A colación de la cunera diputada Teresa Rodríguez en Málaga
Recuerda el precedente, en tierras del spaghetti western, del bueno del general, Julio Rodríguez, ex JEMAD, cuando Podemos lo lanzó de paraca con destino a Almería.
Inicialmente no supe por qué me adentraba en el túnel del tiempo. Luego sí caí. La lectura de una noticia conocida días atrás; por tanto, avanzado ya este siglo XXI, me retrotrajo, sin embargo, al siglo XIX, a la época de la Restauración canovista.
En ella se aseveraba que la parlamentaria andaluza y lideresa de Podemos, Teresa Rodríguez, oriunda gaditana que tiene el cargo electo por esa circunscripción desde que en junio de 2015 se inició la actual legislatura, en su segunda presentación, había decidido erigirse candidata por la provincia de Málaga.
La señora Rodríguez, además, acude al Parlamento en esta ocasión no como Podemos, quizás tampoco con el aval convencido de su dirección en Madrid, a la vez que arrastrando un procedimiento judicial que veremos en qué acaba, sino sumergida en la confluencia, “Adelante Andalucía”, que ha firmado con IU-Andalucía, liderado por el cordobés de Lucena, Antonio Maíllo, que aspira a revalidar su escaño por la misma provincia sevillana por la que ya se presentó. Aquí parece que nadie es profeta en su tierra.
Se informa igualmente de que, para la toma en consideración o aprobación de estas trascendentales decisiones, no ha mediado consulta alguna a las bases, y, por tanto, no ha sido certificada hasta ahora por el resultado de un referéndum interno, ni tampoco por el de unas primarias; santo y seña de identidad en Podemos, sobre todo en aquellas decisiones tomadas previamente por su dirección, incluida la del cambio domiciliario del máximo líder nacional, Pablo Iglesias, que han interesado que fueran ratificadas ulteriormente por sus inscritos.
No se sabe si el balance final de esta confluencia en las urnas, por el impacto que cause en los respectivos cuerpos electorales ahora coaligados, será exponencial en votos y parlamentarios a los que hasta ahora acumulan cada cual, 15 escaños Podemos y 5 IU; si lograrán la suma de ambos; o si nos encontraremos mezclando votos oleaginosos con otros bien pasados por agua. La experiencia estatal del 26-J-2016 no les fue boyante.
Tampoco aquí se trata de aventurar o especular con su futurible resultado. Tan solo de recoger de pasada la perplejidad con la que ambos sectores de su militancia han recibido la noticia. Al menos es lo que se percibe en la de Málaga, y también en la de Cádiz, donde la traducen en común con una imagen bastante certera, la de desvestir una “santera” de su lugar de origen para transportarla desnuda, sola ante el peligro, con destino a empezar de nuevo a echar raíces en otra demarcación.
Recuerdan también el precedente, en tierras del spaghetti western, del bueno del general, Julio Rodríguez, ex JEMAD, cuando Podemos lo lanzó de paraca con destino a esa jurisdicción electoral de Almería, quizás recogiendo su enorme caudal de conocimiento y experiencia militar en materia de aviación, pero para estrellarse y saltar por los aires ante la hostilidad que le esperaba en el campo de Dalías y allende hasta sus límites provinciales, minado por la vanguardia de IU.
Por el contrario, sobre esta praxis partidaria expuesta, lo que realmente se pretende resaltar aquí, es que esa actitud para nada debería corresponder a un nuevo partido como es Podemos – recordemos, salido de la crisis económica que tan duramente ha castigado a la gran mayoría de la sociedad española y que aún coletea, y del movimiento del 15M del, “no nos representan”, y “le llaman democracia y no lo es”- que ha envejecido de manera tan acelerada que nos resulta al día de hoy, en sus luchas intestinas, en su hiperliderazgo, en su forma de hacer política, casi irreconocible o bien parecido como calco a los de la vieja política, y que, enlazando con el primer párrafo de la presente columna, nos catapulta, en plan revival político, a tan similares comportamientos como los que, con las debidas distancias, empleaban los partidos de turno de la Restauración canovista.
En ese tiempo, aquellos candidatos cuneros no eran de la tierra por la que se presentaban, ni vecinos de ella. Se iban colocando en distritos electorales dóciles y sumisos -dudo mucho que Málaga lo sea actualmente- respondiendo a los intereses y decisiones, bien de la cúpula del partido que se tratara, bien del Gobierno, o incluso de la saga familiar caciquil y terrateniente de turno, como los Larios hicieron en los distritos malagueños de Torrox o Vélez-Málaga, (1857-1922), o en el gaditano de Algeciras (1863-1920) De este modo, los cuneros respondían a figuras relevantes de los partidos políticos o miembros de la clientela de estos, a quienes les daba igual llevar a cabo su vida parlamentaria por uno u otro distrito o circunscripción electoral.
Esa misma práctica también la copió Javier Arenas, ya en pleno siglo XXI, para presentarse por tierras almerienses, a sabiendas de que el gran cacique provincial, Gabriel Amat, le tenía cubiertos las espaldas, el patio electoral y lo que hiciera falta. Tampoco alberga buenos recuerdos el PSOE de Málaga con las paracaidistas, Cristina Alberdi (1996), luego fichada por Esperanza Aguirre, o Trinidad Jiménez (2011), seducida posteriormente por las puertas giratorias de Telefónica.
En aquel antaño, el nativo de Galicia, José Canalejas, arquetipo de un político progresista que acabó como gran figura del alternante Partido Liberal, quien se sumergiera en el sistema caciquil y clientelar de aquel régimen canovista, resultó elegido diputado nacional en las elecciones de 1881 por el distrito de Soria, para, a continuación y hasta su asesinato en 1912, pasar en las siguientes legislaturas por los de: Ágreda, Algeciras, Alcoy, Madrid, Ciudad Real y El Ferrol.
Volviendo al tiempo presente, si en los partidos del derecho a decidir no deciden ni sus propios militantes o inscritos, ni se sabe con seguridad el territorio en que aplicarán esa máxima cantonal -¿Málaga versus Sevilla?-, y enfrente tienen en el gobierno andaluz a un partido clientelar por antonomasia que bien se ha asegurado de que la mayoría de sus dirigentes sean de perfil bajo y discapacitados económicos para que no sobrepasen la raya de la mediocridad y de la dependencia de sus bolsillos, con el fin de que reluzca siempre la Sultana; en tanto que en el otro extremo ideológico se hallan los dinosaurios de la caverna instalados en el monte, rugiendo en su catastrofismo, solo a la espera de la señal que muestre la caída del fruto maduro de la higuera para asaltar las aguas y llevarlas exclusivamente a sus molinos, ¿quién va a estar interesado en la urgente regeneración y puesta en valor de la ética, de la nobleza y de la excelencia en la política?
Para ese día inminente en que volvamos a tener urnas andaluzas, no importará ya tanto que el siglo XIX haya retornado con su modelo caciquil, como que el panorama que husmea en el presente se confirme y la cita no resulte gratificante para que cualquier votante informado responda con rotundidad con su papeleta a sus deseos y aspiraciones, por mor precisamente de estas ofertas más que rebajadas que hoy rivalizan, porque sería otra oportunidad frustrada y quizás una puerta abierta de cara a que en próximos plebiscitos, tanto los fenómenos europeos de populismo xenófobo y autoritario como las articulaciones de candidaturas independientes al margen de los partidos políticos, entiéndase los heterogéneos plataformas de Manuela Carmena en Madrid o Manuel Valls en Barcelona, en lo que tienen en común, se introduzcan y se queden entre nosotros, porque lo que se deja vacio, rápidamente se cubre. Apréndase de la última gran crisis lo acontecido al bipartidismo.
En consecuencia, más que desazón lo que pretendo transmitir es la necesidad de que se reflexione sobre la dirección en la que pueden marchar los acontecimientos futuros si no se desbloquea la situación política y se operan grandes cambios en profundidad en los anquilosados partidos políticos, los de la vieja y la “nueva” política, en la representación de la ciudadanía y en las iniciativas societarias.
El que avisa no es traidor, decía “Hermano Lobo”.