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Amos y esclavos

En un viaje por Marruecos pude constatar la pobreza en muchos lugares al lado de palacios reales majestuosos.

 

 La vida de Bill Duker, antiguo propietario del yate Badis,  transcurrió con frenesí hasta la aparición de un cáncer. «Desde entonces, cada día lo empleo en divertirme». Pues el rey de Marruecos es el nuevo propietario del gran yate de 70 metros de largo por 13 de ancho, previo pago de unos 90 millones de euros, según publicó la semana pasada el semanario marroquí Telquel. Con seguridad será una cantidad insignificante dada su inmensa fortuna.

En el anuncio de venta, la sociedad encargada de la operación citaba una frase que atribuía a Duker: «Tengo tres pasiones: el arte, la poesía y la navegación. Y el Badis combina las tres». La empresa añadía en su anuncio: «Poseer un yate muy grande proporciona un inmenso orgullo y placer para usted, su familia y sus amigos. Poseer algo especial, de renombre mundial puede costar fácilmente 100 millones de dólares».

Bill Duker, con arreglo a su plan de vida, debió seguir divirtiéndose después de que Edmiston vendiera su barco en marzo de 2018. Pero no se conocía a quién lo hizo ni por cuánto. Por cierto, Badis es el nombre en Marruecos del peñón de Vélez de la Gomera, enclave perteneciente a España desde 1564.De cómo llega el yate a convertirse en propiedad de Mohamed VI, no queda claro.

En un viaje por Marruecos pude constatar la pobreza en muchos lugares al lado de palacios reales majestuosos. La fotografía del monarca estaba en todos los lugares, hasta en retretes inmundos. Entonces, y ahora con el lujoso yate del riquísimo Mohamed VI, salen de los entresijos de mi quijotismo interior la eterna cuestión de los amos y los esclavos. Hegel en Fenomenología del espíritu(1807), gran novela filosófica, planteó la cuestión de gran repercusión en Alemania y Francia. Después, Marx se encargaría de modificarla en la “lucha de clases”, expuestas en el Manifiestode 1848. Hegel pretendía una conciencia ética generalizada y Marx el lograr un pragmatismo político.

 

También el bueno de León Tolstói vuelve a plantear las relaciones de los amos y los siervos, más los incontables autores dedicados a abordar una temática inevitable y a ojos vista.

 

Hace tiempo, año 1973, leí Yo creo en la esperanza, del jesuita José María Díez-Alegría donde hacía repetidas alusiones a Hegel y Marx. Lo publicó sin pedir autorización y se difundió de inmediato con una gran tirada. Basaba su fe en una ética profética, inspirada en ambos filósofos. Sus numerosas titulaciones quedaron aparcadas y abandonó la Compañía para marchar al Pozo del Tío Raimundo con su compañero Llanos para, desde los pobres, hacer una sociedad solidaria al estilo de las primeras comunidades cristianas donde existía una participación de los bienes. Asociaba al catolicismo histórico con el capitalismo, desvirtuando el proyecto de Jesús hacia un cultualismo farisaico.

El paso del tiempo lleva a muchos a un eclecticismo donde las paradojas son aceptadas como inevitables. Tal vez consideremos al cristianismo o a las ideologías políticas añorantes de la igualdad entre los hombres como antinaturales, dada la imposibilidad de vencer a nuestros potentes genes egoístas. Observamos el lujo desmedido en personalidades socialistas donde adornos, bolsos o zapatos darían para comer a pobres sin recursos durante semanas. Es el caso, por ejemplo, de doña Carmen Calvo, un ejemplo reciente sin especial énfasis. El talante austero, aunque solo fuese por evitar escandalizar a los súbditos o a los ciudadanos ni se contempla por los próceres ni, al parecer, los asesores les dan importancia.

A veces pienso en lo difícil de mantener tantas desigualdades y la preocupación al asegurar las encuestas el aumento del número de millonarios. ¿Acaso no importa aceptar el enriquecimiento de unos a costa de empobrecer a grandes masas deambulando sin techo por las grandes ciudades?