The news is by your side.

Los titiriteros y las trincheras de otros

Emilio Lucas
Emilio Lucas

Llevamos toda la semana dando vuelta al tema de los titiriteros detenidos el fin de semana pasado en Madrid por un espectáculo en el que exhibían en un momento dado una pancarta que rezaba “Gora Alka-ETA”. Según los policías que les detuvieron y el Juez que instruye la causa, enalteciendo a la organización. Según otros, era una pancarta que un policía corrupto colocaba a un personaje para luego incriminarle y encarcelarla.

No voy a entrar en el fondo del asunto del presunto enaltecimiento del terrorismo, porque me parecería osado hacerlo sin haber visto el espectáculo. Sí que podría entrar, como jurista, en el análisis del Auto de prisión (que sí me he tomado la molestia de leer) y la actuación del Juez que, sea cual sea el fondo, ha aplicado con ligereza la medida preventiva de prisión. Cosa que, por cierto, no es tan extraña, como sabemos los que estamos en el mundo jurídico, dicho sea de paso.

Pero, a lo que iba. Este país es la hostia. Nadie, o casi nadie, ha visto el espectáculo, pero todos, o casi todos, se han posicionado con gran virulencia en relación con este asunto, reproduciendo argumentos ajenos. Y eso es lo que me jode. Que somos muy dados a echarnos a las trincheras a las órdenes de unos gurús ideológicos que nos dan las consignas y las seguimos con ciego borreguismo. Poniéndonos en posiciones extremas. Y haciéndoles el caldo gordo a esos políticos y “líderes de opinión”.

Esa actitud, por desgracia, no se ha puesto de manifiesto sólo en este caso, sino en todos. Creo que la madurez tiene mucho que ver con querer conocer los hechos y formarte tu propia opinión, y en este sentido no somos un país maduro, y nos seguirán manipulando y chuleando.

[blockquote style=»1″]Sí que podría entrar, como jurista, en el análisis del Auto de prisión (que sí me he tomado la molestia de leer) y la actuación del Juez que, sea cual sea el fondo, ha aplicado con ligereza la medida preventiva de prisión. [/blockquote]

Volviendo al tema de los titiriteros, nos hemos encontrado a algunos megaescandalizados; y a otros poco, más o menos que canonizando a los titiriteros. Y en el fondo, lo que estaban discutiendo no era el tema de los titiriteros. Algunos lo que intentaban era atacar a Carmena y a Podemos. A otros, vender que los que no están con ellos son unos fascistas. Y así todo.

En todo ese maremágnum, Manuela Carmena se ha mostrado bastante razonable, y ha pedido disculpas por un hecho que ha calificado de “inaceptable, inadecuado y deleznable para los niños” (sic). Creo que pocos discrepan en que fue un error programar ese espectáculo como infantil. Y eso nos lleva al primer punto de controversia: ¿debe dimitir la concejal? A ver. En el tema de dimitir no hay una ley cierta que obligue a ello, y la moral depende de cada cual. Mi opinión es que sí, que Celia Mayer debe dimitir. Y no sólo por la gravedad del error (muy grave, según la propia alcaldesa), sino porque uno no puede pedir para sí un nivel de exigencia menor al que pedía para otros. Como dice el dicho popular, uno es dueño de sus silencios y preso de sus palabras, y los miembros de las plataformas como Ahora Madrid, no sólo al pedir públicamente dimisiones, sino también en su programa han puesto el listón muy alto. Un listón con el que deben ser consecuentes.

En cuanto a los hechos, insisto en que me ha sido imposible ver el video de la actuación, por mucho que lo he buscado, y no voy a cometer el error de opinar en base a lo que unos y otros cuentan. Y, aunque se me hace difícil creer que estos chicos quisieran hacer enaltecimiento del terrorismo, sí creo que se equivoca Carmena (que ha sido juez) al decir que “si estamos en una ficción no es punible”, por mucho que estemos en Carnaval, tiempo de sátira y “de rotura de los márgenes de la libertad de expresión” (sic). Como también yerra Wyoming al insistir en ese argumento de que la ficción no es punible, haciendo la afirmación simplista, y poco propia de alguien tan brillante, de que ha sido como si se acusase a Spielberg de apología del nazismo porque en “La lista de Schindler” salen nazis.

Cualquier obra artística puede servir para transmitir mensajes, y, de hecho, para eso se han utilizado desde tiempo inmemorial. Y una obra de teatro, por ficción que sea, nos genera, o puede generar, empatía o rechazo respecto a ciertos actos o personas. Hasta tal punto, la propia obra de la polémica parece que tenía una finalidad crítica para con el sistema policial y judicial.

Lo importante no es si es ficción o no, sino de la idea que transmita del hecho en sí. Por poner un ejemplo, en una película podemos ver a una persona consumiendo cocaína, y lo importante no es la escena en si, sino si la idea que nos transmite del consumo de cocaína es que es algo malo o es bueno.

[blockquote style=»1″]Los miembros de las plataformas como ‘Ahora Madrid’, no sólo al pedir públicamente dimisiones, sino también en su programa han puesto el listón muy alto. Un listón con el que deben ser consecuentes.[/blockquote]

Para opinar, pues, sobre si hubo o no un delito de enaltecimiento, sería preciso saber en qué contexto sale esa pancarta, y la, digamos, emoción que se pretende transmitir respecto a la misma. Llevado esto terrenos jurídicos, para que exista enaltecimiento del terrorismo ha de existir un elemento subjetivo, una intención de transmitir una idea positiva respecto al terrorismo o los terroristas.

En todo caso, el Auto de prisión, que sí he leído en su integridad, tiene, a mi parecer, una argumentación muy endeble, y se excede al enviar a prisión a los dos titiriteros. La prisión preventiva, como medida restrictiva de la más básica de las libertades, no puede ser ni adelanto de una posible pena futura, ni una medida ejemplarizante, sino que sólo se puede decretar cuando concurran los supuestos que prevén nuestras leyes (ocultación o destrucción de pruebas, riesgo de fuga o riesgo de que se siga delinquiendo). Y decretar la prisión provisional en base al riesgo de que vuelvan a delinquir en este caso es excesivo. Y tampoco parece muy lógico que esa finalidad se vaya a conseguir mediante la comparecencia diaria que, en sustitución de la detención, se ha decretado después.

Ahora bien, tampoco me parece bien la reacción posterior de algunos, frivolizando el tema con los famosos memes de “Gora la panc-ETA” y similares, porque ahí si hemos jugado a quitar hierro a algo tan serio como el terrorismo que han sufrido no sólo las víctimas de atentados y sus familiares, sino también muchos vascos (y vascas, que diría Pedro Sánchez) que han tenido que irse de su tierra, amenazados a diario por defender ideas no nacionalistas, cuando no víctimas de ataques de la kale borroka a sus casas y negocios por los que, para más inri, el seguro no les indemnizaba por tratarse de actos vandálicos, no cubiertos por la póliza.

Esos memes y las declaraciones de algunos han hecho parecer que decir “Gora ETA” o “Viva Al Qaeda” no es tan grave. Dar una idea positiva incluso en la rebeldía de decirlo. Y eso es equivocarse y mezclar churras con merinas. Que una cosa es que la pancarta en cuestión, en la obra, y utilizada como elemento que un personaje pone para incriminar a otro, no tenga una finalidad delictiva de enaltecer el terrorismo, y otra que se nos vaya la olla y no se nos ocurra otra forma de protestar que haciendo buenos a unos terroristas.

Si somos extremadamente sensibles con la “memoria histórica” hasta el punto de cambiar nombres de calles que están puestos hace años sin que nadie entienda que pretendan enaltecer al régimen franquista, ¿cómo vamos a ignorar la sensibilidad de esas personas que viven entre nosotros y a las que el terrorismo les quitó un padre, un hermano, varios miembros, su negocio o la libertad de vivir con tranquilidad en la tierra que les vio nacer? Es mera regla de convivencia, señores.

Así que, desde mi punto de vista, hay que ser un poco más maduros y, sin dejar de protestar enérgicamente por los desmanes del poder, no caer en simplificaciones que puedan ofender a otros. Hay que opinar, manifestarse, pronunciarse, no quedarse en mero espectador. Son tiempos de eso. Pero no siguiendo las directrices de otros, que tienen sus propios intereses, sino con información de primera mano, y previa reflexión y razonamiento. Ni dejando que nos desvíen la atención con otras cosas, que pueden ser también merecedoras de reproche, pero no excusa. Quiero con ello decir que sí, que es una vergüenza lo de los concejales de Valencia; y que si alguien cree que Jiménez Losantos ha incitado a la violencia contra Podemos, que lo denuncie. Pero que eso no es excusa para que por los guiñoles se depuren las responsabilidades que procedan. Penales (en su caso), políticas y administrativas (también en su caso).

Porque algo que me jode mucho es que nos manipulen y se apropien de nuestra opinión. Eso era, es y será adoctrinamiento, a fin de cuentas.