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Algo que sucedió en Madrid

Es claro que la pretensión española de meter a Ceuta y Melilla en el saco aliado de objetivos a defender no ha prosperado.

 

Y se cerró la Cumbre Atlántica de Madrid, ocasión excelente, originada durante el gobierno de Rajoy, y rematada ahora con una brillante puesta en escena. Todos deberíamos felicitarnos por ello.  

La magna reunión ha servido para un aggiornamento ―que diría un vaticanista―, de la estrategia de la OTAN. Un ejercicio de “realpolitik” reescribiendo oportunamente la estrategia de la Alianza, para acomodarla a la nueva situación derivada, entre otras razones, de la invasión rusa de Ucrania. Rusia, señala al Concepto Estratégico (CE) de Madrid (2022) es la amenaza más directa e importante  para nuestra seguridad. El coloso ruso deja de ser ese socio estratégico, que pretendía el CE de Lisboa (2010), y nos devuelve a esa Guerra Fría que se suponía finiquitada tras la implosión de la URSS y el posterior Acta Fundacional para la cooperación entre la OTAN y Rusia, firmado en París, en 1997, por el secretario general de la OTAN, Javier Solana, y el ministro ruso de asuntos exteriores, Yevgueni Primakov.  

Pero no solo eso. Lo sucedido en Madrid va mucho más lejos de ese monumental giro de 180 grados, al incorporar a China como desafío sistémico a nuestra seguridad, intereses y valores. Asimismo, la Alianza se refuerza política y militarmente con la invitación a Suecia y Finlandia para acogerlas como nuevos miembros, tras un proceso de ratificaciones nacionales que durará, al menos, hasta final de año. 

Pero hay más. Al evento asistieron, como invitados, los representantes de Australia, Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur y  Georgia. Lo que tiene una amplia lectura al diseñarse, desde Madrid, un tablero geopolítico de alcance planetario que, desde la referencia analítica de Morton Kaplan, desecha un potencial sistema de equilibrio de poderes y reabre la puerta a un sistema bipolar flexible.  En definitiva, esta Cumbre ha certificado el carácter hegemónico de EE. UU. en el seno aliado, así como ha servido para embarcarnos a todos sus miembros en potenciales y recónditas materias del tablero Asia-Pacífico. El corolario es inmediato: alejamiento de una capacidad autónoma de defensa de la UE, cuando tal objetivo parecía aproximarse, tras la salida del Reino Unido de la Unión (Brexit). 

En un plano más próximo, lo acordado bilateralmente en Madrid, entre Biden y Sánchez, en orden al estacionamiento permanente de dos buques de guerra estadounidenses adicionales en Rota, profundiza el compromiso español con EE UU. Tal acuerdo, al modificar el vigente Convenio de Cooperación para la Defensa entre EE. UU. y España, debe ser aprobado en el congreso de los diputados. Asimismo, el  sustancial incremento del volumen y el grado de alistamiento de la Fuerza Conjunta de Muy Alta Disponibilidad (VJTF) de la OTAN, exige, más allá de las habituales, creativas y troleras contabilidades gubernamentales, un sustancial e inmediato incremento del gasto en defensa, que debe ir acompañado de estabilidad presupuestaria. Por todo ello, la pelotera en el seno del Gobierno parece asegurada. 

¡Ah! Es claro que la pretensión española de meter a Ceuta y Melilla en el saco aliado de objetivos a defender no ha prosperado. Consecuentemente, será obligado continuar con el esfuerzo de vigilia, preparación y planeamiento de contingencia frente a la amenaza “no compartida” pero  bien conocida.