The news is by your side.

Achatarrando, que es gerundio

La otra maravilla semanal fue el plantón del gobierno de la Generalidad a SM El Rey en la fábrica de SEAT

 

España, este país de maravillas donde cualquier portento y disparate tienen cabida, ha  producido esta semana dos notables necedades bajo las firmas, respectivamente, de Pedro Sánchez y la Generalidad catalana. 

Pedro Sánchez ―primera maravilla―, se montó, el pasado jueves, en el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada (Valdemoro, Madrid), un sainete que pretendía escenificar la derrota del terrorismo. El espectáculo consistió en mostrar una apisonadora achatarrando casi 1500 armas ligeras, aprehendidas a ETA en tiempos pasados. Aunque faltaran las armas empleadas en los 300 casos de asesinatos todavía no resueltos. ¿Dónde están esas armas? ¿A cuento de qué y por qué ahora tal carnavalada? 

Porque el esperpento solo se entiende en el marco de esa cultura de la falsificación  tan en boga hoy. Aparte de que Sánchez nada tuviera que ver en la lucha contra los asesinos etarras, la menguada asistencia al show de víctimas del terrorismo, así como la ausencia de los que fueron presidentes del Gobierno durante la lucha contra ETA, certificaron el repudio de ese acto de autocomplacencia sanchista, basado sobre tanta sangre inocente y el esfuerzo y sacrificio de, entre otros, las FCSE. Quizás, la carnavalada no fuera más que un intento de difuminar la aceleración del proceso de acercamiento de los convictos etarras al País Vasco. Así como un entremés de la inminente transferencia al gobierno vasco de la gestión penitenciaria. O, en suma, un nuevo paso contra de la igualdad entre españoles, otrora pretendida vitola del socialismo español. 

La otra maravilla semanal fue el plantón del gobierno de la Generalidad a SM El Rey quien, acompañado por Sánchez, se trasladó, el pasado viernes, a la fábrica de SEAT (Martorell, Barcelona), para escenificar el espaldarazo del Estado al acto de presentación del gran proyecto de electrificación automovilística, organizado por el grupo Volkswagen. Un complejo industrial que supone, para Cataluña, más del 4% de su PIB y el 5% del empleo industrial. La ausencia de las autoridades autonómicas al acto fue no solo un portento de descortesía, tanto hacia el Rey como la dirección del Grupo, sino también una muestra fehaciente de la política empobrecedora del gobierno catalán que, en palabras de la ministra de defensa, Margarita Robles, “no ha sabido estar a la altura de las circunstancias”. Fue, en resumen, otra desgraciada prueba de la política de destrucción del tejido productivo de Cataluña, que practica el gobierno autonómico. 

Tanta degradación es una invitación a revisar las ubicaciones de los grandes proyectos industriales, antes de que emigren a otros países (ya están en ello Nissan, Bosch y Continental). Asimismo, supone una sugerencia para enmendar la estrategia de beneficiar la industria catalana en perjuicio de las de otras regiones españolas. ¿Por qué, por ejemplo, habría de sacrificarse la gran potencialidad del litio extremeño, para alimentar la primera fábrica española de baterías para vehículos eléctricos, que se pretende construir en Cataluña y no en Extremadura donde está la materia prima? 

Qué triste ver cómo las autoridades catalanas permanecen grilladas y empequeñecidas por la utopía independentista, hasta llegar a la pérdida del carácter cosmopolita y hospitalario, así como del instinto de laboriosidad  y de negocio, que, en el pasado, caracterizaron a la ahora achatarrada Cataluña.