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10N: Gobierno Sí o Sí.

La negociación entre Unidas Podemos y PSOE no fue un simple fracaso, sino un lamentable paripé.

 

Con perdón de la audiencia, hoy me toca ser iconoclasta. Dice mi amigo Pepe Fernández que, desde  hace muchas décadas, aquí se hace lo que dicen los americanos. Yo iría más allá: ni en los Estados Unidos se hace lo que dicen los americanos. Pero ello da para un artículo mucho más arriesgado. No es el día y, además, no estoy de humor. Así que, a lo nuestro. A la España cañí y al 10 de noviembre.

Es una falta de todo atribuirme algo por haber previsto que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias eran agua y aceite y terminarían en consecuencia. Lo dejé escrito antes del 28 de abril, y lo reiteré después. Pero subrayo que no se trata de que uno disponga de capacidades especiales ni de bola de adivinar. Era solo asomarse a “The Economist” y ver que el gran oráculo del capital internacional expresaba una preferencia clara por nuestro presidente en funciones. Lo demás era purita consecuencia.

La negociación entre Unidas Podemos y PSOE no fue un simple fracaso, sino un lamentable paripé. Un escenario negociador donde nada podía concluirse porque a nada se podía llegar. Nos lo explica Juan Luis Cebrián, mejor que nadie, en una declaración reciente:

«La globalización es real. Creo que el problema de la izquierda es que no sabe que los poderes reales son globales».

 Con ello, Cebrián tuvo un acto fallido. Admitió de modo velado que su contrincante del día – en aquel caso Pablo Iglesias – es “la izquierda”, mientras que el PSOE es otra cosa. Un reconocimiento que Unidas Podemos viene buscando desesperadamente.

Pero todo ello ya es pasado. Estamos a fines de septiembre de 2019, y tenemos un otoño suculento. A dos años del 1-O, los CDR se quieren echar al monte. Mal asunto. Cogen a un país que recuerda con horror al terrorismo, y a una Europa que no va dar al extremismo nacionalista la coartada que dio al terrorismo etarra en el tardo- y postfranquismo. Se equivocan, y gravemente. Solo les hace falta ver cómo está ahora el País Vasco y dónde están los etarras.

Segundo, la sentencia del Procés. Veremos, por supuesto. Y lo veremos dentro de poco, con un Torra maniatado, con un Sánchez deseando aplicar el 155 para ganar votos de cara al 10N. El mundo independentista tiene que calcular gestos y reacciones entre el 1-O y la sentencia, con la vista muy puesta en el 10N y en unas probables catalanas anticipadas donde ERC y los post-convergentes se disputan los restos de Junts per Catalunya a navajazos, demostrando que se les aplica perfectamente la españolidad de la lucha a garrotazos. Y Puigdemont en Waterloo, con las maletas hechas, por si reactiva la Euroorden.

10N, al fin, y no hay más que un resultado posible: que tendremos gobierno, sí o sí, bajo el riesgo de descrédito – sí, aun cabe descrédito mayor – de toda la clase política española, delante de la ciudadanía y de la opinión pública internacional.

10N, al fin, y no hay más que un resultado posible: que el gobierno será europeísta y que ni Vox ni Unidas Podemos estarán en él, ni cerca. A Vox lo veta Macron y a Unidas Podemos, The Economist. Así de claro. Lo demás es discutible. Y es discutible porque da igual: seguirían mandando los mismos. Los jefes de los que vienen mandando desde hace mucho. Los jefes de Felipe, de Aznar, de Zapatero y de Rajoy. Los jefes, vaya.

10N, al fin, y dos posibilidades. Pablo Casado investido, mediando una abstención mayúscula y aquiescencia silenciosa de Vox, que Macron no saque tarjeta roja. O Pedro Sánchez investido, incluso con la abstención del PP, quien sabe si mediando una llamada de Macron a Casado. Esas cosas pasan. Con Pablo Casado, el Opus y los kikos contentos. Con Pedro, los contentos son los gays y las feministas. Pero es igual, en el fondo. La banca siempre gana. Gana Christine Lagarde. Y sigue la Ley Hipotecaria de Alfonso XIII, por supuesto. El progresismo de Zapatero, vaya.

Vote usted lo que quiera, hombre. Así se desahoga. Yo, ni me molesto. Es lo que dice Pepe Fernández: aquí se hace lo que dicen los americanos. Peor aún, lo que dicen los jefes de los americanos. El que le grita a Donald Trump, por inútil.