los tribunales.
Con decenas de años vivo y vividos, recuerdo con melancolía, que hube de testificar ante una de las salas del antiguo Tribunal de Orden Público que, como todos los juzgados y tribunales entre 1939 a 1975 aplicaban las leyes dictadas por el poder ejecutivo – el único que había – en nombre y delegación de Su Excelencia el Jefe del Estado.
Ya en democracia y en los gobiernos de los presidentes Escuredo y Rodríguez de la Borbolla fui, sin ser afiliado del PSOEA, director general de Justicia..En calidad de tal asistí, presidiendo, a una reunión de magistrados de los tribunales andaluces que se organizaron en un parador cerca de Almonte. Al terminar una de las sesiones vespertinas un presidente de una de las audiencias territoriales planteó una duda que le había provocado la ponencia que había, un servidor, defendido minutos antes. Entendía el magistrado que había dejado entrever mis dudas sobre la ética profesional e intelectual de quienes habían ejercido la tarea judicial aplicando determinadas leyes contrarias a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, por supuesto, a la doctrina social de la Iglesia en las encíclicas de león XIII y Benedicto XV. Y deseaba que me pronunciara sobre la veracidad de su impresión.
Contesté afirmativamente ya que era lo que elegantemente había tratado de exponer. El señor magistrado pidió al presidente de turno, que lo era un presidente de audiencia provincial bien humorado y de probada bonhomía, que dedujera testimonio de tales afirmaciones y se remitiera al fiscal por si fueran hechos presuntamente subsumibles en el injusto del desacato. Hubo enfrentamientos entre jueces de distintas corrientes y calmados los ánimos, ya en el pasillo, nos acercamos con la mano abierta y sin embozo, nos invitamos mutuamente a café y hemos mantenido por largos años aquel café en en el Coliseo sevillanos tan amistosamente como entre gentes de bien que se saben diferentes en sus posiciones ideológicas, es de esperar.
Veo con asombro estos días que pese a que el órgano de gobierno de los jueces estima que no les ampara el derecho a la huelga, numerosos miembros de la carrera judicial, y de la fiscal, se han lanzado las calles de Hispania a gritar , con insultos incluso, al presidente del gobierno. Y desde mi vejez activa me he preguntado si estos y estas valientes gritantes hubieran salido en tiempos de don Francisco a gritar no ya contra él, sino ni siquiera contra el almirante Carrero o sin ir más lejos contra don Camilo Alonso Vega, o tan siquiera el gobernador civil de Soria. Servidor si lo hacía.
Después de muchos años de hacer pasillos en los juzgados sevillanos, malacitanos, onubenses y gaditanos y padecer y ver a diversas y no siempre conspicuas señorías en estrados, observo con pavor el griterío vocinglero de damas y caballeros, ganadores de oposición,acostumbrados cantar los temas, previo pago no siempre tributariamente declarado, poniendo a apear de un burro a la cabeza de uno de los tres poderes del Estado.
La buena educación, que no siempre gastan en estrados sus señorías, se muestra inane en las puertas de los tribunales por estos manifestantes, algunos de ellos envueltos en togas llevadas con idéntico garbo al de las boatiné que portan las damas de algunos barrios de esta ciudad en los cuales continúo prestando mi servicio letrado, pro bono como debe ser.