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Mi Gabinete de Curiosidades

Hay un tipo de tristeza que no te hace llorar. Es como una pena que te vacía por dentro y te deja pensando en todo y en nada a la vez, como si ya no fueras tú, como si te hubieran robado una parte del alma.

España por estos días aparece en el ánimo de los transeúntes como un antiguo Gabinete de Curiosidades. De esos donde se exhibían colecciones de alas de Pterodáctilos, encontrados en la Península de Yucatán, colmillos de mamuts traídos de extravagantes lugares colonizados por ingleses.

Mujeres disecadas por el tamaño generoso de su culo o sus exuberantes labios vaginales. Estudiados hasta la extenuación por franceses pacatos, morbosos, algo desquiciados.

Se llamaba Sara Baartman, la africana famosa por su trasero, que fue convertida en atracción de circo. Murió, muy joven, alcohólica hasta los huesos. Triste superlativa y al parecer extremadamente sola. Cuando su físico era manoseado por el gentío en sus representaciones de fiera humana.

 

Entre mis hallazgos de Gabinetes de Curiosidades y Ferias de Monstruos,

 

el pene de Rasputín siempre fue algo que me conmovía o me excitaba (no acabo de entenderlo).

Alguna vez lo vi en un museo oficial en San Petersburgo. Su enormidad ratificaba el dicho andaluz: “Quien buena polla tiene, seguro va, seguro viene”.

Lo imaginaba dentro de su hábito oscuro y lleno de mugre, colgando, en un alocado vaivén. Mientras Rasputín gesticulaba cual demiurgo en trance.

Escuchando como Rasputín mentía a la zarina Alejandra Fiódorovna Románova,  jurando una curación milagrosa para el cerúleo zarévich atrapado en  manos de la traicionera hemofilia.

Imaginaba ese oscuro y potente pene adentro de una extravagante duquesa entre gritos y clímax místicos. Convencida que era Dios mismo, quien se la estaba trajinando.

¡Ay mi inmenso Rasputín!

 

Pensar que el envidioso príncipe Félix Yusúpov y su legendaria belleza, te envenenaron con galletitas endulzadas de cianuro. Te acribillaron para luego echarte a las heladas aguas del Neva… Por eso mismo, por envidia… ¡Pichacorta!

 

A esta lista agrego los hallazgos en las Ferias de pueblo mexicanas.

 

Conocí una vez a la Mujer Lagarto, se había convertido en eso, por haberle pegado a su madre. Cuando la encontré en un ascensor me ofreció un güagüis (fellatio en mexicano) pero al darse cuenta de mi nulo interés, de mi homosexualidad rotunda como tacón de aguja, nos reímos y nos hicimos “cuates”.

Luego de tres horas de tacos al pastor, tamales, cochinita pibil, mole verde, chilaquiles, esquites y tequila Zauza Añejo, confesó. Bajo un nerviosismo veracruzano, no solo haberle pegado, sino que tuvo que ahorcar a su madre.

Lo hizo con un crucifijo cuyo cadena era de piel de lizagarto (lagarto oriundo). Robarle, vender sus sortijas de oro, para dárselas a un camionero  con quien iba a huir para Los United States of América.

El agua hirviendo con la que se defendió “su viejecita” y pobre mamá, fue la causante de esas horribles cicatrices. La convirtieron en una Mujer Lagarto.

 

Ah, también intervino la amargura de saber que “su camionero trailero”, se había casado con una negra de New Orleans. 

 

Por eso ella, se metió a la Feria de Curiosidades a trabajar como una demente, realmente se llamaba Carmín. Estaba juntando dinero para llegar en una lancha con un súper ventilador en la espalda, por los pantanos lleno de manglares de New Orleáns. Su obsesión, era quemarlos vivos a los dos “jijosdelachingada”.

“Los asaré frente a esos horrendos mellizos, fruto del amor entre  un mojado y una negra de mierda. En las ruinas de su casita arrasada por el Huracán Katrina”

En Zacatecas conocí, de pura casualidad, a la tristemente famosa familia Aceves. Eran víctimas de hipertricosis congénita lanuginosa, más conocida como el “Síndrome del Hombre Lobo”. Al menos 30 miembros de la familia lo han tenido o lo tienen.

 

Ellos trabajan en Ferias pero se quejan de las miradas, el ninguneo, el sádico morbo que rodea cualquiera de sus actividades cotidianas.

 

Además me preguntaron ansiosos, si conocía a algún abogado matón. Para reclamarle a L’Oréal París ese comercial que hicieron de desenredantes y nunca pagaron. ¡Franchutes Cabrones!

En la Feria de Querétaro conocí a la Mujer Gallina. Aseguraba haberse vuelto eso, Gallina, por haber mantenido relaciones sexuales con un seminarista ciego.

 

Una vez “acabado su numerito”, entre gritos desaforados de los parroquianos pidiéndole que le empollaran sus huevos…

 

Me invitó un Mezcalito Marca Negra, confesó  entre risas y narcocorridos, ya bastante borracha, que el seminarista en realidad era un cardenal muy serio cuando estaba “ensotanado” y vicioso como un bonobo africano. En la paliza que ella le dio, mientras él gritaba que le pegaran  durante el morboso acto sexual, se le pasó la mano y le desparramó los dientes.

Entonces entraron monaguillos, campaneros y demás cristianos. Casi la matan a patadas, escupitajos, palazos con los crucifijos consagrados. Por lo cual acabó llena de bultos, con varias costillas rotas  y esa jorobita extraña que le hacía parecerse a una gallina.

Me descubrió el misterio de pegarse pluma a pluma con engrudo de harina de maíz”

Las plumas eran reales. Conseguidas en un tianguis (mercado mexicano).

Algunas olían a sangre coagulada. Porque los decapitadores de gallinas estaban siempre hasta las trancas de pulque y medicina para la tos. También sonriendo me contó que los huevos de su “Eminencia Reverendísima” no llegaban al tamaño de un huevo blanquillo small “Pequeños o S: menos de 53 gramos”

“Así, un 0 nos indicará que el huevo es ecológico. Un 1 que la gallina es campera (se crían en corrales al aire libre).  Un 2 que las gallinas han sido criadas en suelo (se mueven libremente). Y un 3 que han crecido dentro de jaulas acondicionadas”.

Debido a su rara profesión, de Mujer Gallina, ni le alcanzaba para pagar los hoteluchos de mala muerte.

Entonces por extraña filiación, para sentirse bella y por ahorrarse costos se prostituía en cuanto podía. Por tanto era una gallina de noche libre, muerta de frio, madrugones callejeros. Sus huevos por eso mismo, no entraban en ninguna acertada clasificación.

 

Actualmente en España estos recuerdos algo sombríos aparecen fugaces cuando esa señora Belén con su zafia gesticulación llena la pantalla.

Enarbolando su labor de madre coraje, sus ideas recalcitrantes, derechonas sin ambages.

Asocio esas Ferias de pueblo, cuando en Hombres Mujeres & Viceversa el ganado se exhibe sin pudor… Cuando una señora hace política robando cremas. Esos detalles tirando del humor ramplón, parecen hasta lúdicos y graciosos.

Cuentas en B, una visita del Papa al mismo precio que cuando Cleopatra entró en Roma. Miseria tras miseria, puramente humana.

 

Príncipes padrillos-consortes-ladrones. Ese discurso seco y lapidario, de parvulario, la ley del “Y Tú Más”: ERES lo que ERES. Involuntariamente estamos alimentando un verdadero Gabinete de Curiosidades. En el futuro encontrarán el exotismo necesario para juzgarnos como desalmados, crueles, de un salvajismo refinado. Condimentados con drones, redes sociales, medios sin remedio de comunicación paralizantes.

No sé si suena mejor “para mearse de risa” o “para cagarse sobre el resto del mundo”. Aunque me niego al oficio del pincha globos de esta carpa a varias pistas, pero…

¡Ladys  & Gentleman! En el estropicio de evitar que la verdad joda una noticia, ayer un hombre de 45 años, electricista, se hartó de la persecución hacia su terrible pobreza. Decidió volar por la ventana para escapar de esta vil realidad.

“En los sueños mejores los hombres aspiran a volar”

Este acto ha probado que también en las peores pesadillas.

 

Un hombre se ha suicidado este jueves. Jordi Rodríguez, electricista, tenía 45 años… 

Los índices de futuros votantes a nadie alivian. Ningún Gabinete Ministerial piensa en llevar un huevo diario a la boca de aquellos hartos de hambre.

“El ‘Aquarius’, con 106 personas a bordo, llega a Valencia. Así se ve desde el muelle”. Aquarius, como la canción hippie y la bebida contra la fatiga. Eso da esperanzas y cierto terror hacia el futuro.

 

Gobernado por Gobernantes.

Lo siento, un corazón-tumor parece estar creciendo en mi cerebro. Su tic tac constante suena a bomba a punto de estallar. Espero que nadie me descubra, tiemblo al pensar que puedo acabar como los siameses chinos de los cuentos o en una limpísima vitrina de un museo ultramoderno.