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AGBS, nueva hornada de Sargentos

Quizás el año próximo envíen desde la Generalidad a la digna señora de los lavabos del Palacio de San Jaime.

 

Una nueva promoción de la Academia General Básica de Suboficiales (AGBS), la XLIV, ya está en la calle. Sus componentes, los nuevos 458 sargentos del ET (432 hombres y 26 mujeres), recibieron el correspondiente despacho el pasado 5 de julio, en el Talarn, en acto presidido por SM El Rey. Así, ya son casi 27.000 los que cantan a España, “orgullosos de su vocación” ―como reza en su himno― que “su alma se templó en tu Academia leridana, donde aprendí a quererte con fervor”.

La brillantez y precisión habituales en ese tipo de ceremonias militares se impusieron sobre las ineducadas conductas de algunos políticos separatistas de la zona. Varios alcaldes, a pesar de estar invitados, así como de obtener buenos dividendos por la actividad de la Academia, no acudieron al acto. A pesar de que en 2015 y 2017, en que también el Jefe del Estado presidió el acto, el gobierno autonómico estuvo representado por un consejero, este año su representación fue mínima: la delegada en Arán y el Alto Pirineo (quizás el año próximo envíen a la digna señora de los lavabos del Palacio de San Jaime). Igualmente, rebajó el “nivel” del premio que tradicionalmente regalaba al alumno nº 1 de la promoción. Le ofreció un libro de mapas sobre Cataluña, en vez de la tradicional réplica de la espada del Rey don Jaime I, de la Corona de Aragón (reducción quizás consecuencia de los despilfarros en sus “embajadas” y los gastos de la corte de Waterloo).

 

Mi enhorabuena a esos 458 hombres y mujeres austeros que acaban de incorporarse al cuerpo de suboficiales, eslabón esencial en la cadena de mando del Ejército de Tierra.

 

Mi respeto por unos jóvenes capacitados para mandar eficazmente y, simultáneamente, auxiliar al mando, mientras con una sola voz pregonan su derecho y pretensión de servir a España desde las filas de su Ejército. Mi afecto hacia aquellos que, con su trabajo, están llamados a seguir arando los surcos por los que han de discurrir los mayores esfuerzos de la defensa de España y los españoles.

Percibo, 45 años después de mi incorporación a la fundación de la AGBS, que ésta se ha consolidado plenamente. Que la Academia ha superado eficazmente el modelo de enseñanza por mera promoción interna, que entonces imperaba. Que proporciona a sus alumnos un elevado nivel académico común. Que inyecta en ellos el anhelo por el cumplimiento del deber, la vocación de unidad y el honor que supone ser un soldado fiel a España. Que les proporciona la carga de proyección inicial para que estos nuevos suboficiales puedan contribuir eficazmente, con su entrega y abnegación, al éxito y el prestigio de las FAS españolas, tan justamente ganados en sus operaciones en el exterior.

 

Y todo ello gracias a una Academia y una escala básica que hunde sus raíces en la comarca leridana del Pallars-Jussá que, de tan catalana, es ―le pese a quien le pese―, tan inequívocamente española.

 

No puedo dejar pasar esta ocasión (extensible a los alumnos de los centros de formación del EA y la Armada), sin explicitar una convicción y una esperanza. La convicción de que, con todo ese bagaje de valores y lecciones aprendidas, los nuevos suboficiales contribuirán a la superación de los graves problemas operativos, que aquejan a las FAS como consecuencia de la escasez de recursos económicos. Carencias que, sin demasiado éxito, vienen denunciando públicamente las autoridades militares. Y la esperanza de que el Gobierno aborde, de una vez por todas, la dignificación de los emolumentos militares, sacando a éstos, especialmente los de los suboficiales y la tropa y marinería, del furgón de cola del tren retributivo de los empleados públicos.

En todo caso y siempre: ¡A España servir hasta morir!