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Corrupción en las medallas policiales

Jose Manuel Sanchez Fornet
Jose Manuel Sanchez Fornet

Escribo este artículo sin conocer la lista de recompensas profesionales que se entregarán este año con motivo del Día de la Policía, el próximo dos de octubre, pero ya me están llegando noticias de casos concretos de esos que, después de 36 años en la Policía y muchos como responsable sindical, denunciando ante los mandos, los responsables políticos de Interior, los medios de comunicación y los tribunales, casos de evidente injusticia y muchos de corrupción en la concesión de recompensas profesionales, me sigue sorprendiendo la facilidad con la que es posible tomar decisiones que benefician a unos y perjudican a otros sin control alguno.

 Si hoy merece más reproche no es porque sea una norma pre-democrática, sino porque se ha pasado de conceder 5, 10 “rojas” cada año y 100 “blancas” a conceder en torno a 150 rojas y más de tres mil blancas.

Las medallas tienen dos componentes: uno económico (incremento de las retribuciones con un 20, 15 y 10% del sueldo base y trienios devengados de por vida, para las medallas de oro y plata y cruz roja, respectivamente, y sin recompensa para la cruz blanca), y otro de baremo, que se incrementa con estas condecoraciones para ascensos, cursos, destinos, etc. Y hay un tercer elemento que puede parecer fútil, y lo es, pero que solo hay que ver una formación de militares, policías o guardias civiles para entender la importancia que se concede a las condecoraciones, en algún caso ridículo por excesivo, pues algunos mandos parecen haber vivido todas las guerras de la humanidad desde el siglo pasado y haber llevado a cabo actuaciones heroicas en todas ellas. Y es mentira. Es una demostración de corrupción por amiguismo, falta de control y nepotismo, que se viene aplicando en estas condecoraciones desde su origen, que data de una ley de 1964, y que si hoy merece más reproche no es porque sea una norma pre-democrática, sino porque se ha pasado de conceder 5, 10 “rojas” cada año y 100 “blancas” a conceder en torno a 150 rojas y más de tres mil blancas. Y los más perjudicados son aquellos que llevan sus condecoraciones por haberlas obtenidos con riesgo para su vida o integridad física porque hoy en cualquier formación policial en la que se ve a alguien cargado de medallas se piensa en quién habrá sido su “padrino”.

Roja, color de la sangre

La Ley 5/1964 de 29 de abril sobre condecoraciones policiales, en su artículo sexto dice: “Para la concesión de la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo, será necesario que concurra en los interesados cualquiera de las condiciones siguientes:
a) Resultar herido en acto de servicio o con ocasión de él, sin menoscabo del honor, ni por imprudencia, impericia o accidente.
b) Participar en tres o más servicios, en los que, mediando agresión de armas, concurran las circunstancias del apartado anterior, aunque no resultara herido el funcionario.
c) Realizar, en circunstancias de peligro para su persona, un hecho abnegado o que ponga de manifiesto un alto valor en el funcionario, con prestigio para la Corporación o utilidad para el servicio.
d) Observar una conducta que, sin llenar plenamente las condiciones exigidas para la concesión de la Medalla al Mérito Policial, merezca especial recompensa, en consideración a hechos distinguidos y extraordinarios en los que haya quedado patente un riesgo o peligro personal.”

Solo alguien que cumple uno de estos requisitos, todos relacionados con actuaciones con riesgo para la vida, debería merecer una cruz roja pensionada, pero lo cierto es que el porcentaje de las mismas repartidas en cada una de las cuatro escalas es inversamente proporcional al número de miembros de las mismas, y al riesgo que padecen los miembros de una y otra escala en el desarrollo de las funciones profesionales que tienen asignadas. No habría que explicar que el riesgo existe más en las escalas inferiores por la evidente razón de que son los que acuden a las reyertas, atracos, atentados, accidentes… y por ello son la mayoría de los que pueden reunir uno o más de los requisitos establecidos en los cuatro apartados del artículo sexto de la ley 5/1964. Siendo el riesgo inversamente proporcional a la escala jerárquica, teniendo más la básica, después subinspección, menos la ejecutiva y ninguno la superior, eso debería reflejarse en la concesión de las cruces rojas devengadas por actos con lesiones o riesgo para la vida pero según la concesión se diría que los comisarías están en la calle acudiendo a los atracos y los policías dirigiéndolos desde los confortables despachos.

Los datos 

Comprueben lo que ocurre en verdad contradiciendo el sentido común y la realidad antes expuesta con estos datos de un informe del OCC (Observatorio de la Ciudadanía Contra la Corrupción) de los años 2011 a 2014 (siguió la misma tendencia en 2015), sobre la incoherencia de la concesión de las cruces rojas.

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El 0,68 de miembros de la Policía pertenecen a la escala superior, que solo están dirigiendo los servicios desde despachos y no corren riesgos ni padecen lesiones, se llevan el 16,98% de las cruces rojas concedidas en el periodo 2011-2014; el 9,14 de miembros de la Policía son de la escala ejecutiva se llevan el 4,10; el 8,36 de miembros de la escala de subinspección se lleva el 1,13%; y el 81,80% del total del colectivo que son la escala básica, quienes corren más riesgos y prácticamente sufren el 100% de heridos y muertos en actos de servicio se llevan el 0,22%. Y así casi desde que Franco era Cabo y las diferencias y el agravio se incrementan cada año.

Las recompensas

Otro asunto a abordar sería la cantidad de recompensas que se conceden. Medallas blancas por ayudar a una anciana a cruzar la calle o a una señora a levantarse, y quizás la misma, o puede que ni eso, a quienes participan en un tiroteo con atracadores con riesgo, dependiendo de la voluntad del jefe que intervenga en cada caso. La decisión del mando determina que tengas o no medalla y el color de la misma, y algunos mandos recompensan no al mejor profesional en un hecho concreto y con riesgo como dice la ley sino al que mejor falsifica estadísticas o al que más identificaciones hace, aunque sean ilegales.

Y se dan medallas rojas, muchas rojas, sacos de rojas, por la asistencia a los heridos tras el 11M, por las bombas de ETA en Barajas del 30 de diciembre de 2006, por el accidente del avión Spanair en Barajas el 20 de agosto de 2008, por el accidente del Alvia en Santiago de Compostela de 2013, y así por cada catástrofe, atentado o accidente, sin que en ellos se produzca ninguna actuación heroica por iniciativa propia con riesgo para la vida, y donde además algunos malos profesionales (más de los que sería deseable) procuran en esas actuaciones recibir un rasguño, un golpe, que justifique parte médico y los acerqué a la medalla roja o como mal peor les garantice la blanca. Y esto sobre todo perjudica a los buenos profesionales que sin pensar en condecoraciones actúan noblemente siempre. Mucha polémica hubo por ejemplo por una cruz roja concedida a un miembro de la escala superior cuyo “mérito” fue ir a la estación de tren a recoger a la hoy presidenta del Congreso Ana Pastor y trasladarla al lugar del accidente del Alvia en Santiago. Se aprovecha cualquier intervención por mínima que sea de un mando en cualquier acto para concederle una cruz roja pensionada.

Sumen a las pecheras de inmerecidas medallas las nuevas insignias y la Policía Nacional está más cerca de una policía tercermundista y bananera que de una policía civil de un país democrático del primer mundo. Y seguimos avanzando hacia la nada.