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Pascua Militar 2019

El Rey en su discurso estuvo, como siempre y ya con muchas tablas, en su papel institucional.

 

Con la celebración, en el Palacio Real, de la Pascua Militar (PM-2019), se producido ayer la tradicional felicitación, instituida tras la recuperación de Mahón (Menorca) de las garras británicas en 1782, durante el reinado de Carlos III. A diferencia con la de hace un año, que empezó con retraso, mal tiempo y póker de reyes, la PM-2019 ha transcurrido con la precisión característica del rito militar, tiempo soleado y sin más Reyes que los reales, Felipe y Letizia. Nuevos en la plaza, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, Margarita Robles, ministra de defensa, y Fernando Grande-Marlasca, ministro del interior.

Doña Margarita ―al César lo que es del César―, lucía un peinado favorecedor. Hizo de su discurso una faena de aliño, aunque mencionó (casi) todos los temas que debía tocar. Se refirió muy clara y oportunamente a la Constitución, como “marco de convivencia en el que todos tienen cabida, y ello bajo la mayor garantía que es el imperio de la ley y el respeto a los valores democráticos, propios de todo Estado de derecho”. Hizo una mención singularizada a la UME ―por lo que la alabo el gusto―, y se extendió sobre los compromisos internacionales de España que desarrollan las FAS.

 

Nada dijo sin embargo de los sueldos militares, que se han quedado muy a la cola de la función pública.

 

Sin llegar a mencionar el “nuevo ciclo inversor” de su antecesora en el cargo, Dolores de Cospedal, doña Margarita también se refirió al impulso de programas para la modernización de las FAS, mencionando, entre otros, las fragatas F-110, los vehículos de combate 8×8 y la actualización de los eurofighter. No estuvo mal, pero eso me lleva a pensar que, tal vez, vayamos con bastante retraso. Que estemos programando para el pasado, puesto que las tendencias en vehículos de combate ya no miran hacia los “pesados” 8×8, así como que gastar en modernizar los eurofighter, cuando están en el aire los aviones de combate polivalentes F-35, parece que no pega mucho.

Sobre la política de personal pasó rápido, aunque deteniéndose, cómo no, en los 30 años transcurridos desde la incorporación de la mujer a las FAS. Nada dijo sin embargo de los sueldos militares, que se han quedado muy a la cola de la función pública. Algo especialmente evidente cuando ya ha comenzado la equiparación de sueldos de guardias civiles y policías nacionales, con los de los policías autonómicos. ¿Para cuándo espera el Gobierno abordar la justa subida de las retribuciones a los militares? Poco o nada habló la ministra de la operatividad de las unidades que ―no me cansaré de repetirlo―, es la razón de ser de todo el tinglado de Defensa.

Mirando hacia 2019, se refirió a la internacionalización y el compromiso Atlántico, la participación en el desarrollo de la PESCO y las operaciones de la UE, y algo sobre inteligencia artificial, explotación del espacio extraterrestre y la vigilancia espacial. Vaya, que no llegó a la idea del “ciberespacio como nuevo campo de batalla” de De Cospedal, situándose más en el modo “larguis huevis” del exministro Morenés. Lo peor es que cada vez parece más claro que la guerra del futuro va a desarrollarse principalmente en el ciberespacio.

Por su parte, el Rey en su discurso estuvo, como siempre y ya con muchas tablas, en su papel institucional.  Cabe destacar su gran mensaje omnidireccional de fondo, al aludir a la Bandera de España “que simboliza al conjunto de nuestra Nación y que es signo de su soberanía e independencia, de su unidad e integridad”. Un texto que ―como recuerdo a despistados y aviso a navegantes―, extrapola miméticamente la misión que la Constitución, en su artículo 8.1, atribuye a las FAS: Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Recordado y avisado queda nuevamente.