The news is by your side.

Una generación de idiotas

Pablo Gea
Pablo Gea*

Eso es en lo que se ha convertido la juventud (y no sólo esta, lamentablemente). Y es que, si bien nadie en su sano juicio puede negar los innumerables logros de la tecnología, no serán menos quienes estén dispuestos a asumir la forma vil en la que esta ha logrado agitar las pasiones y debilidades de los menos dotados entre nosotros.

Y voy concretando: hoy a nadie le es ajeno el esclavismo en que los chats, redes sociales y, en definitiva, internet, han sumido a gran parte de la sociedad. Podría incluso llegar a racionalizarse si no resultara dolorosamente penoso para quien escribe. Es casi imposible mantener una conversación, tomar un café, tener una cita, sin tener que pertrecharse para derrotar a nuestro más temible enemigo a la hora de intentar obtener algo de contacto humano: el whatsApp, el tuenti, el facebook o cualquier otra red de contacto artificial que se os ocurra.

 

Hoy a nadie le es ajeno el esclavismo en que los chats, redes sociales y, en definitiva, internet, han sumido a gran parte de la sociedad. 

 

No soy creyente, pero estoy por irme a implorar a Dios un poco de cordura o la salvación eterna antes de tiempo si esta manada de cretinos es la que va a dirigir nuestro país cuando la generación anterior pase a engrosar las estadísticas de las pensiones. Y lo más gracioso es que la psicosis colectiva ha mutado de tal manera hasta llegar a la neurosis difícilmente tolerable al constatar la angustiosa existencia a la que se someten algunos sujetos (lo siento, me niego a utilizar otro término, los animales siempre gozaron de mi más alta estima) cuyo único eje vital en su incompetente existencia es el devaneo existencial experimentado con envidiable furor a través de una puñetera pantalla, como si eso fuera a sacarles de la mediocridad. En todo caso al contrario.

Uno no puede más que desternillarse al detenerse un segundo (no merece más que eso) a observar la tortura digna del escenario más dantesco imaginable que puede suponer que un mensaje aparezca como leído pero no contestado al instante, que la persona que protagoniza nuestros sueños húmedos se “conecte” pero no tenga la bondad de hablarnos o que nuestro interlocutor sólo encuentre un triste “emoticono” como respuesta más coherente a una estupidez de nuestra vida diaria con la que hemos decidido incrementarle las ganas de estar vivo.

Sí, definitivamente este jardín de infancia es una montaña rusa tan hilarante de la que decido bajarme ya porque, francamente, dudo mucho que aunque se grite con la mayor desesperación eso vaya a servir para que quienes tienen la corteza cerebral digna de un ameba estén por cambiar su modo de vida hasta el punto de dejar de causar náuseas a quienes, con algo más de dos dedos de frente, caminen por la calle, o decidan hablar de algo.

 

Sí, definitivamente este jardín de infancia es una montaña rusa tan hilarante de la que decido bajarme ya.

 

¿Y de dónde proviene esto? Pues nada menos que del mapa de carreteras de la sociedad plástica y artificial, heredera del moralismo mezquino, que hace mella en aquello de que “da igual que seas un auténtico cenutrio, mientras seas capaz de subsumirte dentro de AESS (Amor, Emocionalidad, Sensiblería y Sentimentalismo), no tienes nada que temer”. Y así nos va, ese temor a la soledad tatuado en la mentalidad de los débiles que sólo con su eliminación se dotan a sí mismos de identidad y sentido hasta llegar al ticket gratis para el manicomio es el escenario en el que nos encontramos hoy. Y al que no lo comparta, Golpe de Remo. Cosas de encarcelarse en estereotipos colectivistas, es lo que nos enseñan ahora.

Acusadme de retrógrado si así os viene en gana, pero asevero que aquél que hace su vida a través de algo tan artificial como una pantalla o que está más atento a esta que a un interlocutor de carne y hueso es un/a (hay que ser políticamente correcto, recuerden) auténtico analfabeto, que deja pasar cruelmente ante sus ojos la verdadera fuente de sabiduría y de felicidad: la vida de carne y hueso, la vida real. Reflexionad.

 

*Pablo Gea Congosto es estudiante de Derecho y activista político.