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Sevilla: donde más duele la herida

Benito Fdez 2
Benito Fernández

Estoy tan tranquilo descansando unos diás en mi pueblo natal, Arjona, en plena campiña jiennense, y sufriendo las insoportables calores que asolan los olivares de estas tierras, cuando recibo un whatsapp del director de esta página, Pepe Fernández, felicitándome por mi anterior artículo que, según dice, ha superado en apenas tres días las tres mil quinientas visitas, una cifra nada habitual ante la masiva proliferación de páginas y articulistas en la red y en los llamados foros sociales. Me alegro, aunque muchas veces no logro comprender los gustos y las manías de los lectores, sus fobias y sus filias, que sorprenden hasta al más listo de la clase.

Uno, que lleva escribiendo artículos de opinión más de treinta años sigue sin saber dónde está la tecla para acertar con las preferencias del diverso y variopinto público que acude diariamente a las miles de páginas webs existentes en internet para informarse, para formarse o simplemente para entretenerse. Lo único que parece claro es que la política, y sobre todo tal y como está en estos momentos el panorama, sólo le interesa a unos pocos que, además, están ya hastiados y hartos de coles de ver, oir y leer lo mismo en los últimos meses y atiborrados de soportar las pamplinas de unos y otros sin que nadie quiera dar su brazo a torcer y buscar una solución que evite unas nuevas elecciones en noviembre y el desastre hacial el que parecen conducirnos irremisiblemente esta pandilla de inútiles y aprovechados que dirige los destinos de este país llamado España.

El sevillanismo más rancio, el que menos ha hecho por esta ciudad, se esconde en buena parte de sus más ilustres apellidos que tienen su raíces y orígenes muchos de ellos en la época de la reconquista de la ciudad por Fernando III.

Así que parece que la clave del éxito de público y crítica del anterior artículo que titulé “La ruína del ombliguismo sevillano” está simplemente en haber puesto de manifiesto algo que, incluso haciendo caso de muchos de los que están en desacuerdo con mis tesis, se puede ver en numerosos rincones de la capital de Andalucía si uno no está ciego y obcecado por el rancio sevillanismo inmovilista y si las más que indudables bellezas estéticas y arquitectónicas de esta incomparable ciudad no le han trastocado sus sentidos.

Estoy acostumbrado a que quienes comentan mis artículos, sobre todo los que versan sobre asuntos políticos, me tachen de fascista, de retrógrado, de cavernícola cuando no se acuerden de mi madre y me lancen otros adjetivos bastante más fuertes. He de reconocer que los comentarios suelen hacerlos casi siempre aquellos que no están de acuerdo con las tesis defendidas mientras que quienes las comparten no suelen mostrar publicamente sus apoyos. Lógico. Yo haría lo mismo. En esta ocasión, sin embargo, he de constatar que las críticas, al menos a las que yo he tenido acceso, han sido bastante moderadas. Lo máximo que me han llamado ha sido tendencioso. Un apelativo generoso que asumo en su pleno significado aunque yo pregunto ¿quién es más tandencioso aquel que expone sinceramente su opinión meditada o aquel que se deja llevar por lo que le venden los medios interesados en crear tendencias de opinión? Piensenlo y saquen sus propias conclusiones.

Así que sigamos dándole una vuelta de tuerca al ombliguismo sevillano que tanto juego está provocando en esta página. El sevillanismo más rancio, el que menos ha hecho por esta ciudad, se esconde en buena parte de sus más ilustres apellidos que tienen su raíces y orígenes muchos de ellos en la época de la reconquista de la ciudad por Fernando III, del Descubrimiento de América, del Puerto de Indias, del Siglo de Oro, de los Montpensier, de la Desamortización de Mendizábal e incluso de la todavía más reciente Guerra Civil. Si bien es verdad que durante los siglos XVI, XVII e incluso el XVIII, Sevilla llegó a situarse como ombligo del entonces mundo conocido, sus consecuencias posteriores debido a la apatía de las clases dominantes y de sus políticos han sido nefastas para la ciudad.

“Hemos cruzado los brazos y Sevilla se nos va…”

La acumulación de poder y riqueza por parte de las grandes y muy escasas familias latifundistas, su rechazo, con contadas excepciones, invertir sus grandes capitales en otras actividades económicas que no fueran la agricultura o la pura especulación, sumieron a la sociedad sevillana (y de rebote a buena parte de la Andalucía que esta provincia lideraba) en un pozo depresivo del que aun no ha querido, no ha sabido o no ha podido salir. Tanto es así que tuvieron que venir de fuera algunos emprendedores vascos, catalanes o de otras regiones y provincias españolas para fundar nuevas empresas que sacaran a esta sociedad de su eterno sueño de grandeza convertido en pesadilla de convento, sacristía y hermandades de penitencia. Había que mirar hacia el cielo, rezar y hacer sacrificios para no contemplar la cruda realidad que nos rodeaba. Sé que se trata de un análisis superficial y casi tópico pero es lo que hay. Como cantaba la sevillana: “Hemos cruzado los brazos y Sevilla se nos va…”

P.D.-Les aviso. En próximas entregas haré un repaso de los alcaldes que he conocido desde que llegué a Sevilla en 1977. Les anticipo que aquí no se salava ni Dios.