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Transparencias

«La moda es un asunto de tejidos, no de cuerpos semidesnudos», Carolina Herrera dixit

Clara Guzman
Clara Guzmán

Hace unos meses, la diseñadora Carolina Herrera puso el grito en el cielo, un grito con mucha clase, eso sí, ante esa moda de ir enseñando hasta el carné de identidad con la excusa de llevar transparencias. La moda la impusieron (hablo del verano del año pasado) estrellas fugaces como Jennifer López, Kim Kardashian o Beyoncé cuando iban a las galas de tronío. Escribo estrellas fugaces porque no duran ni un parpadeo frente a la eternidad de sus elegantes antepasadas que todavía están vigentes en nuestros días. Y galas de tronío en la actualidad son aquellas en las que hay mucho paparazzi, muchas transparencias, muchas joyas prestadas y voluptuosidad a raudales, que en cualquier hija de vecino sería exceso de grasa, en contraposición con el defecto de instrucción. O sea, que la mayoría de las convocadas oyen decir que Carolina Herrera es una esteta y piensan que es una palabrota.

Ahora esta moda llega a España, más bien a las televisiones (ya saben que aquí vamos con efecto retardado) en la despedida del 2015, el año en que pensábamos que iba a ser la niña bonita y se convirtió en la del Exorcista.

El despliegue de muchachas (alguna ya en edad macerada) con vestidos de interjecciones ha sido el hilo conductor (que es la frase más socorrida en estos casos) de los distintos programas. Vestidos de interjecciones son aquellos que los hombres saludan, más o menos, con el estribillo sincopado del grito ancestral de Los del Río en su Macarena: ¡Ajjjjjjjjjjjj! Y las mujeres, en función de su edad y estamento social, espetan: ¡ay, ey, iy, oy, uy!, cada vez que la interfecta da un paso o acciona. Porque no he visto yo más mujeres que accionen que las presentadoras de las distintas televisiones, con Eva González (que iba pudorosa, para eso era presentadora coral de la 1) a la cabeza.

[blockquote style=»1″]La moda es un asunto de tejidos, diseños y no de cuerpos semidesnudos. Además, si el escote es muy abierto, hay que tener cuidado porque el busto puede lucir como un huevo frito[/blockquote]

En su alegato contra esta moda de exhibición desbordante y desbordada, Carolina Herrera decía, en una entrevista al Washington Post, no piensen que era a la Hoja Parroquial, que en la vida tiene que haber algo de misterio. “La moda es un asunto de tejidos, diseños y no de cuerpos semidesnudos. Además, si el escote es muy abierto, hay que tener cuidado porque el busto puede lucir como un huevo frito”.

Si yo tuviera un marido chef como Cristina Pedroche, que es reincidente en esta moda de las transparencias televisivas, le habría preguntado al salir de casa. Claro que hay hombres que con tal de no tener un  disgusto son capaces de parangonar la armonía anatómica de su señora con la excelsa “deconstrucción” de una tortilla de patatas.

Pero aquí la cuestión más sangrante, si es que les queda sangre en las venas después del atentado a la estética, es que los vestidos son de firma. Escribir de firma, es decir que no los han adquirido en los almacenes calés; o sea, en los mercadillos. No, alguno llevaba incluso la firma de Lorenzo Caprile, en concreto el rojo de Anne Igartiburu, porque el de Cristina Pedroche era de Pronovias, que no es lo mismo que decir novias de pro.

Servidora, que es más de leer que de ver la tele, se acuerda de la frase de Mark Twain: “La ropa hace al hombre. La gente desnuda tiene poca o nula influencia en la sociedad”. Claro que el escritor no sabía lo que puede dar de sí en España un vestido transparente, sobre todo el año en que votamos peligrosamente.