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Orgías en la simpar Bélgica

Doscientos ancianos tuvieron una orgía basada en un intercambio de parejas, terminando con diez muertos por infartos e insuficiencias pulmonares. 

 

La noticia me la envió un amigo obtenida de la agencia Nord Presse. Charleroi es una población belga cuyo significado es ‘Rey Carlos’ ―solo le faltaba un Juan delante para la nemotecnia― y en cuya bandera figura un gallo altivo, vamos, necesitado de un harén de gallinas cariñosas. Sea por lo dicho o tal vez por las mundiales vibraciones epicéntricas de Trump, unos doscientos ancianos mayores de 65 años (requisito indispensable) tuvieron una orgía basada en un intercambio de parejas, terminando con siete muertos por infarto y tres por insuficiencias pulmonares. 

Considero incompleta la noticia por no precisar la duración de la fiesta; las dimensiones y características del local; el cuerpo médico dispuesto para las emergencias; el número de ambulancias; los certificados médicos previos; o los DNI para evitar la entrada a los menores, cuestión innecesaria a ojos vista… 

Aumentarían las ventas de viagras previas al acontecimiento en la citada población. «Por favor, madame, deme un par de cajas». Como en las medianas comunidades suele conocerse la gente, la farmacéutica quizá le diría: «Ya sé, ya sé, Monsieur Jean, no podrá negarme su deseo de quedar como un campeón, pero tenga cuidado, no vaya a emular sus días de vino y rosas de juventud en compañía de su tierna musa. Y no olvide su artritis, ni avive el seso en exceso, ni altere su reciente marcapasos…Llévese unas cafinitrinitas, por si acaso…». 

 

Unos doscientos ancianos mayores de 65 años (requisito indispensable) tuvieron una orgía basada en un intercambio de parejas, terminando con siete muertos por infarto y tres por insuficiencias pulmonares. 

 

Tampoco pudiera descartarse alguna conversación familiar: «Mamá, ¿podría quedarse mañana con los niños?». Y ella, camuflando la selección de lencería sexi, dijese: «Lo siento, hija, pero tu padre y yo tenemos un compromiso ineludible y no podemos faltar». 

Nada extraño sería la oportunidad para un pueblo belga minero venido a menos en organizar orgías sexuales. Bastaría una organización de agencias específicas para fomentar un turismo de jubilados dispuestos al rejuvenecimiento intensivo, y mucho más con el morbo guerrero de morir en combate. Desde aquí, Andalucía, podríamos recomendarles contactasen con don Fernando Villén, experto aunque confeso, pero con singladuras de seis años al respecto. Lo de las tarjetas opacas sería harina de otro saco, asunto interno nuestro y colateral para ustedes.   

Pero temo por el mimetismo y le dé a nuestro Imserso por lo mismo, o sea, por matar a varios pájaros jubilados con un solo guateque. Tal y como están las pensiones la muerte por una causa tan  ardorosa aliviaría la escuálida hucha y se acabarían los aburridos viajes para llevarlos a comprar las ensaimadas de  Mallorca o los chorizos de Zamora, amén de visitar las aburridas iglesias góticas de la profunda Castilla.

Pero alguna desazón peliaguda podría estar agazapada al desvelar los emparejamientos, porque no todo periplo queda libre de un inesperado hundimiento, además de la idiosincrasia de comentarios libertinos aunque impropios de los valientes en poner picas en Flandes. 

Tal y como están las cosas en nuestro patio nacional, tal vez ese desenfreno intelectual ─por supuesto─ entre PSOE y PP rebaje las tensiones para alumbrar la paz, siempre por llegar. La acumulación de agresividad necesita cauces liberadores de esa droga nuestra e individual llamada adrenalina tan influyente en el sistema nervioso simpático, miren ustedes por dónde las simpatías siempre deben prevalecer.