Amantes que van mostrando su aire feliz
Y apareció él. De apariencia recta, ético y honesto con ese punto de perdido en otra época. Entregado a la aventura y el desorden de una lunática sensata
Se cruzaron un invierno después de haber probado todos las pasiones y los peligros que la vida le enseña a unos pocos. En la misma ciudad que paseaban a esa edad en la que el verano te trae el amor.
No recuerdo cuando la conocí. Se que me habían hablado de ella. Me resultó extraño conocerla por un sanctimonious, esas situaciones curiosas en las que te coloca la vida. La primera vez que la vi adiviné que era una mujer fuera de lo común, extraordinaria. Caminamos durante años en sendas distintas pero en la misma estela, los años que convulsionarían los primeros del siglo alrededor de sus colores.
He podido adivinar en su mirada y en el gesto de sus labios que ha querido más de lo correspondido. He descifrado por algunos trances que es una mujer resistente. A la que su corazón le recuerda que ha suspirado por el tiempo que se va. Toda una década en la que supo, en medio de todo, engendrar y dar amor. Porque es de las que proceden de un mundo raro.
Es luz dorada. Clara y manifiesta para los que observan la vida a través de la historia. El mañana siempre es incierto, y ella toma hoy lo que tiene. El agua que no haz de beber, es la que calma su sed. Está llena de sensibilidad, talento y creatividad. Es sonido, matices, y con infinitas tonalidades originales. Pisa la ciudad con una profunda mirada sobre las botas de las valientes.
La vida te trae de repente ese amor desprevenido, inesperado. El que te marca el destino en días, tardes y noches para volver a bailar. Y apareció él. De apariencia recta, ético y honesto con ese punto de perdido en otra época. Entregado a la aventura y el desorden de una lunática sensata que le va a hacer cabalgar frente a molinos. Confiando en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.
Puedo decir que ella es insólita. La imagino identificándose con Don Quijote como si quisiese salvar al mundo de una epidemia de indolencia al amor. Al amor por todo lo que ven sus ojos. Su fe es la integridad bajo sus vestidos de colores y sus formas originales, que hasta los artistas no entienden y yo admiro por su excepcional conjunción. Es primavera en invierno y verano en otoño.
Tras un invierno de nacimiento para descubrirse, han elegido el verano para desvelar el amor. Han elegido la ciudad más hermosa del mundo, después de la que les ha descubierto. Para pasear las calles, los lugares y el tiempo en los que dos seres cultivados, sabios y divertidos, bajo diferentes apariencias, están rebosando felicidad.
Se cruzaron un invierno después de haber probado todos las pasiones y los peligros que la vida le enseña a unos pocos. En la misma ciudad que paseaban a esa edad en la que el verano te trae el amor.
Quizá más importante que vivir felizmente para siempre sea la lealtad absoluta que muestran hacia las demandas más profundas de sus almas, como Ginebra y Lancelot.
¿Viste, amor? La vida sonríe. Con la banda sonora de Will you still love me tomorrow para desafiar a la dicha. Porque saben amar y porque han elegido el cielo que ve pasear al amor y a los amantes que van mostrando su aire feliz. Ella nos enseña a estar un poco locos. Lo que siento por ellos no tiene nombre. Vuelvo al camino recto, que, como bien sabes, no existe y, además, no es recto, lo escribió Fred Vargas. Bienaventurados vosotros.