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¡Olé sus coños!

Jose Manuel Sanchez Fornet
José M. Sánchez Fornet*

En mayo del pasado año fue noticia en distintos medios de comunicación, que un estudio de científicos saudíes había llegado a la conclusión de que la mujer no es un ser humano pero sí un ser mamífero, no un objeto como creían hasta entonces en esa sociedad, con lo cual pasaban a tener el mismo trato que cabras, camellos y otros animales, y derecho a alimento y agua, además de respeto y atención conforme a su nueva situación.
La mujer en Arabia Saudí no puede desplazarse sin un pariente masculino, ni conducir, viajar, abrir una cuenta bancaria sin permiso del marido (amo), mostrar su belleza con ropa que no sea la fijada por el Estado, leer revistas femeninas, entrar en cementerios, usar maquillaje, andar con tacones o zapatos que provoquen ruido al andar, adquirir muñecas, entre otras disposiciones legales vigentes en aplicación de su ley religiosa, la Sharia. Arabia Saudí es un país aliado de Occidente, miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y elegido en abril pasado miembro del grupo de derechos de la mujer de la ONU, prueba evidente del poder del dinero y de la descomposición y pudridero moral de nuestras instituciones en España y el mundo. Este “gran avance” para los derechos de la mujer saudita de que la equiparen con animales no ha contado con la unanimidad de la clase religiosa y política, por considerar algunos de sus miembros que puede suponer una desestabilización de la situación jurídica y el sistema legal saudí.

 

Arabia Saudí es un país aliado de Occidente, miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y elegido en abril pasado miembro del grupo de derechos de la mujer de la ONU, prueba evidente del poder del dinero.

 

Arabia Saudí es esa nación sobre un océano de petróleo aliada de las naciones occidentales que invierte una parte importante de su riqueza en adquirir armas a países de Occidente (España es una de sus principales suministradoras), con las que se implica en conflictos genocidas como el actual en Yemen, en su guerra no declarada contra Irán desde hace 1.400 años, cuando a la muerte de Mahoma se dividieron sus herederos en chiitas (Irán) y sunitas (Arabia Saudí).

Que en Occidente se ha avanzado el último siglo en materia de igualdad entre hombre y mujer es indiscutible. Que no se ha avanzado nada en países de mayoría musulmana y que en algunos se ha retrocedido, tampoco. Nasser, presidente de Egipto entre 1954 y 1970 (año de su muerte) defendió la separación del Estado y la religión y durante un tiempo lo consiguió; arengaba en sus mítines a la ciudadanía congregada en grandes multitudes y hacia chistes sobre la petición de los Hermanos Musulmanes de imponer el pañuelo a las mujeres, recibiendo aplausos y risas burlonas de los miles de asistentes por esa pretensión religiosa. Medio siglo después, en la actualidad, el ejército ha desalojado del poder a los Hermanos Musulmanes que habían ganado unas elecciones democráticas, han sido declarados ilegales, pero las costumbres en dicha sociedad han evolucionado y retrocedido hacia esas imposiciones islamistas restrictivas de derechos de las mujeres.

En occidente estamos varios siglos por delante pero no ajenos a la desigualdad y la injusticia. Una mujer, por la misma función laboral que hace un hombre, sigue cobrando el 20, 30% menos y a veces un porcentaje superior; existe un problema de discriminación laboral por la sola posibilidad de la maternidad, y existe maltrato y violencia machista contra ellas, entre otras injusticias fruto de miles de años de desarrollo con prevalencia del hombre sobre la mujer. Esta panorámica general sirve para hacerse idea de la situación de la mujer en la humanidad, pues, con distinto grado de intensidad, su subordinación al hombre en todas las sociedades es un hecho incuestionable.

 

La prostitución debe ser regulada, protegido su ejercicio y protegida la mujer para que no sea forzada a ejercerla, estableciendo penas muy duras que desaconsejen a los proxenetas actuar contra ellas.

 

En occidente tenemos otros debates que, salvando todas las distancias, acaban en el mismo elemento de presunto expertos y expertas que desde su moral, tratan de decidir qué es bueno o malo, conveniente o inconveniente, respecto a la libertad de la mujer para usar su cuerpo como estime oportuno cada cual. Brevemente me referiré a prostitución, aborto y vientres de alquiler.

Prostitución. La prostitución debe ser regulada, protegido su ejercicio y protegida la mujer para que no sea forzada a ejercerla, estableciendo penas muy duras que desaconsejen a los proxenetas actuar contra ellas. La prostitución es el uso del propio cuerpo a cambio de dinero y nadie debe interferir en lo que hace una persona con su cuerpo o con su vida siempre que no vulnere derechos de otra persona, que en ningún caso se produce en el caso de la prostitución. Mantener que se debe prohibir porque el ejercicio de la prostitución atenta contra la dignidad de la mujer es de una desvergüenza insoportable, porque no se dice lo mismo de la misma mujer si en vez de prostituirse limpia retretes por 400 euros/mes explotada laboralmente. Una hipocresía moral que molesta. Hay mujeres indignas en palacios y opinando sobre la dignidad de las mujeres, y mujeres muy dignas ejerciendo la prostitución por su propia voluntad. Dejen de meterse en la vida de las mujeres y legislen y actúen para que ganen espacios de libertad, y entre ellos, el de poder ejercer la prostitución y obtener una fuente de ingresos necesaria para su mejor calidad de vida y las de sus hijos si existen. A quienes defienden esta falsa moral les parece más digna una mujer explotada laboralmente y en la pobreza que una mujer liberada y menos dependiente solo porque para ello hace uso de su cuerpo. Lo mejor es regular y proteger y dejarlas decidir por ellas mismas.

Aborto. Hay muchos países donde abortar sigue siendo un delito y puede conllevar penas de cárcel. Este del aborto es un debate social, científico y religioso en el que hay que apartar a la religión (a nadie se obliga a abortar y nadie puede pretender imponer sus valores a otra persona), guiarse por criterios científicos, usar el sentido común y facilitar la vida a las mujeres. La mujer debe poder decidir sobre su cuerpo mientras en el mismo se aloje un feto, un proyecto de persona que no podría vivir separado de ella. Esto es lo que deben discernir los científicos: a partir de qué tiempo de gestación el feto adquiere vida propia, aquel en el que, en incubadora y con los adelantos de la ciencia, un feto se extrae de su madre y puede desarrollarse y vivir. A partir de esa fecha el derecho al aborto de la mujer se acaba porque hay ya una nueva vida autónoma que no es de su propiedad. Aborto libre mientras el feto no pueda tener vida propia fuera de la madre, y solo en razón del peligro para la vida de la madre, del feto o malformación que impida su desarrollo en vida con normalidad, después de ese plazo.

 

Otra vez el mismo argumento de que la mujer pierde dignidad si alquila su vientre para dar vida a hijos de otras personas a cambio de dinero.

 

Maternidad subrogada. Ha sido noticia hace pocos días una encuesta realizada entre votantes del PSOE y Unidos Podemos en la que una amplia mayoría se pronunciaba a favor de regular los vientres de alquiler o maternidad subrogada, mientras que las direcciones de dichos partidos se oponen a regular tal situación. La ex ministra Carmen Calvo, ahora miembro de la ejecutiva federal del PSOE, se ha manifestado contra una resolución de las juventudes socialistas que apoya dicha regulación, alegando que supone un atentado a la dignidad de la mujer. Otra vez el mismo argumento de que la mujer pierde dignidad si alquila su vientre para dar vida a hijos de otras personas a cambio de dinero, pero no lo es vivir en la pobreza en una chabola cargada de hijos malnutridos y sin formación, cuya situación puede legítimamente querer cambiar alquilando su vientre. No sé en qué mundo viven estos dirigentes pero me temo que no se están enterando de nada y en muchos casos sus argumentos suenan a los de la religión que se opone a la eutanasia por considerar que la vida no es propiedad de la persona sino de su Dios, el de ellos, los clérigos, pues lo imponen incluso a los no creyentes. Ahora hay una nueva religión que es esta de defender la dignidad de la mujer, que entienden los clérigos de la nueva doctrina que se deprecia si es prostituta o alquila su vientre y no lo hace viviendo en la miseria y pobreza.

La política debe procurar unas condiciones básicas mínimas de bienestar para toda la ciudadanía y entre ellas, garantizar que ninguna mujer se encuentre en una situación de pobreza y desamparo que la obligue a prostituirse, abortar por razones económicas o a alquilar su vientre, pero aun así, aquella que quiera hacerlo, el deber del Estado es garantizar las mejores condiciones para que sea posible tomar una decisión en libertad porque su cuerpo y su vientre son suyos y nadie tiene derecho a usurparlo con medidas legales.

La mujer no es ni superior ni inferior al hombre; la condición personal de bondad o maldad existe por igual en ambos géneros, pero la sociedad lleva miles de años desarrollándose desde el punto de vista de los hombres y considerando pecado que la mujer tenga la libertad suficiente para hacer de su vida y su cuerpo lo que le apetezca. Hay que superar esas trabas morales fruto de muros mentales y culturales y conseguir una sociedad de mujeres libres e iguales porque con ello avanzará toda la humanidad. Por ese deseo y con el afán de remover conciencias y llevar a la reflexión yo digo en este alegato por los derechos de mujer: ¡Olé sus coños!

 

*José Manuel  Sánchez Fornet es Policía. Ex Secretario General del SUP. Portavoz del Observatorio contra la Corrupción.

@sanchezfornet