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El brillo del poder embellece

Han cambiado dos Consejerías al tiempo que el Gobierno central iba desgranando ministros. Nadie se ha enterado de esos cambios en Andalucía.

El brillo del poder te te embellece, aporta un brillo que, no diría yo se asemeja a ese círculo en la cabeza que fascinaba tanto en las imágenes religiosas de la infancia, pero casi.

Veamos Rajoy, convertido ya en “la persona esa de la que Ud. me habla”, por citar una de sus mejores frases. Ya no brilla. Sus ex ministros se ven antiguos y los elogios que reciben es por la desenvoltura y buen rollo con el que entregaron una cartera a su sucesora. ¿Y qué esperábamos? ¿Qué en un último acto se abrazarán a ella como el Golum del señor de los anillos gritando mi tesoro, solo mío? ¿Y montar un escándalo? Se aplaude la actitud alegre de la ya ex ministra Fátima Báñez.

 

Pero, amigos, es la misma que bailaba en el balcón desde el que saludaba Javier Arenas tras ganar las elecciones en Andalucía sin mayoría absoluta – repito, sin mayoría absoluta- y eso significaba no gobernar.

 

Rajoy, con todo, no ha terminado su vida pública. Pasará el shock, disfrutará con el mundial de fútbol. Lo pasará en grande recordando las alineaciones de los equipos, mientras el nuevo ministro de Cultura estará ahora mismo intentando memorizar nombres de jugadores y reglas de juego de esa cosa de 22 ó los que sean, corriendo dos horas para arriba y para abajo.

A mí, que quieren que les diga, el fútbol también se me hace largo. Cuando estudiaba en Salamanca, mis amigos eran superfans del fútbol y comentaristas deportivos en la radio. Fui a partidos gratis, a ratos me quedaba dormido al sol y cuando despertaba comprobé en persona –en la mía- el poder de la masa porque insulté como si alguno del equipo contrario hubiera atropellado a mi madre con el coche. Así que, Máxim, yo te comprendo.

Pues lo dicho, para no dispersarme, cuando se recomponga, Rajoy se convertirá en un presidente jarrón chino, por usar la gran aportación de Felipe González, y estará inevitablemente avergonzando a sus sucesores con sus opiniones (piensen en Aznar), o con sus viajes (piensen en Zapatero).

 

El caso es que hay Gobierno, y como todavía se sigue sin entender el fenómeno Sánchez, hubo quien le motejó, unos instantes, el breve. No, no. Cuidado con los breves.

 

Las cosas ya no son como siempre fueron. Interpretar la actualidad con nuestras opiniones de ayer nos puede llevar a toda esa cansina repetición de frases gastadas tipo “un tiempo nuevo” que tanto gusta en el tiempo eterno del socialismo del sur (y con esta frase pierdo cualquier posibilidad de ser viceconsejero. Por lenguaraz)

Ya lo dijo el asesor de Aznar, de cuando Aznar tenía el brillo del poder con él: No te preocupes Josemari por tu exigua mayoría, cada día en el Gobierno son 1.000 votos. Sánchez el breve, por tanto, puede no solo estar, sino repetir. Se ha montado un Gobierno que tiene descolocado a Ciudadanos.

 

Ellos que anunciaban gobiernos de mérito, la tecnocracia, tan denostada por los que tienen másteres de mercadillo, se iba a hacer realidad, con ellos.

 

La nueva ministra de Educación dijo una obviedad, pero de esas que no se aplicaban nunca: al Gobierno hay que venir ya aprendido de casa. Todo aquello de pondré a esta persona porque es joven, y básicamente por eso, con méritos como sentó en las rodillas de un presidente autonómico (Entiéndanme. Cuando era niña) y poco más. El final de cuotas por federaciones, ha gustado en el bar de mi barrio, verdadero termómetro de opinión.

Reconozco que mi barrio es un poco como de derechas. En las últimas elecciones municipales vi que, en mi calle, hubo 450 votantes del PP por unos 40 socialistas (y unos cuantos de Democracia Nacional, no les digo más)

Vuelvo a Ciudadanos, cuyo 150% de promesa electoral era que haría gobiernos meritocráticos. Menudo disgusto tienen. Su partido tenía el brillo del poder virtual de las encuesta. Puede que sea, al final, el único. El partido que ganó todas las encuestas y perdió las elecciones. Tendrá que intentar captar a lo moderno que haya en el votante urbano del PP. En Andalucía, además, hacerlo con prisa porque son las primeras elecciones después del Gobierno socialista.

 

La tarea no es fácil, el PP está rehaciéndose, no le queda otra. Y nada gusta más en la era de democracia televisa que las novedades.

 

Ya sabemos que la gloria de esa novedad dura poco, aunque creo que hoy Ciudadanos no puede presentar como candidato a la presidencia de la Junta al que presentó antes. No da el perfil que estamos buscando, como dicen en los concursos de talentos.

El PP, por su parte, deberá apostar al victimismo y el rencor. Sin medias tintas, una llamada a las emociones, un mira lo que nos han hecho con lo felices que estábamos sacando a este país del paro (pero sin añadir: y arrojándole al contrato inestable, temporal y a tiempo parcial en actividades que vete tú a saber cuánto duran. Eso no).

Y, para el final, el socialismo andaluz. Lo mejor es que confíe en el azar, porque ya no está la cosa para estrategias. Adaptarse a la realidad cambiante. Reflexionando la indiferencia que provocan. Eso es peor que el odio, porque la enemistad enconada del contrario, moviliza a los tuyos. Un ejemplo: han cambiado dos Consejerías al tiempo que el Gobierno central iba desgranando ministros, mientras caían figuradamente confetis. Nadie se ha enterado de esos cambios en Andalucía ni de por qué son dos cuando parece que se fue una. Hay que reinventarse. El socialismo de Susana Díaz volverá a ganar. Probablemente forzado a pactar con Ciudadanos. Y, también probablemente, darle más de lo que le ha dado ahora, que han sido las gracias. Grandes momentos, nos esperan. No es extraño que haya tanto nerviosismo en nuestro socialismo de cercanía.