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Abrazo o muerte

La perspectiva se desvaneció con una sonrisa y un abrazo tierno el once de noviembre. O se nos mentía antes, o se nos miente ahora.

 

Voy a ofrecerles un análisis diferente del 10N. O, mejor dicho, del abrazo con que se quiere superar el brete. Una interpretación malévola, si ustedes quieren. Una versión probablemente incompleta, y puede que desenfocada. Una lectura basada en el quién o quiénes, antes de que en el qué.

10N, no hace falta repetirlo: los españoles no querían llegar a votar dos veces. O eso pensamos la mayoría de observadores de la vida política del país. Llegamos a Brumario — ver luego — por la decisión expresa de una persona que vio imposible en julio y en septiembre lo que fue pan comido hace unos días, sin ofrecernos más explicaciones. Mirada baja y seguir tomando notas sobre el atril. La verdad es que todo invita a fabricar una hipótesis malévola. Conspiranoica, si ustedes quieren. E intentaré explicarla en pocas palabras.

La hipótesis fue enunciada en su día en público por Susana Díaz, que conoce bien al presidente de gobierno en funciones: “Pedro, el problema eres tú”. La mencionada conoce a la persona, al partido pero, sobre todo, conoce la enfermedad en carnes propias: el ansia de poder personal.

Hablé antes de Brumario — antigua denominación propia del calendario de la Revolución Francesa —, para referirme a esta época del año. Fue el momento en que un brillante general de la República llamado Bonaparte subió uno de los escalones más importantes hacia el poder personal, prescindiendo de las reglas establecidas.

A nuestro Bonaparte patrio — por la gravedad de la enfermedad, más que por cualquier otra consideración — le supo a poco la cuota de poder alcanzado en abril. El poder siempre sabe a poco, tanto en duración como en alcance. Pese a todos sus intentos de responsabilizar a Iglesias del fracaso del intento de conversaciones de julio, pocos le han creído. Sorprenden ahora las frases de estos meses, relativas a que una legislatura en coalición o acuerdo con Unidas Podemos sería un tormento infernal. La perspectiva se desvaneció con una sonrisa y un abrazo tierno el once de noviembre. O se nos mentía antes, o se nos miente ahora.

En realidad, creo que la perspectiva tras el 10N es más prosaica. Más terrenal, si ustedes quieren.

A Pedro Sánchez-Bonaparte su Brumario no lo ha llevado a ser Primer Consul, como pensaba. Se ha chocado con un techo de votos y escaños, y ha sacado a Franco de Los Caídos para meterlo en el Congreso en forma de grupo parlamentario de 52 diputados. Electoralismo por electoralismo, el segundo es mucho peor. Hoy, no puede correr el riesgo de no conseguir la investidura. Sería embarcarse de modo directo a la isla de Santa Elena. De escribir “Manual de Resistencia” a su Memorial. 

Una gran coalición con el PP, tras desbancar a la “centrista” Susana Díaz — que, tras su forzada conversión al pedrismo, puede ser decapitada políticamente —, serían los “Cien Días” de Pedro Sánchez. Esto es, un bandazo insoportable, perder el escaso caudal político que le queda para encabezar un gobierno de gestión, contestado por toda la izquierda, la de su partido inclusive. Un coste altísimo que le llevaría a su Waterloo particular — nada que ver con el cómodo exilio de Puigdemont — y al fin de su carrera política. Santa Elena, vaya.

La necesidad de sobrevivir políticamente te lleva a abrazarte en público con gente extraña. Gente con quien no habías pensado, de ninguna manera. Podría incluirlo en una versión renovada del “Manual de Resistencia”. Gobernar en el “infierno” con Unidas Podemos como única alternativa. Eso, o el desalojo de la Moncloa y la vida en la grisura del común de los mortales. El cadalso que, según parece, le está preparando a Susana Díaz. No había opción.

Pero Iglesias estaba en las mismas. Dos no se abrazan si uno no quiere o tiene elevadas convicciones. El Pablo Iglesias de 2014 a 2016 habría estado altivo, exigiendo el oro y el moro. Habría dicho que llegaba a tomar el cielo por asalto, y las cosas de aquel entonces. Ya no. 

Ahora no tiene 71 diputades y, convocatoria tras convocatoria, su apoyo popular va menguando. Del grupo fundacional de Podemos quedan muy pocos y su relación con las confluencias es, cuando menos, conflictiva. El doloroso asunto Errejón y Más País ha resultado, más que en una sangría de votos, en un descenso de prestigio: Unidas Podemos se consolida como un partido más en cuanto a modelo del poder personal del líder y su círculo. Prestigio que se ha resentido, sin lugar a dudas, con el asunto “Casoplón”, que viene a poner en cuestión el atractivo discurso de primera hora de “La Casta” y “los de abajo” frente a “los de arriba”. 

No, era presumible que algo de la culpa de las segundas elecciones fuera atribuible Iglesias. Pero, sobre todo, que de unas terceras elecciones solo podía esperar profundizar la pérdida de votos y escaños. Un paso más hacia el cadalso político de este personaje que vino con la ambición de encarnar al Robespierre español del siglo XXI. Solo de esta desesperación se explica la otra parte de la facilidad del acuerdo, y el tono de la carta a la militancia, explicando poco menos que la entrada en el gobierno sería una bajada de pantalones respecto a los ideales fundacionales del partido. Como si renegara del “solo sí es sí”. C’est comme ça, la réalpolitik…

Tercero en discordia. Esquerra. De Junqueras y Rufianes. Abstenciones a negociar, aún. Ignacio Varela nos lo cuenta en su artículo de hoy en ElConfidencial. De fondo, cómo permitir la gobernación de Cataluña y España, y cambio de qué. En qué plazos. Y cómo se lo explica a su gente, más allá del Ebro. Justamente lo mismo para Bonaparte rebajado, a cambio de qué. En qué plazos. Y cómo se lo explica a su gente, a los dos lados del Ebro. Su gente que, caso de ser investido, seremos todos.

La tesis es, por tanto, que Sánchez e Iglesias se vieron impelidos al abrazo por supervivencia política y/o ansia de poder. No se aprecia en tales cariños al hombre de Estado. En un momento en que la Constitución del 78 viene puesta en duda precisamente por dos de las fuerzas que tienen que facilitar primero la investidura, y luego la gobernación. Una de ellas, dentro de la coalición. La otra, por abstención necesaria. No son esos buenos augurios para una nación considerada como Democracia plena, miembro de la UE, pero sometida a una tensión insoportable por el problema territorial.