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Andalucía imparable… hacia ninguna parte

Una revolución tendría que producirse nada previsible en Andalucía para que pueda cambiar el Gobierno.

 

El responsable del PP en Andalucía ha iniciado la campaña electoral en Andalucía compareciendo ante un puticlub donde se gastaron 32.000 euros con tarjetas “black” de cargos de la Junta de Andalucía. En un país decente, en una democracia de las que nos rodean del primer mundo, donde estamos geográficamente pero no por las prácticas políticas, eso dato impediría a Susana comparecer como candidata y haría casi imposible que su partido, el PSOE, ganara las elecciones. En España, en Andalucía, no pasará nada y Susana y su partido volverán a gobernar. Y no pasa nada porque el del PP en Andalucía nunca jamás ha manifestado exigencia de dimisión o denuncia ante ninguno de los múltiples casos de corrupción habidos en su partido, que han sido en el resto de España (y en algunos ayuntamientos andaluces) al menos del mismo nivel de miseria moral y política que los del PSOE.

 

Susana ganará las elecciones el 2 de diciembre y el PSOE va a seguir gobernando Andalucía. Una revolución tendría que producirse nada previsible en Andalucía para que pueda cambiar el Gobierno.

 

Cs dice que apoyará al partido más votado. El PP está muy lejos del PSOE y sus posibilidades de obtener más votos son prácticamente imposibles. Unidos Podemos, con la marca Adelante Andalucía, ya ha dicho que antes que gobierne la derecha permitirá un gobierno socialista. Eso de “antes que gobierne la derecha…” es más una cuestión semántica y estética que ética, porque la derecha enmascarada de socialismo lleva 40 años gobernando en Andalucía. Una derecha con máscara de socialismo, de nacionalismo andaluz y hasta con reminiscencias franquistas por conservadurismo, sociedad cómoda de paguita y pensión para malvivir sin más aspiraciones. Una sociedad sin industria, que ha recibido más de 100.000 millones de euros de ayuda europea que se han perdido por los meandros de la corrupción, invirtiendo en polideportivos o centros públicos hoy cerrados porque son imposibles de mantener. La comunidad autónoma con mayor tasa de pobreza de España y una de las más pobres de Europa con gobierno monocolor desde hace 36 años. Con fama de pedigüeños, vagos, con una red clientelar instalada en organismos públicos y privados para comprar votos y que por su territorio y millones de habitantes es muy importante en el contexto de la nación. Clichés y tópicos que en cuarenta años no nos hemos sacudido. Mientras nos hundimos en la lista de regiones de España y Europa donde mejora el nivel de vida de sus ciudadanos el gobierno de los últimos 36 años nos dice que Andalucía es imparable. Seguro, camino de la miseria y la pobreza.

 

Susana Díaz es una de esas personas que decide desde muy joven que su profesión será la política. Era muy joven cuando empezó en las juventudes.

 

Reconozco que a mí los de juventudes, en el PSOE el PP o el franquismo no me dan buena espina. Es un prejuicio personal. Y no hay que negarle que ha llegado al penúltimo escalón de su ambición política (el último sería la secretaria general del PSOE nacional y la presidencia del Gobierno de España). Algunos la vimos durante años como la gran esperanza de cambio en ese PSOE andaluz mortecino, sectario, manipulador, engañabobos y corrupto, que lideró Andalucía desde sus orígenes con Plácido Fernández Viagas, el primero, seguido de Rafael Escuredo, Rodríguez de la Borbolla, Chaves o Griñán hasta la llegada de Susana. Conseguido el poder nada ha cambiado. Nada ha hecho distinto de sus antecesores. Nada ha mejorado en Andalucía, ni la calidad de vida de su gente, ni hay menos prácticas corruptas, ni hay más trabajo, ni menos pobreza. Andalucía imparable desde hace 40 años en la cola de España. Menos mal que es imparable. No ha cambiado ni una coma para modernizar la administración ni para acabar con las prácticas de la Casta privilegiada, cuyos sueldos y mamandurrias son cualquier cosa menos socialistas.

 

La derecha radical (VOX), la derecha clásica (PP), la derecha moderna o centro derecha (Cs, con propuestas novedosas como acabar con los nombramientos a dedo cada vez que cambia el Gobierno –unos 500 “enchufados” ahora por Sánchez, antes por Rajoy, antes por Zapatero, antes por Aznar, antes por González-; la gestación subrogada o la defensa del Estado en Cataluña), y el populismo de ultraizquierda de IU y Podemos con Adelante Andalucía como marca electoral, no representan ni ocupan un espacio socialista democrático que garantice rigurosa gestión, repudio y combate de prácticas corruptas, salarios razonables y sin privilegios de la Casta política actual.

 

Un socialista que quiera políticas de izquierda, gestión transparente de la Junta, combatir la corrupción, acabar con el amiguismo, enchufismo y la lacra de los 40 años de gobiernos opacos, acabar con el voto cautivo de las subvenciones con políticas activas de empleo, eliminar los privilegios de los políticos profesionales, ayuda a los parados, jubilados, educación digna y sanidad… no tiene a quién votar.

 

Andalucía no es distinta al resto de España. Las tarjetas Black de Bankia, los trajes de Camps y toda la panoplia de casos de corrupción en España tienen su réplica en nuestra tierra en la Formación, Idea, EREs, Faffe, el alcalde de Granada o el presidente de la diputación de Huelva, entre otros, que representan la misma basura de la Casta política privilegiada que fuera de Andalucía suponen el PP, PSOE, PDeCAT, PNV y ahora ya también UPodemos, que se han sumado a las prácticas de la Casta privilegiada en un tiempo récord, aunque decían venir a acabar con las mismas.

 

Las elecciones andaluzas, salvo una revolución imprevista, se saldarán como un capítulo más de la farsa para mantener un sistema político podrido al servicio de la Casta política privilegiada. Nada mejorará la calidad de vida ni las condiciones de los andaluces y solo cabe aceptarlo porque será voluntad de la mayoría de andaluces que así sea.