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Veinte años de una modernización

Al final, Zoido recogió los frutos de la incoherencia de su adversario el PSOE.

El próximo año será tiempo electoral en municipios y autonomías, como también de unas efemérides que es posible que pasen desapercibidas. En 2019 se cumplirán 20 años de que el Partido Socialista recuperara inesperadamente la alcaldía de Sevilla luego del desencuentro entre el Partido Popular y el Partido Andalucista, organizaciones que venían gobernando en coalición la ciudad, y que obtuvieron mayoría de concejales, maridaje que, sin embargo, entró en quiebra por desavenencias insuperables y los andalucistas optaron por negociar el gobierno local con el PSOE. Hasta entonces la derecha tenía a Sevilla sometida al síndrome de la mujer de Lot: una ciudad convertida en columna de sal bajo unas políticas paralizantes de macetones y aspidistras. Se había diluido el impulso del 92 y Sevilla amortizaba un tiempo de irrelevancia con el retorno recurrente de todas las inercias y tópicos que alejaban a la capital hispalense de la modernización necesaria y la urgente recuperación de unos barrios y unos servicios sociales víctimas de la indiferencia de los gobiernos locales.

 

Alfredo Sánchez Monteseirín, entonces presidente de la Diputación Provincial de Sevilla, encabezó la lista del PSOE en las elecciones municipales de 1999 después de vencer a José Rodríguez de la Borbolla en primarias.

 

Borbolla ejerció la portavocía del Grupo Socialista en el ayuntamiento, siendo cuestionada su oposición al ejecutivo local, por su tibieza y contemporización. En las siguientes elecciones municipales de 2003, el Partido Socialista fue el más votado y formó gobierno en  coalición con  Izquierda Unida.

Monteseirín encabezó un proyecto ambicioso de modernización global de la ciudad que cambió el rumbo mortecino y desigual en el que Sevilla se había precipitado. El Plan Estratégico, la reordenación vial, la consolidación de los servicios sociales en barrios, de tal manera que cualquier ciudadano tuviera el mismo nivel de servicios con independencia del lugar de la ciudad en que residiera; las nuevas instalaciones y la remodelación de la flota de transporte urbano; el Plan Cívico para la Movilidad, la creación del Instituto del Taxi; la Red de Aparcamientos; la revitalización de los espacios culturales de la ciudad; la creación del Instituto de la

No deja de llamar la atención que algunos destacados periodistas en el acosamiento permanente y desproporcionado al gobierno de Monteseirín -hechos que hoy no llaman la atención eran entonces grandes escándalos mediáticos- tengan hoy responsabilidades en la comunicación de la Junta de Andalucía.
cultura y las Artes de Sevilla; la peatonalización de zonas saturadas y para la preservación del patrimonio monumental hispalense; el Plan contra la Prostitución, sacando el problema del mero espacio del orden público y vertebrando una estrategia de integración social y laboral para las afectadas, que causó un amplio interés en Europa; el desarrollo de la gran conurbación de Sevilla y el planteamiento del área metropolitana; la ampliación de la autonomía local y la reforma de la financiación municipal y de las competencias impropias; la programación de calidad del Teatro Lope de Vega en una ciudad que carece de iniciativa privada en el ámbito escénico; la implementación de espacios emblemáticos sobre ámbitos en decadencia, como Metropol Parasol conocido como Setas de la Encarnación; el Metrocentro y un largo etcétera.

Este impulso modernizador de una ciudad que era mundial, porque era conocida a nivel internacional, pero no era global, anclada en una inercia paralizante, estuvo acompañado en todo momento por un hostigamiento sin precedentes no ya por la oposición, lo cual sería lógico, sino por la prensa local y algunos elementos internos que fueron la génesis de las posteriores divisiones que ha venido padeciendo el PSOE. No deja de llamar la atención que algunos destacados periodistas en el acosamiento permanente y desproporcionado al gobierno de Monteseirín -hechos que hoy no llaman la atención eran entonces grandes escándalos mediáticos- tengan hoy responsabilidades en la comunicación de la Junta de Andalucía.

El final, fue el ápice de las contradicciones internas del PSOE que trasladaron a un electorado perplejo: si la gestión había sido muy buena, ¿por qué se cambiaba al candidato? Y, por otro lado, ¿cómo no hacer referencia a todo lo hecho en una campaña electoral? Al final, Zoido recogió los frutos de la incoherencia de su adversario. Hoy, Sevilla disfruta de aquel proceso modernizador, plenamente integrado en el imaginario colectivo de la ciudad, y desde esta perspectiva la rememoración de aquel período muestra claramente lo artificiosa, interesada e injusta que fue la campaña hostil contra el proyecto de modernización que lideró Monteseirín.