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50 años de las bombas de Palomares

Los representantes de los almerienses afectados han clamado en el desierto de Almería capital y Madrid durante cinco décasdas para que alguien resolviera el problema

Pepe Fdez
Pepe Fdez

Medio siglo se cumple este domingo de un accidente en territorio andaluz que pudo alcanzar dimensiones tragedia internacional en su día. Este domingo se cumplen cincuenta años del accidente en pleno vuelo de dos aeronaves americanas que transportaban combustible y bombas atómicas. El arsenal del bajovientre, en su conjunto, era miles de veces más potente y mortífero que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, también por los EE UU.

Una historia, la de las bombas de Palomares, que los que peinamos canas hemos venido oyendo durante décadas como melodía triste de la España en blanco y negro que nos tocó vivir junto a temas como Gibraltar, el abandono del Sáhara y los saharauis, el rabo y los cuernos de los comunistas, el malvado Lute o los escándalos Sofico, Matesa o el aceite pontevedrés de Redondela. Por cierto, un asunto del que, según leo aquí, seguro que se acuerda muy bien el hoy presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey.

El accidente de Palomares, que a punto estuvo de convertirse en una gran tragedia de enormes dimensiones, tuvo sin embargo en su desarrollo posterior dosis de humor, pasotismo, miedo o cinismo por parte de quienes tutelaban el destino de los españoles.

Desde el famoso baño en la playa de Palomares de Manuel Fraga, junto al embajador americano y otros altos funcionarios, a la guinda que hace unos días acaba de colocar la Fiscalía a cincuenta años de indefensión de los ciudadanos afectados por la contaminación nuclear en el término municipal de Cuevas del Almanzora en Almería, pedanía de Palomares.

[blockquote style=»1″]Este fin de semana, coincidiendo con tan redondo aniversario, en Confidencial Andaluz vamos a publicar un documento tan curioso como poco conocido.[/blockquote]

A lo largo de estas cinco décadas, con mayor o menor intensidad, los representantes de los almerienses afectados han clamado en el desierto de Almería capital y Madrid para que alguien resolviera el caro pero inaplazable problema que tienen en su territorio. Salvo los controles médicos rutarios a los que están sometidos numerosos vecinos de Palomares, poco más han recibido en estos años. Jesús Caicedo ha sido el último alcalde de Cuevas que ha empujado al presidente Rajoy sobre el asunto para activar la vía diplomática. Asunto que, dicen, va marchando por el camino de las buenas palabras.

El Ministerio Público, más o menos, ha venido a decir que no ha lugar a la apertura de procedimiento penal contra quienes resultasen responsables de que, a día de hoy, un trozo de territorio siga padeciendo altos índices de contaminación nuclear. Sostiene la Fiscalía del Estado que en este asunto, todas las autoridades intervinientes, han cumplido correcta y legalmente con su obligación. Causas mayores, en resumen, habrían sido las responsables para que aún no se haya procedido a llevarse la tierra contaminada a un cementerio nuclear de los EEUU. Los grupos ecologistas denunciantes, lógico, no han ocultado su gran decepción anunciando que seguirán insistiendo.

El accidente sucedió en una zona eminentemente turística, con magníficas playas y cuyo desarrollo está capado hace décadas a consecuencia precisamente de los efectos del accidente de las bombas.

Este fin de semana, coincidiendo con tan redondo aniversario, en Confidencial Andaluz vamos a publicar un documento tan curioso como poco conocido. Se trata de un papel procedente del Juzgado de Cuevas del Almanzora que guarda relación con la investigación pertinente abierta en sede judicial a raíz del accidente de las bombas hace medio siglo.

Un documento que podría ofrecer alguna pista cierta sobre cómo cambió de manos jurisdiccionales la investigación, pocos días después de la tragedia de Palomares. Un cambio al que, desde luego, no debió de ser ajeno el Tío Sam.