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Aló Pablo Iglesias

Clara Guzman
Clara Guzmán

Napoleón era un tipo, por lo que cuentan las crónicas, una mijita soberbio, el hombre. Claro que como fue un gran estratega se le perdonaba todo. O eso dicen. Por lo visto no le tosía nadie y mucho menos un periodista.  Y un periodista en la Francia del militar corso era, para que se hagan una idea, mucho menos que un periodista en la actualidad, que ya es decir.

Pues estos días de tanta doctrina Iglesias me he acordado del emperador galo y de cómo vestía de limpio a mis antepasados plumillas con la prepotencia que da saber que la posteridad le va a conceder un sitio de honor en Google.

“Un periodista, ¿qué cosa es eso? Un individuo cualquiera, mal trajeado, mal calzado, sin talento, sin educación, que garabatea quince horas por día en una oficina sórdida, en el fondo de un oscuro patio. Y osa hablar de imperios, de monarcas, de paz, de guerras, de sacudimientos europeos. ¡Ah! Estoy aburrido de la libertad de la prensa. Ningún periódico es útil a la prosperidad de un país. El Monitor es el único tolerable en Francia, porque sirve para hacer conocer al pueblo las decisiones del Gobierno”.

El pobre Goethe ya podía clamar en su lecho de muerte aquello de luz, más luz, que si se apaga no va a haber nadie que alcance a darle al interruptor.

Sinceramente, el hombre que rigió durante casi tres lustros los destinos de Europa sentaba cátedra.  Los periodistas de hoy en día siguen echando más de quince horas diarias, tienen unos sueldos más que canallas y continúan empecinados en escribir de guerras, de paz, de monarcas, de políticos, de corruptos y de altivos petimetres con ínfulas de estadistas. Eso si no les cierran el medio y tienen que salir a la calle, cuando es hora de estar en las Redacciones, a buscarse las habichuelas en los más variopintos oficios.

Claro que Napoleón también creó escuela en muchos otros hombres con mando en plaza. Si el militar corso tenía el Monitor para impartir doctrina, otros inventaron allá en Venezuela Aló presidente y a su vez transmitieron a sus discípulos las mismas ansias fiscalizadoras para con los medios de comunicación, porque como cantaba Karina, en época también de vigías en el Pardo, lo malo siempre es fácil, lo bueno cuesta más.

El pobre Goethe ya podía clamar en su lecho de muerte aquello de luz, más luz, que si se apaga no va a haber nadie que alcance a darle al interruptor. Total, ya lo dijo Baltasar Gracián en el siglo de Oro español: “Hombre sin noticias, mundo a oscuras”. Bueno, a oscuras o a tientas con Aló Pablo Iglesias.