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Algo de lo que pasa en Ucrania

No puede descartarse que estuviésemos en los prolegómenos de la III Guerra Mundial

Los combates se han reavivado tras la pausa provocada por el repliegue ruso de las tropas que combatían al oeste de Jarkov, y la subsiguiente reorganización. Eso coincidió con el lanzamiento, a modo de ensayo, de un misil balístico intercontinental Sarmat (Satán-2), de tecnología punta desde el cosmódromo de Plesetsk, relativamente próximo a Finlandia, y que “aterrizó” en la península de Kamchatka, a 6.000 kilómetros de distancia. También, casi simultáneamente, Rusia anunciaba una propuesta a Ucrania para negociar la paz. Escenario que recuerda aquello del “a Dios rogando, pero con el mazo dando”.

 

Las tropas rusas desplegadas al sur de Jarkov, siguen tratando de enlazar físicamente con las que combaten en el Donbass y recíprocamente. Es una compleja maniobra de tenaza, donde las dos “quijadas” compartirían objetivo en la zona de Kramatorsk―Sloviansk. Razón por la que, últimamente, se han acrecentado allí los bombardeos rusos de “ablandamiento”. De realizarse con éxito tal maniobra, que los ucranianos tratan de frustrar, los rusos embolsarían a una parte importante de las tropas ucranianas, desplegadas al este de la línea Izium-Kramatorsk- Górlovka. El resultado de esa pugna será también el de la llamada batalla del Donbáss.

 

Mariúpol, oficialmente, ha caído en poder de las fuerzas rusas. Éstas, incluso, han celebrado allí una especie de desfile de la victoria, si bien hay todavía restos de unidades ucranianas “enterradas” en la planta industrial de “Azovstal” a las que, supuestamente, se las va a rendir por consunción. El grave problema es que, junto a esas unidades, permanece escondido un grupo indeterminado de civiles (incluidos niños). Mariúpol pasa a engrosar el inventario de objetivos alcanzados, pero no plenamente consolidados por las fuerzas rusas. Ya es solo un obstáculo menor al movimiento a lo largo de los 600 kilómetros “rusos” entre Rostov del Don y Jersón, en la franja litoral norte del mar de Azov.

 

En esas estábamos cuando Sánchez se descolgó por tren en Kiev, para explicitar la postura oficial del Gobierno español ante el conflicto: “apoyo, solidaridad y compromiso” de España con Ucrania, ante “la guerra ilegal de Putin”. Se reunió y fotografió con Zelenski, se conmovió en Borodianka y anunció, sin mayor cautela de seguridad, el envío en curso, a bordo del carguero Ro-Ro “Ysabel”, propiedad del ejército de tierra español, de camiones, vehículos ligeros, bateas, municiones y diverso material militar. En todo caso, fue una iniciativa, siguiendo la estela de otros dirigentes europeos y de la UE, que hay que acoger favorablemente.

 

Como resumen actualizado, recurro a lo que hoy escribía en ABC, y es que parece que “la invasión de Ucrania, en dos meses, no ha resuelto nada. Se ha quebrado el orden internacional y esparcido la semilla de un orden incierto. La guerra se ha asentado en Europa y millones de refugiados ucranianos peregrinan por doquier. Y, todavía peor, no puede descartarse que estuviésemos en los prolegómenos de la III Guerra Mundial”.