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Los juzgados entran en hibernación

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Salvador Gata*

Llegamos a las postrimerías del mes de julio. La sociedad parece entrar en letargo, la actividad de las administraciones, como no podía ser de otra manera entra en fase de “desaceleración” y no es que en condiciones normales esté muy acelerada, no, el ritmo cansino de las instituciones recuerda a esos motores de gasoil de hace unos años que tardaban en calentar y cuando por fin alcanzaban las revoluciones adecuadas se obturaban los inyectores y vuelta a empezar.

Los juzgados, como parte inescindible de esta administración lenta y tediosa no podían ser menos y entran en hibernación: apenas mantienen las constantes vitales mínimas para no ser declarados “difuntos” pero poco más.

La desaceleración estival sería entendible si durante el resto del año la actividad fuese relativamente normal. Pero resulta que al mes de julio hemos llegado después del mes de mayo (festividad del Rocío) y del mes de abril (la Feria de Abril) y, como cualquier sevillano sabe, esas fechas son sagradas y la actividad se pospone para otro momento. Lo urgente para mañana.

 

Y añadimos las guardias. Ahhh, las anheladas guardias, fuente de riqueza para los afortunados funcionarios del orden penal

 

 Si a esto sumamos los carnavales, las navidades, y un amplio elenco de festividades menores nos encontramos que a nuestros queridos juzgados le faltan días para sus compromisos más ineludibles. Juicios inmediatos por delitos, Juicios por delitos leves. Declaraciones, etc.

Y añadimos las guardias. Ahhh, las anheladas guardias, fuente de riqueza para los afortunados funcionarios del orden penal, pues no se da en los restantes órdenes jurisdiccionales. No es de extrañar la demanda de estos puestos por parte de los oficiales, Letrados de la Administración de Justicia y sus señorías los jueces y magistrados de Instrucción.

Dos guardias al mes de promedio equivalen (afueraparte la pasta que genera) que nuestros esforzados magistrados desatienden sus laboras diarias para poder hacer frente a “la guardia”. Y lógicamente 24 horas de guardia merecen, y así se lo cobran, el correspondiente día libre o los que se tercien.

En definitiva, los que estamos pendientes, en vilo diría yo, pues nos va en ello la propia supervivencia, asistimos resignados, hastiados, cabreados, al repugnante espectáculo de ver como esos sufridos magistrados de instrucción dedican un tercio de su tiempo a los asuntos que tienen sobre la mesa. Y si el asunto es de cierta complejidad (delito económico por poner un ejemplo), el tiempo que se le dedica disminuye considerablemente. Es comprensible que la capacidad de concentración de estas personas se vea seriamente afectado por tanto trajín.

Pero nosotros esperamos y desesperamos, clamamos y reclamamos sin que se nos de la más mínima razón del por qué nuestros asuntos (complejos eso si) siguen durmiendo el sueño de los justos. No obstante, esos funcionarios se enriquecen a costa de las guardias, lo que hace que no dispongan del tiempo ni de la concentración necesarias para echarles un vistazo a nuestros asuntos. Y llegan las prescripciones, las dilaciones indebidas. Las absoluciones por falta de pruebas (por no haber hecho una instrucción como es debido).Y el resultado final, por todos conocido es que los golfos ganan, los pobrecitos pierden….como es posible que se me hubiese ocurrido pensar que en nuestro caso podría haber sido diferente. Cuanta candidez… que habré estado yo utilizando hasta ahora en lugar de cerebro…. Un afectado.

 

*Salvador Gata.

(Seudónimo por razones profesionales).